XXVI

57K 2.5K 151
  • Dedicerad till los lectores
                                    


Bernard no había llegado. Charlotte esperaba acompañada de uno de sus hombres favoritos, le faltaba su hermano.

Cinco para las cinco.

Charlotte estaba a punto de sacar voladores ante la ausencia de señales de vida por parte de su prometido y su padre.

—No viene —sentenció la muchacha, comprobando la hora en su celular.

—Eso has dicho quince veces —repuso William, jugando con un mechón de Charlotte.

—Ya se, ya se, pero uno nunca sabe. Luego dice no y es un sí, dice sí y es un no.

—Como una mujer —comentó William a su derecha.

—Como una mujer —repitió Brad a sus espaldas. Lottie pegó un brinco del susto, se llevó la mano al pecho. Sus facciones se relajaron al ver al rubio—. Cómo has de tener tu conciencia. ¿Qué has estado haciendo?

—Nada de tu incumbencia —rezongó la castaña pasándose todo el pelo por el pecho.

Como de costumbre, se saludaron de beso en la mejilla. Claro, con Will no hizo eso, se podría malinterpretar. En cambio, se estrecharon la mano. Charlotte estaba totalmente ajena a la mirada de rivalidad que se dedicaban los jóvenes. El ex novio. El novio actual. El primero había cortado con ella sin dejarla de querer, mas su pasión por la música era superior. William había ocupado su lugar antes de que Brad pudiera hacer cualquier intento de recuperarla. Ya estaba estable en todos los aspectos de su vida, tenía una carrera como músico en ascenso. Hasta cierto punto estuvo convencido de ser el hombre ideal para Charlotte, ese punto se puso con William. Uno tenía que ser algo más que tonto y ciego, ambas cosas juntas, para no ver lo bien que se complementaban. ¿Quién sería la persona que se interpusiera entre ellos? Brad no, tenía un código propio que le impedía arruinar la felicidad de dos personas. Sin más, se obligó a ver a Charlotte como una simple amiga.

—¿Qué te trae por estas tierras santas?

—No me hagas reír, William, empezando por la "señorita" que tenemos enfrente, nadie de aquí es santo. Si acaso son las madrecitas —hizo una pausa, verdaderamente parecía estar pensando en sus últimas palabras—. ¿Qué me trae por aquí? —repitió la pregunta del castaño—. No sé cómo me metí en este lio, y si saben cómo me puedo salir se los agradecería.

—Al punto, Brad.

—¿Sabías que la hermanita, ni tan hermanita porque tiene dieciocho años, de Piruet estudia aquí y que, además de todo, se gradúa este año? —Charlotte movió la cabeza negativamente, Will ni sabía de quién estaban hablando—. No, yo tampoco. Esta hermanita, cuyo nombre aún no me sé, hizo una apuesta con su hermano y el muy maldito la perdió.

—¿Tenemos que suponer que la apuesta era que si ella ganaba tú bailabas con ella en su graduación?

—Muy listo, William. ¡Exacto! No sé ni quién demonios es la chica.

—La debiste de haber visto alguna vez en los ensayos.

—Es solo una niña, no me fijo en niñas de su edad —Charlotte bajó la mirada. No se fijaba en chicas de su edad y había salido con Charlotte en un pasado remoto. ¿Se estaba contradiciendo? Tuvo que haber leído su mente, pues respondió a su duda—. Eres la excepción, además eso fue hace varios años.

—Me sigues amando, Bradley Preston y lo sabes —se atrevió a decir la muchacha, con su novio a un lado.

—Tanto que me tiraría por un barranco, ajá, Charlotte, confórmate con el amor de un hombre —dijo Brad, señalando a Will.

Piedra, papel o besoDär berättelser lever. Upptäck nu