XXV

65K 2.8K 205
                                    


Charlotte maldijo un centenar de veces antes de salir de su casa el primer día de clase. ¿Quién fue el chistosito que puso las fechas de vacaciones de invierno? ¡Ni siquiera se acercaban a las tres semanas que tuvieron el año anterior! Al menos, entraban una hora después de lo normal, es decir, a las ocho y media. De cualquier forma, entrara a las ocho y media o siete y media, Charlotte seguía recibiendo los gritos de Felicia para que se apurara. De igual forma, los regaños por parte de la directora tampoco faltaron al cruzar el portón de hierro.

—Charlotte Lennox —la llamó la hermana María apenas pasó enfrente de ella—. Esa falda, hay que bajarle al dobladillo...

—Si, hermana.

Oficialmente habían iniciado las clases. Quedaba un último semestre y se graduaba de la escuela, dejaría atrás los uniformes, las monjas y, si tenía suerte, podría hacer su vida a su gusto. Rezaba porque fuera así, aunque no creía poder liberarse fácilmente de las decisiones que su padre tomaba por ella, desde su carrera hasta con quién se iba a casar. Siempre veía la forma fácil de salirse con la suya, esta vez no sería así. Si se casaba con Scott podría elegir la carrera que quisiera, pero eso significaría sacrificar una relación con William sin tener que recurrir a un amorío fuera de la ley, y su familia se salvaría. De no seguir el plan de su padre, probablemente terminaría siendo obligada a estudiar medicina, además de cargar un castigo mayor. Quién sabe, quizá y la desheredaría.

—Por mayoría de votos, Priscila y Cami serán las representantes de salón frente al comité para el festival —anunció la tutora, sacando a Charlotte de sus pensamientos. Repitió en su cabeza las palabras de la mujer. Suspiró levemente, no le caía bien Priscila, pero era la indicada para orquestar y ver que todo salga bien—. Pasando a otro punto, el sábado tenemos el primer ensayo con padres o madre, en el caso de los hombres, y la segunda persona que vaya a bailar con ustedes en la graduación. Cinco de la tarde en el salón de danza —el murmullo se alzó, unas chicas alegaban que arruinarían su fin de semana con eso. Charlotte le clavó los ojos a la tutora, necesitaba escuchar una cosa, que no habían mandado noticia alguna sobre ello por correo a los padres de los estudiantes en monitoreo, como ella—. Cuenta en calificación. No hay excusas, jóvenes. A los padres se les informó en la junta anterior a salir de vacaciones.

—Demonios —masculló la castaña, cerrando el libro de cálculo—. Demonios. Maldita sea, tenía que ser —se levantó de golpe, arrastrando la silla.

—¿Algún problema, Charlotte? —la vista de todos los alumnos se posó en ella.

—Me han desgraciado el resto de mi semana, probablemente el resto de mi vida.

Y con esa simple frase, Charlotte fue enviada con la directora de sección.

—Tenemos dos semanas para organizar todo —se encontró que decía Priscila, sentada en el escritorio de la profesora de cálculo—. ¿Alguna idea para la actividad del salón?

—¿Un Car Wash con chicas bikini? —sugirió Leonardo, totalmente emocionado.

—¡JA, JA, JA! ¡SUEÑA! Ideas similares negadas.

—Chicos, ideas donde las chicas salgan con algo más que lo esencial de ropa —pidió Camila, juntando las manos.

—¿Qué hizo la generación anterior? —preguntó una de las tantas chicas del salón.

—Un café...

—¡Eso! ¡Un café de nenas en bikini! —exclamó William, imaginándose a su chica en un flamante bikini rojo.

Charlotte se adelantó a cualquiera que tuviera la intención de ir en contra de su novio.

—¡Ni lo sueñes, WILLIAM! —al mismo tiempo, lanzó su borrador.

Piedra, papel o besoWhere stories live. Discover now