6.- Ceder

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CEDER

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Él dijo: "Cariño, ¿A quién le rezas? ¿Alguien te ha contestado? Porque yo he hecho mi parte por doce años, y no puedo ver a través de las plegarias."

Él dijo: "Realmente no me importa si te cortas el cabello, o si no llegamos a nada. Porque tengo, sí, te tengo."

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Quizás estaría disfrutando esa visita, de no ser porque estaba lidiando con el recuerdo de la manera en que despertó. La muchacha frente a él sacudía su cabellera dorada mientras hacía gestos y le hablaba con muchísimo entusiasmo de camino a los jardines, pero a Harry le costaba caminar. Dioses, ¿Por qué le tuvo que pasar eso a él?

Tuvo una noche agitada, pues algo invadía constantemente su sueño. Un olor picante y caliente, espeso que le abrazaba los pulmones y se esparcía por todo su sistema eliminando cualquier rastro de frío. Un tacto áspero pero gentil sobre su piel y el palpitar constante y nítido de un corazón que ya se le hacía familiar. Una voz firme, clara en su oreja, susurrándole que todo estaría bien. Pero lo que hizo que se erizara todo su cuerpo en el sueño, fue la sensación casi real –el fuerte recuerdo- de dientes desgarrando su piel. De una lengua aliviando el ardor de la herida abierta, y la caricia de unos perfectos labios delineando la obra de arte en su cuello.

Era demasiado calor, se estaba asfixiando y lo necesitaba. Eso que aliviaría la tensión en su vientre, la molestia en su espalda baja y lo que latía dolorosamente en su entrepierna.

¿Allí? Pero sí nunca...

Lamentó cuando a quién tenía encima no era a ese precioso alfa de ojos azules.

Sino que era Ashton, diciéndole que...

¡Haaaarry!—chilló Gigi, la esposa del príncipe Zayn. Estaba a mitad de llevarse un pastelillo a la boca—, ¿Me estás escuchando?

Harry de verdad deseaba, rogaba a los dioses, que le permitiera retroceder el tiempo para no vivir el bochorno de que Ashton presenciara cómo se frotaba contra la almohada en su sueño, buscando un alivio que hasta ahora, desconocía necesitar.

—Perdón, estaba pensando en que...—mordió su labio y tomó uno de los dulces de la bandeja—. ¡Que quiero muchos de estos para la cena!

Gigi era una muchacha muy agradable, a decir verdad. Simpática, parlanchina y con una risa contagiosa. Llevaba año y medio casada con el príncipe Zayn, pero la guerra los separó por muchísimo tiempo, ya que cada príncipe tuvo una responsabilidad para que pudieran ganar. Pero los dioses le habían recompensado todo ese sacrificio, porque hacía apenas una semana se había confirmado con el fisiólogo real, que estaba esperando un heredero Malik.

—Son riquísimos, lo sé—asintió ella, apartando rápidamente la falta de atención de Harry—, los he pedido desde hace unos días.

—¿Será parte de esos llamados antojos? Porque mi hermana tenía unos muy extraños.

—No lo sé, este será mi primer bebé—respondió, dejando ambas manos sobre su aún plano vientre. Un rubor se instalaba en sus mejillas cada que hablaba del futuro bebé, y eso a Harry le parecía hermoso—, ¿Tú hermana no se encuentra encinta también?

Príncipe. » l.s | YA EN TIENDAS|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora