III

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Charlotte no había podido concentrarse tan bien como hubiera querido en clase después del pequeño momento con William. Tampoco es que Charlotte se enfocara en las clases usualmente, porque la mera verdad era que sólo prestaba atención cuando no entendía, el resto del tiempo andaba pajareando y haciendo relajo. Regresando con lo anterior, la "señorita" Charlotte se quedó dándole cuerda al comentario de William. Había llegado a una resolución: posiblemente sí la conociera, pero ella no a él.

—¡Y es entendible! —pensó—. Soy un desastre andante, una bomba que todos ven.

—¿Desde cuándo reconoces tus pedos mentales? —inquirió Felicia. La cabeza la apoyaba en la mano derecha, que a su vez la tenía en la mesa. Charlotte ni se inmutó por el comentario de la amiga.

—Desde... este segundo y nunca más —sacó un libro flaquito de cuentos cortos y no volvió a alzar la vista.

Felicia estuvo unos segundos observando a su amiga, ¿cuánto tiempo había pasado desde que vio por última vez ese flacucho libro? Probablemente más de dos años y, si bien recordaba, Charlotte lo había terminado odiando después de haberlo leído un par de veces. Contuvo una sonrisa, tenerlo cerca de nuevo significaba que su querida amiga estaba alejándose un poco de alguna naciente preocupación en su vida. Pensativa, desvió la mirada al otro lado del salón. William coqueteaba con Priscila, a la pobre ingenua le era imposible esconder los matices rojos sobre su piel tan blanca como la nieve.

—¿Ese pobre? —pensó Felicia frunciendo el ceño—. No, está de locos que Char ande preocupada por un chiquillo.

Se sentó correctamente en su silla una vez que sintió la mirada asesina de Miss Alejandra.

—¿Cuál es el alótropo del carbono que falta por mencionar? —acomodó sus lentes sobre su nariz.

—¿Diamante? —respondió habiendo pensado su respuesta bastante bien. Se mordió el labio por los nervios, Miss Alejandra tardaba en contestar.

—Presta atención, Felicia, estamos en clase de cálculo no química. Si quieres puedes regresar a primer año, no me molesta repasar química contigo —se giró para responderle una pregunta a una chica de la primera fila.

En cuanto tocó el timbre anunciando el final del día, Charlotte se despidió de Kristina y Felicia con un seco "tengo servicio". Las dos chicas no cuestionaron eso, Charlotte pasaba varias tardes al año metida en algún lugar del colegio haciendo quién sabe qué cosa. Jamás la habían acompañado, la castaña intentaba no meterlas en problemas por el bien de su currículo escolar. El propio no le interesaba mucho, a menos de que las quejas llegaran a oídos de su padre. Suspiró a mitad de camino. Tendría que lidiar con él en cuanto llegara de viaje.

Bajó de dos en dos los escaloncitos, derrapó en el último. Sin voltear a ver si alguien la había visto se arregló la falda. Caminó en el laberinto de pasillos que era el colegio de monjas hasta llegar a la cafetería con media hora de retraso. La hermana Salma la llenó de besos en la mejilla, era un encanto según recordaba Charlotte. Apareció William cargando unas cajas de pan, la ignoró vilmente. ¿Acaso la hermana se dio cuenta? Le pidió de inmediato a Will que acompañara a Charlotte por lo manteles para poner la mesa.

—¿Y bien? —la joven sonaba irritada—. Primero intimidas y a la siguiente soy un fantasma. ¿Dónde quedo el William animado por demostrar su superioridad?

—Silencio, Charlotte. No estoy de humor —refunfuñó metiendo más pan a las cajas.

—Qué extraño eres. Casi puedo jurar que te haces al gran, gran —comentó la chica metiendo las manos a los bolsillos del delantal—. Pero —enfatizó la palabra—. No eres más que un chico de la esquina intentando saltar a las grandes ligas.

Piedra, papel o besoWhere stories live. Discover now