XIX

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Examen tras examen, las cabezas de los estudiantes de todas las preparatorias estaban con el cerebro a reventar con tanta información. Charlotte llegaba al punto de confundir las materias, empezaba recitando una lección de análisis literario y terminaba con una materia totalmente distinta. Se dormía hasta tarde intentando entender las materias más difíciles, milagrosamente no se dormía a mitad del examen. Felicia tenía una teoría, la mirada que más la ponía nerviosa y la hacía mantenerse bastante despierta, porque parecía zombie, era la de William.

Si bien, los semestrales no les permitían mucho tiempo para ellos, sus almas ya estaban tranquilas. Por la salud mental de ambos no tocaban el tema, ambos sabían que conseguirían estresarse más al no tener la certeza de haber pasado la materia hasta el día siguiente, cuando les dieran los resultados. Como la confianza no estaba del todo bien, se trataban sin tanto coqueteo como antes... o eso decían, pues se les salían naturalmente ese tipo de comentarios. La ley era nada de estudios ni conversaciones prometedoras ni comprometedoras hasta nuevo aviso... el aviso lo tendrían que interpretar.

—Vamos a desayunar —sugirió Felicia al final del examen, estando sentados en la cafetería del colegio. Cada uno lo primero que hizo al salir del salón fue ver si había algo bueno para ingerir, poco a poco fueron llegando con las manos vacías, al igual que los estómagos, a la mesa usual en esas fechas.

Charlotte se quedó atrás checando los mensajes de su celular. Frunció el ceño al ver la "información" de su padre. ¿No podía habérsela mandado con anticipación? Vio la hora y rodó los ojos. Si Oliver Scott era puntual, llegaría a la hora marcada en el mensaje, es decir, en ese momento.

—Tengo ganas de pizza —dijo Kristina guardando un libro en su bolsa, llevaba rato esperando a los últimos a que salieran.

—¿Para desayunar? —preguntó Nicholas, Kristina asintió con la cabeza.

—Vamos a una plaza y cada uno pide lo que quiera en los comedores, listo —intervino Leonardo sacando las llaves de su auto—. ¿Quién viene conmigo?

—Yo paso —dijo Charlotte, captando la atención de todos—. Tengo... emm... —volteó a ver a William un segundo—. Una cita con cierto dolor de cabeza.

—¿William? —bromeó Leonardo dándole un codazo a su amigo.

—No —dijo este secamente, con cara de pocos amigos—. ¿Scott, Charlotte?

—Desgraciadamente... —suspiró de tal forma que Will no supo si sentirse celoso o tranquilo—. Deséenme suerte —el celular empezó a vibrar en su mano, a pesar de ser un número desconocido, ya sabía de quien se trataba—. Si, ya voy, ya voy. ¡No me levantes la voz! Hago esto por mi padre, no por ti, ¿entendiste? Aja, muy bien. Trae el tractor a la puerta, no pienso caminar —ordenó antes de colgar. William le puso la mano en el hombro, ahora si sabía como debía de sentirse: tranquilo—. ¡No es educado! Se cree el rey del mundo —bufó acomodándose la sudadera por quinta vez.

—Seguramente exageras, debe de ser lindo —comentó Felicia—. Para que hayas accedido a salir con él...

—Guapo es, no se le pude quitar eso... ¡Pero es un machista! La otra vez dijo... ahg, es... un machista—gritó Charlotte, se acomodó el pelo de un lado—. Deséenme suerte —repitió repartiendo besos a todos.

Charlotte parecía estar siendo arrastrada por una fuerza superior a ella al auto de Oliver, el cual estaba lejos de ser un tractor. El guardia de la entrada le impidió salir a la calle, el día que Charlotte le hiciera caso, sería el último día de la Tierra. William se divirtió viendo como Charlotte hacia esperar a Oliver, esperaba cruzada de manos en la acera, esperando pacientemente hasta que al señorcito se le ocurriera abrirle la puerta como un caballero. Le haría aprender cómo se debía de tratar a Charlotte Lennox, Will aprendía, no quería cometer un tercer error.

Piedra, papel o besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora