|Prólogo|

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Debido a problemas con su conexión a Internet Ashton tuvo que pedirle la clave del suyo a su vecina de al frente. Esta con gusto se la dio, Ashton le parecía un niño súper tierno, lo malo era que para conectarse debía sentarse en el frente de su casa. Prefería quedarse dentro de su habitación, en la comodidad de su cama.

Ya había comenzado a oscurecer y era domingo, por lo que tomó su laptop y se dirigió al jardín delantero de su casa. Debía entregar un trabajo en clases al día siguiente y no había hecho nada, ni la investigación.

Poco tiempo después de sentarse con la laptop en su regazo se dio cuenta de que su madre tenía razón con lo que le había comentado de manera vaga un par de veces en la semana, los vecinos al lado peleaban a gritos, tan fuertes que el ruido era claramente audible para él.

Para amortiguarlos, conectó sus audífonos y se colocó el que servía, porque sí, uno se le había dañado por pasarse tirando del cable o mordisqueándolo inconscientemente.

—No me importa para nada cómo se creó Australia —murmuró mientras tecleaba en la laptop.

Media hora después un sonido externo lo sobresaltó. Miró hacia donde el sonido había venido y vio a su vecina. Debía ser mayor que su hermana pero menor que él, o al menos así lo calculó a penas la vio.

Era un tanto menuda, pero no en exceso, nada más notó su cabello castaño oscuro, casi negro, que desde que la conocía llevaba un poco más abajo de la cintura, solo que esta vez estaba desordenado.

Pausó la música para poder oír bien, porque había escuchado algo parecido a un sollozo, sin embargo pensó que había sido idea de él, pero no. Ahí estaba la hija de sus vecinos sentada en la entrada de su casa llorando.

Por un momento se imaginó a su hermana en esa situación, así que sin siquiera pensarlo dejó la laptop en la silla en la que estaba sentado y caminó hacia la niña castaña.

—Hey, ¿estás bien? —se quiso golpear a sí mismo. Estaba afuera de su casa aguantando el llanto y aún así le preguntaba si estaba bien. Era obvio que no.

La niña alzó la vista y sus ojos verdes  estaban con la esclerótica, o la parte blanca de ojo, color rojo. Sintió pena por la pequeña por un momento. Su nariz estaba teñida de rojo, al igual que el resto de su rostro.

Ella, por instinto, se secó las lágrimas que estaban bajando por sus mejillas, a pesar de que era pequeña, se sintió avergonzada de que alguien la hubiese visto en ese estado. A nadie le gustaba ser visto llorando

—Y-yo s-sí —tartamudeó. Ashton notó la manera en la que las manos de ella temblaban y su voz parecía quebrarse.

—Soy Ashton, vivo al lado —se presentó al notar la desconfianza que ella le tenía—. ¿Qué te sucede? ¿Es por tus padres? —Dio un paso hacia adelante de forma disimulada.

Ella bajó la mirada, apenada con Ashton y asintió.

—Están gritándose —murmuró—. No me gusta que lo hagan. Gritaron acerca de que ya no se soportaban. ¿Por qué?

Ashton suspiró y tomó asiento al lado de su vecina cuyo nombre aún no sabía.

—A veces los adultos tienen problemas y dicen las cosas sin pensarlo —respondió. En su mente había llegado una opinión mucho más cruel acerca del asunto pero dudó que fuese lo correcto. Tenía a la niña a su lado toda asustada, decirle eso solo empeoraría todo.

Ya ella tendría tiempo en el futuro de darse cuenta lo tormentoso que era una relación cuando el amor se esfumaba.

—Papá arrojó un florero, por eso no fui a mi cuarto. Hay vidrios por doquier —murmuró con la mirada perdida. Sus pies estaban descalzos.

Ashton abrió los ojos sorprendido.

—¿Cuántos años tienes? —preguntó preocupado. Sin importar su edad no debería ver eso. Ningún hijo merecía ver eso.

—Diez —dijo ella—. Me llamo Leah. Tú te presentaste y yo no, perdón.

—No te preocupes —rió ligeramente.

De repente el sonido de algo rompiéndose se hizo presente, Leah se abrazó a Ashton como si su vida dependiera de ello y comenzó a sollozar nuevamente, esta vez más audible.

—No los quiero juntos, Ashton, no —dijo ella en un tono bajo—. No quiero que sigan con sus problemas. No quiero gritos.

—Hey, Leah, tranquila, ¿sí? Todo estará bien —prometió. A sus quince años Ashton era lo suficientemente consciente de que lo más probable era que Leah ya hubiese presenciado muchas peleas así y por eso sus palabras. Tomó aire para darse fuerzas a sí mismo para hablar y acarició el cabello de la pequeña—. Vamos, pequeña, si quieres llorar, hazlo, no lo retengas que todo solo  empeora.

Era fácil darse cuenta que Leah tenía problemas paternales.

N/A:

e.e acá el prólogo de Daddy Issues.

Espero que les guste, estoy muy emocionada con esta novela y quisiera que le dieran tanto apoyo como le han dado a otras.

Sólo aclarando: NO  es una historia Daddy Kink, Sugar Daddy o cualquier tipo de kink con Daddy que haya. No.

Pervertidas.

El término Daddy Issues es inglés es, como lo dice al final del prólogo, problemas paternales. Se refiere a cuando en una relación la chica busca es una figura paterna en el novio. Tipo una Lolita pero más sutil y es más inconsciente.

Sólo que yo no estoy tan fundida de la cabeza como para ponerle 20 años de diferencia. Por favor, no.

Bueeeh, hasta acá los leo por hoy, si tienen alguna duda, ¡comentarios!

Besos.
✖✌

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