21. La noticia

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—¿Tuyo? —preguntó Rafael luego de un silencio en el cual no dejó de mirar a su mujer

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—¿Tuyo? —preguntó Rafael luego de un silencio en el cual no dejó de mirar a su mujer. Ella asintió en espera de su reacción. Taís y Rodrigo los miraban perplejos—. Quieres decir, ¿nuestro? —volvió a preguntar y Carolina con una sonrisa asintió.

Aquella noticia junto con la sonrisa tímida pintada en el rostro de la mujer que amaba le pareció a Rafael el momento más hermoso de su vida. Una calidez sobrenatural le inundó la sangre y le estrujó el pecho en una sensación de pleno gozo al comprender que pronto sería padre, o mejor aún, ya lo era... pues ese pequeño ser ya vivía en el vientre de su madre.

Rafael se levantó de golpe echando por la fuerza del movimiento la silla en la que estaba sentado y se dirigió unos pasos hasta el lugar donde estaba Carolina, entonces se arrodilló para abrazarla. Escondió su cabeza en el hombro de la mujer, que sorprendida por la intensidad del momento, enroscó sus brazos tímidamente alrededor de su cuello. El habérselo dicho lo hacía aún más real, ya no solo se había convertido en madre, sino que él era el padre, y juntos eran una familia.

Familia, una palabra cuyo significado ella nunca había acariciado de cerca y solo se había atrevido a mirar como un observador externo, furtivo tras una ventana, como una niña hambrienta observando desde los vitrales de afuera a los que comen dentro de un restaurante.

—Dios mío, no lo puedo creer... ¿Sabes cuánto te amo? —decía Rafael mientras llenaba de besos el rostro de aquella mujer que parecía perdida en sus propios pensamientos. Taís y Rodrigo intercambiaron miradas y luego de abrazarlos y felicitarlos, decidieron que debían dejarlos solos.

—Que te sea leve, Caro —bromeó Taís acercándose a la mujer—. Si un solo día que papo creyó que era yo la embarazada, casi me atiborró de verduras y frutas, no sé lo que te espera a ti.

Aquella broma rompió con la tensión creada por la emocionalidad del momento y todos rieron. Taís y Rodrigo pidieron permiso para llevar sus platos —aún sin terminar— con la excusa de ver una película. Rafael y Carolina asintieron agradeciendo la intimidad que aquello les brindaba.

—¿Por qué no me lo dijiste? —preguntó Rafael volviendo de nuevo a su sitio y tomándola de la mano.

—Te lo iba a decir esta noche, me enteré esta mañana... estoy un poco asustada y la idea aún no se ha terminado de afirmar en mi mente —respondió con timidez.

—Vamos, terminemos de cenar y vayamos al cuarto a conversar —ofreció Rafael y así lo hicieron.

Durante aquellos breves minutos en los que se dedicaron a comer, se sumieron en sus propios pensamientos. Rafael reía por momentos imaginándose con un niño en brazos mientras Carolina seguía pensando en lo que la palabra «familia» implicaba en su vida.

—¿Vamos a la habitación? —preguntó entonces cuando acabaron y la rubia asintió.

Entraron y ella se recostó en la cama para observar a Rafa caminar de un lado al otro ansioso pero con una sonrisa en los labios. Le agradaba verlo así, emocionado, feliz; le tranquilizaba que su noticia le hubiera sentado tan bien, aunque nunca dudó de que aquello sucedería. Entonces sintió una certeza en el corazón, no había nadie mejor para ser el padre de su hijo que Rafael, sin embargo ese no era su miedo, su temor radicaba en ella... como madre.

Lo que tengo para ti © (#3)Where stories live. Discover now