Quinta canción

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Querida Aria:

Me encuentro perfectamente viajando al norte, supuse que tal vez querías noticias mías. Buckbeak está bien y a salvo. Quería pedirte un gran favor, manten a Harry vigilado. Me ha dicho que su cicatriz le ha estado doliendo y es obvio que no es algo normal. Agradecería de tu ayuda de nuevo.

Tu tío,  Sirius.

Aquella carta le había tomado por sorpresa,  era la primera que recibía en todo este tiempo en el que estuvo en Hogwarts. Tenía planeado ayudar a su tío,  manteniendo un ojo sobre Harry.

—Oigan, miren esto—exclama Stet llegando a la mesa, acercandoles un papel para que ambas rubias lo leyeran.

TORNEO DE LOS TRES MAGOS
Los representantes de Beauxbatons y Durmstrang llegarán a las seis en punto del viernes 30 de octubre. Las clases se interrumpirán media hora antes.

—Genial, a esa hora tenemos runas.— dice Luna con su característico tono relajado.

—Si, me aburre ver muchos dibujitos.

El cartel  causó un gran revuelo entre los habitantes del castillo. Durante la semana siguiente, y fuera donde fuera Aria, no había más que un tema de conversación: el Torneo de los tres magos. Los rumores pasaban de un alumno a otro como gérmenes altamente contagiosos: quién se iba a proponer para campeón de Hogwarts, en qué consistiría el Torneo, en qué se diferenciaban de ellos los alumnos de Beauxbatons y Durmstrang...

Aria notó, además de que el castillo parecía estar sometido a una limpieza especialmente concienzuda. Habían restregado algunos retratos mugrientos, para irritación de los retratados, que se acurrucaban dentro del marco murmurando cosas y muriéndose de vergüenza por el color sonrosado de sus caras. Las armaduras aparecían de repente brillantes y se movían sin chirriar, y Argus Filch, el conserje, se mostraba tan feroz con cualquier estudiante que olvidara limpiarse los zapatos, incluso  aterrorizó a dos alumnas de primero hasta la histeria.

Los profesores también parecían algo nerviosos, en especial Flitwick obligando a Stet a utilizar correctamente la camiseta dentro del pantalón.

Cuando el treinta de octubre llegó, nadie podía ocultar su ansieda por la llegada de los dos colegios.  Las clases pasaron rápidamente, aunque nadie les puso atención del todo. Al darse el timbre, todos fueron a dejar sus mochilas a sus respectivas habitaciones y los jefes de casas los formaron y encaminaron hasta donde se recibirían a los invitados.

Escudriñaron nerviosos los terrenos del colegio, que se oscurecían cada vez más. No se movía nada por allí. Todo estaba en calma, silencioso y exactamente igual que siempre.

Aria empezaba a tener un poco de frío, y confió en que se darían prisa. Quizá los extranjeros preparaban una llegada espectacular.

Y entonces, desde la última fila, en la que estaban todos los profesores, Dumbledore gritó:

—Ajá! ¡Si no me equivoco, se acercan los representantes de Beauxbatons!

—¿Por dónde? —preguntaron muchos con impaciencia, mirando en diferentes direcciones.

—¡Por allí! —gritó uno de sexto, señalando hacia el bosque.

Una cosa larga, mucho más larga que una escoba (y, de hecho, que cien escobas), se acercaba al castillo por el cielo azul oscuro, haciéndose cada vez más grande.

—¡Es un dragón! —gritó uno de los de primero, perdiendo los estribos por completo.

—No seas idiota... ¡es una casa volante!—le dijo su compañero.
La suposición del chico estaba más cerca de la realidad. Cuando la gigantesca forma negra pasó por encima de las copas de los árboles del bosque prohibido casi rozándolas, y la luz que provenía del castillo la iluminó, vieron que se trataba de un carruaje colosal, de color azul pálido y del tamaño de una casa grande, que volaba hacia ellos tirado por una docena de caballos alados de color tostado pero con la crin y la cola blancas, cada uno del tamaño de un elefante.

Singing For You [D.M] #2Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora