34-. Plegarias

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PLEGARIAS

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No somos los únicos, y no me arrepiento de nada. Cada palabra que dije, sabes que siempre la sentí. Significa el mundo para mí que estés en mi vida, pero quiero vivir y no sólo sobrevivir. Por eso no puedo amarte en la oscuridad, se siente como si estuviéramos a océanos de distancia.
Quizá ya estamos derrotados.

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Observó las estructuras del palacio y más allá, las calles de la ciudad. Cada edificio, casa y tienda brillaba por los rayos de sol. Estaban a la fase más árida del clima de Aurea, por lo que la esperanza de un poco de lluvia era nula y la preservación de los oasis y manantiales debía ponerse en acción de inmediato. El pueblo de Aurea constaba de gente responsable y evitaba lamentables despilfarros de recursos en épocas así.

Louis cerró los ojos cuando una débil brisa alivió por un momento el calor en su piel. Las medicinas le hacían sentir constantemente el sopor del cansancio, sus energías se drenaban y no podía hacer otra cosa que contemplar a su alrededor. Nada más.

Sentado en el diván del balcón de sus aposentos, no hallaba la motivación siquiera para preguntar qué ocurría al otro lado del pasillo donde la vida del palacio se desarrollaba como siempre, pero ahora sin él.

—De niño no te gustaba que las manzanas adquirieran tonos pardos. Decías que era como ver algo morir, así que las comías deprisa apenas tu padre las cortaba para ti. Te atragantabas, y luego decidimos que era mejor prepararte postres y papillas. Eras muy feliz comiendo con nosotros cuando compartíamos el té de la tarde. Me sentí un poco mal cuando dejaste de acompañarnos, dejamos de servir manzanas en las tardes de té desde entonces.

Louis suspiró y se movió con lentitud para mirar hacia la mujer a su lado.

—No podía seguir merendando papillas a los quince años, madre.

Johannah hizo un mohín gracioso y tomó el platillo donde varias rodajas de manzanas reposaban. Alzó una hasta los labios de su hijo, y este no pudo hacer otra cosa que aceptar el trozo de fruta.

—De igual manera quebró mi corazón que nos reemplazaras por un par de espadas—insistió, y aprovechó la renovada disposición del alfa para seguir alimentándolo.

—Pues no seré capaz de tomar mis espadas gemelas en mucho tiempo, después de todo.

Mordió la jugosa manzana que su madre ofrecía, y ella no logró ocultar por un momento la preocupación que sentía por él. Descansó el platillo sobre su falda y le acarició la mejilla.

—Mi hijo mayor está de vuelta en su hogar, con la familia que lo ama y velará por su recuperación. Eso es todo lo que importa. No las batallas del futuro, ni los duelos. La corona esperará por ti, su soberano, para cuando estés listo.

—La corona está actuando sin mí.

—Querido mío, tienes que descansar. Has trabajado tan arduamente estos meses. Deja que tus heridas se curen adecuadamente. Estoy segura que Zayn y Danielle están guiando a Harry para que sepa representar tu autoridad. Es tu esposo, te ama muchísimo y no dejará que tu nombre sea manchado por su actuar.

Príncipe. » l.s | YA EN TIENDAS|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora