II

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  • Αφιερωμένο στον/ην Tamblim15
                                    

El salón en las siguientes semanas de clases parecía un campo de batalla entre dos potencias en guerra, Alemania y Estados Unidos por ejemplo. Aunque parecía más Inglaterra y Francia, siendo Charlotte su país y William el vecino, Francia. En una esquina del salón teníamos a la chic y en la otra al chico. Las pobres chicas entre ellos siempre estaban atentas a cualquier movimiento por parte de cualquiera, si tenían que salir corriendo deseaban hacerlo a tiempo.

Eran polos opuestos, eso quedaba claro. Charlotte se desesperaba, William hacía lo posible para verla molesta y rabiando contra el mundo; lo disfrutaba, adoraba verla marcando el paso de los segundos con el pie en un intento de contenerse. Uno iba calentando al otro hasta el punto de casi llegar a los golpes. 

Charlotte provenía de una familia numerosa, durante muchos años fue ella y sus cuatro hermanos mayores. Aprendió a sobrevivir, lanzar puñetazos y defenderse cada vez que le era necesario. Le tocó ver desfilar a todos con sus novias por la casa, se las presentaban a la familia formalmente. Charlotte no fue tonta, se relacionó muy bien con cada una de las novias que piso su casa. Una que otra le contaba más de lo necesario logrando un conocimiento del tema que se extendería observando. Con el paso de los años sabía a la perfección lo que más atraía a los hombres, lo que buscaban dependiendo de la situación.

William Gallagher buscaba diversión en las peleas, un espectáculo que admirar. Lo mejor que hacer era no tomarle importancia, perdería el interés. Los sabía, pero por más que se resistía siempre terminaba cayendo en la trampa.


—¡Es que su voz, su voz! —decía Charlotte jalándose de los pelos—. Es... es... ¡Ah! Me estresa, demasiado. ¿Quién se cree? Acaba de llegar, ¡que se ubique! —gritó ese día en el pasillo.

—Bien que te encanta —señaló Kristina. Caminaba delante de ella, viendo a sus amigas de frente. Cada tanto giraba la cabeza para ver hacia dónde iba—. Pero sí, trae algo con molestarte.

—Mientras que te quejas, hay otras adorándolo —Felicia señaló un grupito en el jardín de la planta baja—. Es un encanto con todas menos contigo, igual Leonardo y Nicholas son buena gente. ¿Han hablado con ellos? —negaron con la cabeza—. Oh... se lo pierden, deberían hacerlo —agregó encogiéndose de hombros.

Charlotte se apoyó en el barandal, viendo con ojos fieros en dirección a William. Él estaba sentado en una de las mesas redondas, tenía una chica a cada lado, otra a sus pies y paradas había muchas más.

Los otros dos muchachos también estaban presentes. Reían de los chistes que contaban e intercambiaban opiniones acerca de los maestros. Para la sorpresa de la castaña, Leonardo llevaba la conversación, no William como hubiese pensado. Leonardo sacaba palabras de la nada, cambiaba de temas con agilidad, una que otra vez lanzaba una pregunta a William y éste respondía sin ganas. El aburrimiento era palpable en él. Pese a que no era su intención, lograba bajar el ánimo a su alrededor.

Entonces, William sintió la mirada penetrante de su fuente de diversión favorita. Alzó la vista y allí estaba ella, viéndolo fijamente, con descaro. Le sostuvo la mirada a Charlotte unos instantes, en los que una idea se le pasó por la cabeza. Claro, la molestaría. Sólo para variar un poco. Sabía que no era difícil, cada semana probaba algo distinto, por lo que ya tenía bien medida a Charlotte.

Le lanzó un beso seguido de un guiño.

—Maldito —musitó Charlotte.

Las chicas se cambiaron para la clase de educación física. Ahora Charlotte —siempre deportiva y amante de hacer ejercicio— odiaba con todas sus fuerzas la materia. El motivo principalmente era el uniforme. El problema no eran los pants azules, sino la blusa blanca súper calurosa. Eso no era lo más incómodo, el diseño hacia ver el busto cinco veces más grande de lo normal, según el ojo de Charlotte. Antes no era más que una fuente de chisme entre las chicas, ahora había tres más, y puede que a muchas no les interesara, pero Charlotte se sentía constantemente observada, aunque fuese su mera apreciación.

Piedra, papel o besoΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα