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11: Enloquecer.

Hace seis años.

Dos semanas atrás, al curso de Leah había entrado una chica castaña con ojos del mismo tono, era bastante pálida y menuda. Se había mudado de España a Sídney por el trabajo de sus padres, según lo que había dicho cuando la profesora la paró frente a la clase para presentarse.

Leah no le había tomado mucha importancia a la chica, aquella chica era muy callada y se podría decir que hasta tímida.

Meghan Taylor era la única que de sentaba sola cuando comían de todo el curso. A pesar de que no todos eran amigos, solían sentarse juntos.

Leah dejó de pasar por alto a Meghan el día que dos niños un año mayores que ellas le quitaron sus gafas de lectura y mientras esta intentaba tomarlos, el otro le pegó un chicle en el cabello.

—Deja de molestar, Miles —dijo Leah acercándose a los tres.

—¡Vamos, Leah! —bufó Miles. No bajaba los lentes de Meghan, a pesar de que ella había dejado de luchar por tomarlos y ahora sólo trataba de sacarse el chicle del cabello.

—Te pegaré yo un chicle en el cabello, a ver si te gusta —dijo la ojiverde hacia Tyler, el compañero de Miles, o mejor dicho, el que le había pegado el chicle a Meghan.

Ambos chicos soltaron un sonido de disgusto de forma sincronizada.

Se dieron la vuelta, dispuestos a irse cuando Leah volvió a hablar:

—¿Planeas usar tú las gafas o qué? —Se cruzó de brazos viéndolos darse la vuelta. De mala gana, Miles le devolvió las gafas a Meghan—. Gracias, qué amable —cierto tono de ironía apareció en su voz.

—¡Gracias, Leah! —exclamó Meghan con una sonrisa.

—No hay de qué. —Leah le devolvió la sonrisa—. Ellos dos sólo están muy aburridos y creen que es divertido ir a molestar a otros.

—Me fijé... Pero ahora tengo esto. —Levantó un poco su cabello. Una expresión de lástima apareció en su rostro—. Mi mamá se volverá loca si llego con eso.

Leah hizo una mueca. Se lo habían pegado muy cerca del comienzo de su cabello y la opción menos dolorosa serían las tijeras, lo cual era triste al ver el hermoso cabello que tenía la castaña. Era largo, casi hasta su cadera, con ondas naturales.

—Si le pedimos ayuda a la profesora, creo que podríamos cortarlo y que no quede tan notorio —sugirió—. Es mejor a que lo haga yo, créeme.

—Ya qué... —aceptó. Se mostraba recia a cortar su cabello, pero más a quedarse con el chicle.

A partir de ese día Meghan y Leah habían comenzado a pasar tiempo juntas. Cada vez volviéndose un poco mas unidas. Fue un poco absurda la manera en la que comenzaron a hablar, pero para ellas había funcionado.

Leah podía decir que por primera vez había hecho una amiga de verdad.

En la actualidad.

Leah quedó en shock luego de la declaración de Ashton.

Él acababa de decirle que le gustaba, pero también minutos antes ella acababa de sacar a una chica (la cual tenía aires de ser increíblemente fácil).

No sabía si alegrarse o enfadarse.

Leah se sentía nerviosa, no sabía si Ashton recordaría cuando se despertara. Y de así ser, ¿qué cambiaría entre ellos?

«¡Me volveré loca!», pensó Leah.

No quería que algo le pasara a su relación con Ashton, él era su lugar seguro y perderlo sería fatal.

Decidió irse de la casa de Ashton, él sobreviviría a la resaca cuando se despertara perfectamente. Ya tenía experiencia respecto a eso.

Fue al primer lugar que pasó por su mente en ese momento: la casa de Meghan.

Nada mejor para ese tipo de crisis amorosas que una buena charla con su mejor amiga.

Perdería la poca cordura que Leah sentía que le quedaba si se ponía a esperar el autobús que pasara cerca de la casa de Meghan, por lo que decidió cambiar. Eso ayudaría a que se relajara un poco para cuando llegase a su destino.

Leah perdió la cuenta luego de seis cuadras, realmente no le importaba mucho, la casa de Meghan no estaba tan lejos de la de Ashton.

Cuando llegó, tomó un profundo suspiro y tocó la puerta de entrada.

—¡Enseguida voy! —gritó una voz desde adentro. No era Meghan, sino su madre, Cassidy Taylor. La señora de cabello rubio teñido abrió la puerta, al ver quién era, sonrió dulcemente—. Leah, querida, tenía días sin verte.

—Hola, señora Taylor —sonrió Leah—. Sí, bueno, últimamente Megs va más a mi casa —rió—. Hablando de ella, ¿se encuentra en casa?

—¡Oh sí! —Cassidy se movió hacia un lado, dándole espacio para que entrara a la casa—. La llamé hace media hora y seguía durmiendo. —Rodó los ojos—. Qué raro de mi hija. Pero bueno, sube y despiertala, buena suerte en eso.

Leah rió nuevamente y después de dar las gracias, subió las escaleras.

Apenas abrió la puerta del cuarto de su amiga la vio tendida en su cama, boca abajo, con las mantas enredadas en sus piernas y parte de estas en el suelo. Sintió lástima por su cabello al ver que lo tenía todo enmarañado.

Cerró la puerta detrás de sí y se acercó a la cama.

—Meggy —la llamó mientras jaloneaba un poco de su cabello—. Megs. —Tiró un poco más fuerte—. ¡Meghan Taylor, despierta, maldita sea! —gritó cerca del oído de la aludida.

Meghan se dio la vuelta y abrió los ojos de golpe.

—Te odio tanto —fue lo primero que vociferó Meghan al ver a la persona causante de el peor despertar de su semana.

—Son las tres de la tarde, no puedes quejarte —refutó Leah un tanto burlona—. No puedes dormir tanto y pensar que no nos preocuparemos porque te hayas ahogado mientras dormías.

Meghan soltó un perezoso bostezo y se incorporó en su lugar.

—Tuve una noche... Bastante movida —contestó. Leah le dio una mirada pícara—. ¡No pienses en esas cosas, Leah! —exclamó, adivinando los pensamientos de su amiga—. No tuve sexo anoche ni nada por el estilo.

—Asegurate de usar mejor tus expresiones a la próxima, Megs —rió e hizo una pausa—. Antes de hablarte acerca de lo que me hizo venir, ¿con quién saliste anoche?

—¿Qué?

—Tienes un marca de amor en el seno. —Señaló con su dedo hacia la parte que gracias a la suelta camisa de tirantes y postura encorvada de Meghan dejaba ver una marca roja en la parte superior de su seno.

Meghan se levantó corriendo de su cama y se miró en el espejo con clara expresión de sorpresa.

—Lo mataré —dijo para sí misma.

—¿A quién?

Luego de un suspiro, Meghan se dio la vuelta lentamente y pareció un poco cohibida.

—Si te digo, ¿prometes no enloquecer?

—En esta amistad, la que suele enloquecer no soy yo precisamente —respondió un tanto obvia Leah.

N/A:

Helloooo

Acá yo luego del abandono a esta historia.jejeje

Espero que les guste y que no se desesperen por mi nula puntualidad😂

Daddy Issues |afi| Where stories live. Discover now