24. Futuro

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Carolina tuvo que quedar internada unos días, se le diagnosticó hiperemesis gravídica, el médico les explicó que era una situación que sufrían algunas mujeres y que básicamente implicaba náuseas y vómitos de manera severa. Tendía a aparecer en las primeras semanas del embarazo y a remitir alrededor de la semana veinte. Las causas podían ser varias, desde genéticas hasta psicológicas, pero en el caso de ella era probable que sucediera porque había sido bulímica por mucho tiempo en el pasado, y aquello había de alguna manera maltratado el estómago y automatizado el reflejo del vómito.

Al no ser capaz de ingerir nada, el peligro radicaba en la desnutrición, por lo tanto era importante tratarla para evitar que perdiera las nutrientes necesarias para alimentar correctamente al feto en gestación.

Ella no pudo evitar sentirse culpable, sentía que hasta tantos años después aún estaba pagando los pecados cometidos. Sin embargo Rafael intentó hacerla sentir bien en todo momento e intentar que no pensara mucho en aquello.

Berta le comentó a Nikolaus y a Rafael su temor acerca de que ella pudiera sufrir alguna recaída con respecto a su trastorno. La maternidad era un momento de transición y cambios en el interior de la mujer, y ella pensaba que sería bueno que Carolina retomara sesiones de terapia al menos durante ese tiempo. Quería planteárselo pero tenía miedo que se enfadara. Decidieron que esperarían hasta que esta situación mejorara para charlar con ella sobre el tema.

Unos días después, Carolina fue dada de alta y le recomendaron seguir manteniendo una alimentación bien balanceada y comer pequeñas cantidades en cortos espacios de tiempo. Además era importante que no dejara de tomar sus vitaminas.

Finalmente, Carolina y Rafael se quedaron por casi un mes entero en Alemania. De hecho ella no quería volver, pero Rafael debía trabajar y si no volvían en ese momento, más adelante con el embarazo avanzado sería mucho más difícil. Rafa sintió que ella era realmente feliz en ese lugar y deseó poder quedarse allí. Les pidió a Nikolaus y Berta que viajaran en cuanto pudieran y ellos asintieron.

Ya de regreso en casa, Carolina siguió con sus tratamientos y cuidados, y —como le habían dicho— cerca de la semana veinte los malestares fueron remitiendo. El embarazo fue transcurriendo normal y ella por cuenta propia decidió hacer terapia durante ese tiempo.

Sentía que la fuerza en su interior decaía y los fantasmas querían tomar sus pensamientos y distorsionar su imagen cuando se miraba al espejo y observaba su cuerpo crecer. En una de aquellas veces, Rafael la encontró observándose y mirando su panza abultada. Se acercó y la abrazó diciéndole que se veía hermosa. Ella sonrió y se giró a besarlo. Desde ese momento él no dejó de recordarle lo bella que se veía y de hacer de todo para hacerla sentir hermosa.

Durante todo ese tiempo, Lina y ella no habían perdido contacto. Hablaban a menudo por las redes sociales y cuando ella regresó con Rafael, aclararon todo lo sucedido y se prometieron que eso jamás las separaría. A Lina le costaba perdonar a Rafael el hecho de que la hubiera utilizado —pues así se sentía ella—, pero sabía que amaba a su amiga y que ella lo amaba a él, así que se había puesto contenta al saber que habían decidido volver a intentarlo.

Ella y Rafael no habían quedado en buenos términos, sin embargo sabía que el día que volviera deberían hablar, ya que si pretendía seguir en la vida de Carolina, evidentemente debería compartir espacio con él. Rafael por su parte se sentía culpable con respecto a Lina y era consciente de que le debía una disculpa correcta.

El caso es que luego de tanto tiempo, ella volvería al país —por un tiempo—, pues se había establecido en los Estados Unidos enseñando en una importante escuela de Danzas y finalmente había conocido a una persona con la que parecía estar contenta.

—Estoy feliz porque vuelve Lina —mencionó Taís aquella noche en la cena, Rafael bajó la cabeza angustiado.

—Tranquilo, ella no te guarda rencor, aunque reconozco que deben arreglar las cosas —añadió Carolina tomándolo de la mano para animarlo. Ella sabía que él era un buen hombre y que aquello lo hacía sentir mal.

Siguieron comiendo sin mencionar más aquel tema, pero Rafael se sintió bien al saber que tenía el apoyo de Carolina. Después de todo era una situación por demás incómoda, ambas eran mejores amigas y él no debió meterse en medio.

En la semana veinticuatro pudieron saber finalmente que esperaban una niña. Rafael se sintió muy emocionado al descubrir que sería padre de una pequeña princesa y al salir de la clínica comenzaron a imaginar cómo sería. Carolina observaba la ecografía que tenía en mano y acariciaba con ternura los rasgos de su pequeña.

—Es hermosa —murmuró.

—Porque seguro es igualita a ti —dijo Rafa colocando su mano en el abdomen abultado de su chica. La pequeña pateó como si supiera que su papá la estaba acariciando.

—Ya te conoce —sonrió Carolina observando con cariño la mano de Rafa acariciando su panza y sintiendo las pataditas—. Berta dice que puede oírnos y que reconoce nuestras voces —admitió.

—Te gustaría vivir allá, ¿no? Cerca de Berta, Niko y el bebé —dijo Rafael observándola.

—La verdad es que amaba esa vida, me gustaba ese lugar, su gente... pero yo quiero vivir donde estés tú. Ese siempre será el mejor sitio para mí —dijo ella acercándose a besarlo, Rafael sonrió y la abrazó.

Durante ese tiempo Rafael se planteó la idea de pedirle matrimonio de una buena vez y comprar una nueva casa. Ya hacía meses que Carolina se había mudado a vivir con ellos y estaban bien, pero cuando la beba naciera, ¿dónde sería su habitación? Era cierto que dormiría con ellos al principio porque Carolina estaba embebida con todas las teorías sobre el apego, la lactancia, el colecho y demás que Berta le había enseñado, pero de todas formas debía tener una habitación, y toda esa situación preocupaba bastante a Rafael, ya que quería darle lo mejor a su familia.

—Deberíamos pensar en mudarnos a un sitio más grande —le dijo un domingo mientras desayunaban en la cama.

—Sí, eso sería bueno... Una casa con patio, quizá... para que la nena pueda jugar —añadió Carolina sonriendo. No tenían un nombre aún, así que la llamaban «la nena».

—Sí... ¿Y si nos ponemos a buscar lugares? No creo que podamos comprar aún, pero podemos alquilar... Este sitio quizá lo podamos vender y con eso y un poco más de dinero... —añadió y Carolina se acercó a besarlo.

Ella tampoco tenía dinero para comprar una casa, con el dinero que le había dado su padre cuando viajó a Alemania se había comprado la casa allá —la que actualmente alquilaba— y había pagado sus estudios y sus primeros años. Desde hacía tiempo se manejaba solo con el dinero del negocio, pero una casa era una gran inversión. Aun así no le importaba, la idea de mudarse a un lugar más grande le agradaba, sí, pero lo que más quería era darle a su niña una familia, una como la que ella nunca había tenido. Todo lo demás no era demasiado importante para ella.

—No te preocupes, de verdad que lo más importante para la nena no es el dinero, ni la casa donde vivamos, sino el amor que le daremos y la familia que tenemos... te lo digo por experiencia —sonrió y Rafael asintió abrazándola, aunque aún no demasiado convencido.

A pocos capítulos del final

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A pocos capítulos del final...

Lo que tengo para ti © (#3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora