30. La propuesta

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Cuando él terminó de comer, ella le tapó los ojos con la venda cerciorándose de que no viera nada. Se sentía jovial y divertida, como aquella joven que se animó a llevarlo a los campos y hacer el amor entre flores amarillas. Él se sentía en éxtasis ante la adrenalina que aquello le estaba provocando.

—En alguna parte de mi cuerpo tengo una sorpresa para ti —dijo ella dejando caer la bata al suelo—. Debes encontrarla —sonrió al ver que él abría la boca en señal de asombro.

—¡Wow!, eso suena excitante —añadió.

Entonces colocó sus manos en los brazos de ella y tanteó su cuerpo, la sintió desnuda y su cuerpo reaccionó aún con más ímpetu.

—No puedes usar las manos —bromeó ella.

—¿Cómo? —preguntó él confundido.

—Será más divertido si usas la boca —añadió.

Rafael sonrió ante aquella provocación y le pidió que se acostara en la cama. Ella lo hizo, boca arriba, siguiendo las indicaciones del hombre que amaba y en el que confiaba ciegamente, entonces cerró los ojos y se dejó ir en sensaciones.

La lengua y los labios de Rafael fueron recorriendo todo su cuerpo, de forma minuciosa, lenta, sensual mientras ella sentía su piel estremecerse ante el frío que se iba trazando sobre su piel ya caldeada por el deseo. Se olvidó por un buen rato de aquello que él buscaba mientras él recorría sus valles y sus llanuras, mientras degustaba el sabor de sus ríos y la llevaba a volar por los aires una y otra vez.

Sin tiempos, sin pausas, sus cuerpos se encontraban una vez más en aquella danza única que les era tan propia, tan familiar y a la vez tan excitante y nueva cada vez. Cuando muchos minutos después, él se recostó tendido sobre su cuerpo y ella sonrió extasiada, Rafael habló:

—No encontré nada —murmuró—. Bueno... encontré todo, pero nada en específico —sonrió. Ella lo empujó un poco y se dio media vuelta quedando ahora boca abajo.

—¿Qué te parece si buscas hacia este lado ahora? —incitó colocando una mano de Rafael sobre su espalda baja.

—Mmmm, eres insaciable —añadió el hombre incorporándose para quedar más cómodo y acceder con facilidad a su cuerpo.

—Esto es la búsqueda del tesoro, Rafael... si lo encuentras... es tuyo —añadió—. Si lo hallas, soy tuya —afirmó.

—Creí que ya lo eras —murmuró él mientras ya iniciaba el recorrido de besos desde el tobillo de la mujer.

—Aún más tuya —corrigió ella que ya cerraba los ojos para perderse en ese mundo de sensaciones—. Te prometo que cuando encuentres lo que buscas, te retribuiré todo lo que me estás haciendo sentir —prometió.

—Darte placer es mi mayor hobby, mujer, lo sabes —murmuró y ella sonrió.

Rafael recorrió de nuevo su cuerpo. Cuando estaba subiendo por su espalda y ella se retorcía debajo de él entre cosquillas y placer, recordó el sitio... El tatuaje que tanto le gustaba acariciar mientras le hacía el amor, el recuerdo de que ella era suya desde antes, desde siempre. Se encaminó hasta allí entonces sintió algo plástico en el sitio donde debería estar la marca.

—¿Qué demonios es esto? —preguntó escupiendo ante el sabor plástico de la cinta adhesiva, Carolina se echó a reír.

—Intenta descifrarlo, sin manos —ordenó.

Rafael intentó buscar una punta y estirar algún pedazo suelto sin lastimarla para poder descubrir lo que allí había, entonces la punta de su lengua sintió algo sobresalir de la piel todavía bajo la cinta. Era cilíndrico... era pequeño.

—¿Caro? ¿Qué es? —preguntó impaciente.

—Está bien, sácate la venda —dijo y él lo hizo de inmediato. Entonces allí debajo de un pedazo de cinta adhesiva transparente, había un anillo, uno que él había comprado hacía mucho mucho tiempo para pedirle casamiento a Carolina, pero que al escuchar su miedo al compromiso, decidió guardarlo.

No sabía que ella estaba enterada que lo tenía... sin embargo allí estaba... pegado a su piel, en medio de las alas de ángel que contenían su inicial.

—Sí, Rafa... quiero casarme contigo —dijo la mujer sin voltear aún pues él se encontraba sobre su cuerpo.

—¿Lo dices en serio? ¿Carolina? ¿Qué es esto? —preguntó anonadado.

—Ver a Taís tan feliz llegar al altar de la mano de su gran amor me hizo reflexionar sobre lo tonta que he sido... Ella me contó que me lo ibas a dar, me sentí mal, no sabía qué hacer... en algún momento sentí que no estaba lista, pero ahora sí... He sido una tonta, lo sé... pero quiero ser tu esposa, para toda la vida —admitió—. Ahora sería buenísimo que te salieras de encima de mí y me dejaras abrazarte, y que me dijeras que todavía quieres casarte conmigo —sonrió avergonzada.

Rafael se bajó de un salto no sin antes sacar el anillo de su espalda. Entonces ella se sentó para verlo, él tomó sus manos en las suyas y le colocó el anillo.

—Fuiste mi novia, mi mujer, mi amor, mi chica. Eres mi presente, y mi pasado... sé que eres mi futuro también... ¿Quieres de verdad hacerme el hombre más feliz del mundo y permitirme ser tu esposo para toda la vida? —preguntó y ella asintió emocionada.

Entonces se fundieron en un abrazo que duró horas y que selló una historia que fue desde siempre y para siempre.

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Lo que tengo para ti © (#3)Where stories live. Discover now