12. Amistad

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Sabiendo que aquella era la última vez juntos, que en ese momento estaban cerrando una historia que duró más que una vida, que aquello fue en realidad sus vidas; esa noche quemaron sus pieles en sensaciones y deshicieron sus almas en emociones

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Sabiendo que aquella era la última vez juntos, que en ese momento estaban cerrando una historia que duró más que una vida, que aquello fue en realidad sus vidas; esa noche quemaron sus pieles en sensaciones y deshicieron sus almas en emociones. No hubo palabras ni promesas, no hubo preguntas ni respuestas... Las horas se hicieron eternas mientras ambos anhelaban que el final de aquella danza nunca los encontrara.

Pero la mañana llegó y con ella el «adiós» se hizo tangible. Carolina despertó y suspiró al encontrarse rodeada por la seguridad de los brazos del hombre que tanto amaba. Aspiró y cerró los ojos buscando la entereza que necesitaba para llevar a cabo aquello que creía correcto. Con lentitud y suavidad se escurrió de entre los brazos de Rafa, buscando su ropa y vistiéndose con parsimonia mientras observaba a su chico dormir con tanta calma e intentaba grabar su imagen a fuego en su memoria. No quería olvidarse de sus cabellos rebeldes, de sus ojos verdes ahora cerrados, de su mandíbula cuadrada, de sus dulces labios ni de su sonrisa de niño que le achinaba los ojitos y le marcaba un pocito en la parte superior de su pómulo izquierdo. No quería olvidar nada y al verlo allí tuvo la certeza de que nunca amaría a nadie como lo amaba a él. Un amor que había durado a pesar de no estar juntos y que probablemente duraría toda su vida, porque era tan grande que ocupaba todo su corazón, o más bien, era su corazón en sí.

Se acercó entonces con sigilo para evitar despertarlo y se agachó para observarlo de cerca, sus labios casi pegados.

—Te amo, te amé y te amaré por siempre, Rafael. —Entonces rozó apenas sus labios en un beso casi imperceptible y se levantó para marcharse.

Rafael abrió entonces los ojos, había estado intentando fingir que dormía para no tener que enfrentarla a la hora de despedirse, para no tener que verla cerrar la puerta tras de sí, para no tener que forzarse a no rogarle que se quedara. Pero apenas escuchó aquello, dos frases acudieron de inmediato a su mente:

«Para poder rendirnos debimos haber luchado, nosotros nunca lo hicimos. Yo no luché por lo que teníamos cuando éramos jóvenes, tu no luchaste por lo que pudimos tener cuando me regresé a Alemania.» Era lo que le había dicho Carolina el día anterior.

«¿Qué tal si ustedes no tienen que reconstruir lo que tenían porque eso ya está demasiado dañado? ¿Qué tal si lo que deben hacer es empezar de nuevo?» Le había dicho Taís cuando habían hablado.

Entonces Rafael supo que en esas frases estaban contenidas sus respuestas. Carolina lo amaba, lo acababa de aceptar cuando pensaba que él dormía, y para recuperarla él debía hacer dos cosas: luchar por ella y empezar de nuevo.

Y contrario a lo que en un principio pensó que sentiría, se llenó de esperanzas y de ilusiones. El amor de esa mujer era lo más importante en su vida, era lo que le había movido siempre, y ahora solo le quedaba una carta por jugar para que ese amor no se diluyera en el olvido.

***

Hacía un mes que Carolina se había mudado a su nuevo departamento. En un principio pensó que todo sería triste y gris, que el tiempo que faltaba para el lanzamiento del libro se le haría eterno, sobre todo teniendo en cuenta la distancia insalvable que ahora la separaba de Rafael. Sin embargo, las cosas no fueron como las planeaba. A la primera semana de haberse despedido de él, Taís la llamó para invitarla a almorzar a la casa un domingo. Carolina dudó si aceptaba o no, pero Taís le insistió que si pretendían quedar al menos como amigos debían comportarse de forma natural.

Lo que tengo para ti © (#3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora