13.

25.9K 808 37
                                    

—¿Tú? —cuestionó él sorprendido.

—Tú —repetí, afirmando con la misma cara de asombro que tenía él.

Nos quedamos como tontos mirándonos fijamente a los ojos durante un buen rato, como si nos hubieran hipnotizado a ambos, pero al cabo de los segundos mi atención dejó de verse centrada en él. Mi respiración cada vez se iba volviendo más y más débil por tenerlo encima, y aunque traté de avisarle para que me dejara espacio, las palabras no salían de mi boca.

—Hijo, se puede saber qué...

Pilar, la directora del colegio, entró por la puerta de pronto, quedándose boquiabierta al observar la imagen que estábamos dando. 

—¡Niall, la estás ahogando! —gritó ella dándose cuenta de lo que verdaderamente pasaba.

Él, que hasta ahora seguía embobado mirándome, reaccionó levantándose de inmediato. Mientras, yo permanecí en el suelo consiguiendo que poco a poco mi respiración volviera a normalizarse. Niall se arrodilló a mi lado preocupado esperando a que terminara de recuperarme. A continuación me ayudó a incorporarme, pasando su brazo por mi espalda y colocando el mío sobre sus hombros.

—Vamos, agárrate a mí —me dijo con decisión llevándome hacia el sillón que había a un lado del despacho.

—Voy a por hielo —nos informó Pilar saliendo por la puerta con rapidez, dejándonos solos.

Me encontraba realmente mal. Estaba súper mareada, mi cabeza daba vueltas y vueltas como si recién acabara de bajar de una montaña rusa, y para empeorar la situación una fuerte presión apareció en mi nuca creciendo progresivamente. Buscando calmar el dolor de algún modo eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos, pero no pareció servir de mucho.

—Lo siento mucho —escuché que se disculpaba—. ¿Te duele?

Al mismo tiempo que llevaba una mano a mi cabeza y hacia una mueca de desagrado, abrí los ojos y asentí mirándolo. El hecho de tenerlo de rodillas a mi lado, a menos de medio metro distancia y con una cara de preocupación que pocas veces le había visto a alguien, me ponía extremadamente nerviosa. Y para colmo, inconsciente de lo que hacía, me moví en el sillón dejándole hueco para que se sentara y estuviéramos aún más cerca.

—¿Puedo... probar una cosa? —preguntó inseguro acomodándose para tenerme justo de frente— Es posible que te alivie el dolor.

Después de mirarlo con contrariedad, asentí sin pensármelo dos veces. 

Alargó sus manos hasta mi cabeza y la levantó un poco, lo justo como para poder quitar el pasador que llevaba puesto en el pelo. Mi cabello rizado cayó algo desordenado por mis hombros y mi espalda. En seguida me sonrojé, haciendo que su vista se desviara con curiosidad de mis ojos, a mis mejillas. Quise volver la cara para que no me siguiera escrutando de esa manera tan inquietante, pero me tenía bien sujeta.

A pesar de que no entendía nada de lo que hacía o pretendía conseguir, continué dejándolo que siguiera con aquello.

Pasó sus manos por la parte posterior de mi cabeza, justo donde sentía aquel dolor punzante, y con las yemas de sus dedos comenzó a masajear lentamente. Entonces comprendí que el único motivo por el que me había soltado el pelo había sido para tener mejor acceso. Empleaba un par de minutos por zona. Estaba segura de que no hubo ni un solo lugar en toda la extensión de mi cuero cabelludo en que se le hubiera olvidado masajear.

Sin poder evitarlo y tras una lucha intensa con mis párpados, cerré los ojos presa del deleite que me estaban produciendo sus manos. Me robó mis sentidos sin piedad. Fue tal el estado de atontamiento en el que me dejó, que hasta caí en el dulce plácer del sueño, quedándome tan dormida como si no lo hubiera hecho en años.

Te NecesitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora