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En verano, mi papá me invitó de vacaciones a la casa de sus suegros en el campo junto a mis medios hermanos (una chica y dos chicos), con los cuales me llevó muy bien... en especial con el que tiene mi edad (quince años).
En fin... la primera noche me tocó dormir con todos ellos en una pieza y a lado de mi hermano. Pero al despertar, BAM; una enorme mancha sangre en el colchón. Me puse muy nerviosa y empecé a llorar, puesto que era una casa de extraños y mi papá no era muy pacífico frente a humillaciones.
Mi hermano despertó por el llanto (eran las seis de la mañana) y vio la mancha, luego me miró raro unos segundos y después comenzó a sacarse una enorme costra que tenía en la rodilla por caerse jugando basquetbol; le salió mucha sangre, incluso dejó una mancha más grande que la mía.
Yo estaba boquiabierta. Después me pasó el bolso de mi hermana y me dijo:
—Seguro ella tiene, anda al baño y cámbiate.
Por milagro sí tenía. Cuando volví mi papá estaba ayudando a mi hermano a parchar la herida, lo tuvieron que llevar al consultorio del pueblo y todo. Al regresar le pregunté por qué había hecho algo así y me respondió:
—Un hermano siempre debe cuidar de sus otros hermanos, hermana.
Era la primera vez que me llamaba hermana.
¡Ah! Y todos se tragaron la idea de que la sangre era de mi hermano y no de mi vagina.
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