Capítulo 01: Desconciertación.

6.7K 372 11
                                    

La sensaciones de pérdida y desconciertación se apoderaron de mi. Mis ojos empezaron a entre-abrirse poco a poco, pero el intento fue fallido. La lámpara del techo depositaba parte de su luz sobre mis ojos, lo que hacía más dificultoso la apertura de éstos. Una vez logré acostumbrarme a la cantidad de luz que se cernía alrededor de la habitación, incorporé mi cuerpo cubierto por una fina y blanca bata, en lo que se suponía que era mi cama, pero que sorprendentemente no me resultaba nada familiar.

No. Estaba claro que ese lugar no era ni mucho menos mi habitación. Pertenecía a la de un hospital, y la pregunta era: ¿que hacía yo aquí? Intenté mover mis brazos, pero estaban inmovilizados y atados por varios cables que se conectaban a diversos aparatos. ¿Qué tan horrible accidente había sufrido para semejante atención médica? Mi mente formaba más y más preguntas confusas sin respuestas en cualquier sitio de ésta. Por mas que rebuscara en las esquinas y rincones más profundos y escondidos, no encontraba ni una pequeña pista de lo que podría haberme pasado en horas, días, semanas o meses, ya que tampoco soy consciente del tiempo que llevo recostada en esta dura e incómoda cama. Pero había sido un largo período de tiempo, de eso no había duda, ya que me era imposible adueñarme de los movimientos de mis extremidades. Simplemente no las sentía, y quizá tardaría en volver a hacerlo.

Volví a revisar mi cuerpo sorprendida. Mis ojos chocaron con varias heridas en mis brazos y piernas, decorados y cubiertos por finas tiras de gasas. Delicadamente, acerqué mis finos y temblorosos dedos hacia ellas, palpándolas suavemente. ¿Qué demonios me había hecho? Quería encontrar a alguien que me ayudara a dar con la salida de esta incógnita. Quería saber el cómo, el porqué y el cuándo, con los máximos posibles detalles. Quería saber porqué no lograba recordar los últimos meses de mi vida. Y por supuesto, no me voy a quedar aquí sentada, en la espera de esas respuestas.

Arranqué los cables que conectaban mi cuerpo a los aparatos mecánicos. Mis pies descalzos rozaron brevemente el frío suelo de baldosa. Aún no tenía la suficiente fuerza como para mantenerme en pie por mi propia cuenta. Y me fastidió mucho. Necesitaba movilizarme yo misma. Necesitaba salir de aquel cubículo blanco y monótono.

Apoyadas sobre una esquina de la pared, dos muletas descansaban en espera de que alguien hiciera uso de ellas. Supuse que serían para mi, para cuando despertara, y no dudé ni un minuto más en arrastrarme hasta ellas y reposar todo mi peso sobre los palos metálicos que las formaban. Jamás en lo que recordaba de mi vida, había utilizado unas muletas, tan sólo una vez: cuando a mi amiga del instituto le escayolaron la pierna derecha por una fuerte caída que había sufrido. Quería saber cuál era la sensación de no poder caminar si no es por cuenta de tus piernas, y no fue muy complicente. Se las devolví enseguida.

Y ahora me tocaba a mi llevar a cabo esos movimientos combinados de piernas, brazos y muletas. La verdad, prefería ir en silla de ruedas, aunque tampoco supiera como usarla, pero mi cuerpo no tendría que esforzarse tanto. Apenas tenía ganas de andar, solo quedarme en cama. Sin embargo, las ganas de saber qué había ocurrido durante “x” período de tiempo, se profundizaban cada vez más y más.

Frené delante la puerta, blanca con un pequeña ventanilla para ver lo que ocurre en el exterior, o en caso contrario, que ocurre en el interior. Fuera, tan sólo se paseaban mujeres con batas largas blancas, o trajes verdes. Desde lejos, un hombre alto, con el pelo canoso y unas gafas cubriendo sus ojos resaltaba entro todos los demás. Quizá fuese él quién llevaba la planta en la que nos encontrábamos. Y cada vez estaba más cerca de pasar al lado de mi habitación. Caminaba con largos pasos, mientras que cada dos por tres, mujeres lo paraban para captar su atención e informarle de cómo proseguían sus pacientes, o eso pensaba yo. Sin más interrumpciones, continúo su camino hasta... mi habitación. Apoyó su mano izquierda en el pomo de la puerta, mientras que con la otra agarraba varios papeles dentro de una carpeta de cartón. Sus ojos estaban a la altura de la rectangulada ventanilla y chocaron con los míos, sorprendidos y expectantes. Estaba impulsada hacía arriba gracias a las muletas que me acompañaban, pero de no tenerlas conmigo, no habría logrado poder visualizar lo que me rodeaba desde el exterior.

Remember.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora