Capítulo 04: ¿Quién eres?

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— ¿Quién eres? — Fueron las dos únicas palabras capaces de salir de mis labios. Aún me mantenía sumergida bajo mi asombro y estupefacción. Quizá había sido demasiado directa, pero no podía evitar sentirme atraída por la curiosidad y las ganas de saber que pintaba él en mi vida. Qué hacía él en aquella fotografía guardada entre cajas.

Su sonrisa se desvaneció por unos segundos y sus ojos se fijaron en el suelo. Se mantuvo en silencio. Tras largos minutos, un fuerte suspiro se escapa de su rosada boca, para después dar paso a su ronca voz, en lentas y persuativas palabras.

— Es obvio que no me recuerdas... — susurró, aún con su vista clavada en
los finos polvos de arena.

Lo miré extrañada, a causa de su contestación. Por un momento pensé en la opción de mostrarle la fotografía y pedirle explicaciones, pero decidí que lo mejor sería ocultarla hasta un momento menos delicado para mi. Aún podía sentir como mis huesos se esforzaban por mantenerse firmes y rígido equilibrando la poca fuerza que quedaba en ellos. Aún me estremecía al
recibir esos espantosos escalofríos recorrer mi piel, acompañados de imágenes confusas y ruidos estremecedores adueñarse de mi mente.

Me sentía tan débil y frustrada...

— ¿S-sabes sobre mi pérdida de memoria? — Pregunté en un asustado hilo de voz. Mantenía mi mirada fija en él, observando su fino y perfecto perfil masculino. Sus rodillas flexionadas y su rostro encima de éstas, con sus esmeraldas perdiéndose en el infinito mar, de aguas oscuras y sin fin, aterradoras bajo la luz de la luna que se cernía sobre nosotros. Parecía perdido, triste, como si le hubieran arrebatado algo sumamente importante para él y que tal vez, fuese imposible recuperarlo, o tan solo las posibilidades de volver a tenerlo fueran escasas.

Apartó su mirada de las olas que se formaban en el, ahora tenebroso mar y la fijó en mi, como si mi cara fuese algo que él jamás hubiese presenciado,analizando y observando con detalle cada facción que la formaba.

No podía comprender que tanto le afectaba que yo le preguntara si era 
consciente de mi pérdida, la cual había provocado que lo olvidara a él y la relación que manteníamos. Ni siquiera entendía el por qué de su cambio de ánimo nada más escucharme hablar.

— Sé más que eso, Abby. — Cambió la postura de su cuerpo, para quedar frente a frente conmigo. Mis manos temblaban bajo la arena, y los vellos de mi cuerpo se erizaron ante tales palabras. Era una situación incómoda y a la vez extraña. Me encontraba hablando con un desconocido para mi; pero no tan desconocido, porque de algo nos conocíamos. Porque algo teníamos en común, porque él llegaba saber más de lo que en estos instantes yo soy capaz. — ¿Te suena de algo mi cara? ¿Te resulto familiar? — Negué confusa hacia ambos lados, mintiendo. Sí que me era familiar, tanto él como su cara. La esencia que desprendía lo convertía, extrañamente, en una persona más que importante para mi, pero no entendía en qué modo. — Está bien no importa. Sabía que tendría que enfrentarme a este momento. Con intentarlo no perdía nada.

El silencio indundó el ambiente. Yo me sentía incapaz de hablar, ya que la saliva de mi boca se había extinguido y por mucho que intentara vocalizar cualquier palabra, el esfuerzo era en vano.

El cuerpo del rizado se alzaba ante mi diminuta anatomía sentada encima de la arena. Levanté mi vista, y él extendía su mano hacia mi. Dudé entre agarrarla o no, pero por mi bien, y si quería volver a casa, debería hacerlo.


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