Capítulo 07: Decisiones.

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Diversas voces se abrían paso entre mis oídos, tan sólo pude reconocer una: mi madre. Hablaba rápidamente, sin controlar la velocidad por la que aquellos vocablos se escapaban de su boca. Parpadeé varias veces, restregando mis ojos, intentando aclarar mi campo de visión. Algo aturdida, intento levantarme, apoyándo el peso de mi pequeña anatomía sobre mis codos.

— Doctor, ¿e-es normal que ocurra tan seguido? Hace apenas un día que sufrió otro de estos malditos desmayos... — Oí hablar a mi madre desde la cocina, con pesar en sus palabras. Suspiro tras suspiro.

Aún no me encontraba del todo consciente y sentía como todos los muebles del salón giraban a mi alrededor, dóblandose para todos los lados, como si en cualquier momento fueran a derrumbarse ante mi. Y lo último que recuerdo, lo último que mis ojos recuerdan haber visto fue a Harry.

— Harry... — dije en un murmullo casi anaudible para los demás, tratando de traerlo de vuelta con la pequeña fuerza con la cual había emitido su nombre. ¿Dónde estaba él? ¿Se... se había marchado? ¿Por qué?

Continué con la recapacitación de mi cuerpo, hasta quedar erguido sobre el respaldo del sofá. A pesar de que todavía no entendía el por qué de esta situación, mi cerebro se esforzaba lo imposible por lograr recordar que había ocurrido exactamente. Imágenes un tanto borrosas se abrían paso entre mi inútil caja de los recuerdos. Entrecerré mis ojos, forzando a mis neuronas por convertir las imágenes borrosas en un tanto más nítidas.

Cansada de la confusión que me evadía, caminé pesadamente hacía el lugar dónde supuse que tanto el Doctor Grey como mi madre entablaban una conversación, sostiéndome con difilcutad en las paredes, acariciándolas con mis rígidos dedos. Todo yo se sentía enteramente frío, sin una pizca de calor corriendo por mis venas.

El largo traspaso desde el salón hasta la cocina realmente fue desfastador, apenas podía mover mis articulaciones y creí que en cualquier momento caería.

El gran cuerpo del Doctor se hallaba de espaldas a mí, pero de frente al de mi madre, quién gesticulaba con sus manos. En cambio el Doctor, cruzaba sus brazos sobre su pecho, intentando mostrar la calma que se merecía esta situación, y la cual mi madre no lograba mantener.

— ¡Hija, cuidado! — gritó la fémina, corriendo hacía mi, pasando sus brazos por mis hombros y mi cuello. — Vamos a la cama, cariño, no debes estar haciendo fuerza. — Gracias a ella, me sentía inservible, débil, impotente. Odiaba que la gente me viera así, tan discapacitada para hacer las cosas por mi propia cuenta.

— No, no, para, por favor, necesito hablar con el Doctor — musité. —Mamá, sueltáme, por favor — rogué, mientras intentaba zafarme de su agarre. No muy convencida, ella fue soltando sus manos de mi complexión, pero aún manteniéndose cerca de mí.

El Doctor se dirigió hacía una de las sillas de madera, y la movió hacía atrás, facilitándome así el poder sentarme. Lo miré agradecida, con una diminuta sonrisa haciéndose dueña de mis labios. Aclaré mi garganta, mientras practicaba las próximas palabras en mi mente.

— ¿Qué ha ocurrido, Abby? ¿Qué pasó con aquel chico? — preguntó el Doctor Grey, tomando asiento justo al frente de mí. Su rostro lucía mucho más jóven que la última vez que lo ví, su larga bata blanca había desaparecido. — Vamos, dime, sé de quién se trata.

— Él era el Harry que me visitaba en el hosptial, ¿cierto? — Asiente. — Pues, pues... bueno, l-lo encontré la otra noche cuando salí, y logré recordar algo, la verdad es que no entendí nada, fue... fue extraño. — Mi voz era como un puente que estaba a punto de quebrarse y caer en el vacío. No sé exactamente cuántas veces me he sentido de tal forma. Odiaba esta sensación de aflicción y debilidad, pero, ¿qué podía hacer yo por evitarlas?

Remember.Where stories live. Discover now