Capítulo 08: Miradas fugaces.

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Tan sólo dos maletas eran las que ocupaban mis manos, ya que toda mi ropa se encontraba en mi desalojado departamento en el centro de la ciudad. Mi madre, de pie bajo el umbral, observaba cómo me encaminaba hacía el negro auto que esperaba por mí en el borde de la acera. Eché un último vistazo hacía atrás; las manos de la fémina, ya lejana a mí, cubrían su rostro completamente, ocultando las lágrimas bajo ellas. Me dolía en lo más profundo volver a dejarla, pero en estos momentos, creo que es lo mejor. La decisión ya estaba tomada y aunque no quisiera culparla a ella de mi elección, tenía que hacerlo. Sus continuas mentiras habían fecundado en mi interior cierta sensación de desprecio hacía ella, remordimiento. Tal vez con el tiempo fueran atenuando, mas ahora mismo, esos sentimientos no tienen intención de marcharse.

Una diminuta lágrima comenzó a recorrer mi mejilla, pero la aparté rápidamente antes de que más trozitos de agua salada se unieran a ella, y decoraran así mi rostro por completo. No quería que me viera afectada, se suponía, siendo en parte verdad, que no la extrañaría, que realmente estaba enfadada con ella.

FLASHBACK.

— Pero hija, ¿por qué? — preguntó sollozando, con sus labios temblorosos.

— Creo que quedó bastante claro, mamá. — Contesté, mientras me levantaba del sillón que se encontraba al frente del cual se sentaba mi madre. Sus piernas moviéndose en continuos y desesperantes toques contra el suelo. Sus azuladas gemas irritadas, a causa de las lágrimas derrochadas anteriormente, me miraban suplicantes, rogando que jamás me marche. — No hagas esto más difícil. He tomado una decisión y la cumpliré. Estoy cansada de tolerar tus engaños.

Avancé hasta las escaleras, con paso rápido. Una vez mi pie se colocó encima del primer escalón, unos delicados dedos rozaron la piel de mi brazo. Di media vuelta, confirmando que el efector de aquel toque había sido mi madre. En un ligero movimiento, rompí aquella caricia, continuando con el desplazamiento de mis piernas rumbo al dormitorio. Unos pasos se oían a mis espaldas, persiguiéndome. Sus gemidos ahora eran más fuertes, y era consciente de que la mujer que se encontraba posterior a mi, había comenzado a llorar.

Antes de llegar a la puerta de mi dormitorio, giré sobre mis talones, para chocar con el cuerpo de mi madre, a escasos metros del mío. Sus pupilas dilatadas, y sus mejillas rojizas. Me encaminé hacía ella, tomándola levemente por los hombros, clavando mi mirada con la suya.

— No llores mamá — hablé con mi voz entrecortada a causa del nudo que se abría paso dentro de mi garganta. Tragué saliva dificultosamente antes de continuar, en el intento de mantener aquel malestar en su sitio, para evitar la salida de gemidos, acompañados de más lágrimas. Ella mordía su labio inferior, manteniéndose en silencio. — No hay por qué para llorar. Sólo voy a marcharme, ¿de acuerdo? Es lo mejor que puedo hacer en estos momentos. Quiero aclarar mis pensamientos, necesito estar sola. Mamá, me haces daño con tus mentiras, me hundes en un inmerso vacío que intento rellenar con los pocos recuerdos que aún mantengo conmigo, irme no es una elección equivocada.

— Pero Abby... y-yo... lo siento. — Murmuró ella.

Remember.Where stories live. Discover now