23. Problemas

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Llevaban una semana en Alemania disfrutando de paseos y momentos en familia con Niko, Berta y Adler, mientras todo parecía evolucionar favorablemente en el embarazo

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Llevaban una semana en Alemania disfrutando de paseos y momentos en familia con Niko, Berta y Adler, mientras todo parecía evolucionar favorablemente en el embarazo. Sin embargo, aquella mañana Carolina despertó con un fuerte malestar que la llevó directamente al baño para vaciar todo el contenido de su estómago. Rafael despertó ante el movimiento brusco y repentino de su mujer en la cama y la siguió hasta el baño.

—¿Estás bien? —preguntó mientras la veía agachada y en medio de fuertes arcadas.

—No, parece —respondió ella con ironía una vez que pudo librarse un poco de aquella presión en el estómago.

Se levantó con ayuda de Rafael y se acercó al lavabo para enjuagarse la boca y mojarse la cara. Se miró al espejo y entonces todo volvió a ser como antes. Se vio allí, como cuando tenía quince o dieciséis años, acabando de vomitar, lavándose la cara o enjuagándose la boca para que nadie la descubriera. Sintió el ácido todavía quemándole la garganta y esa sensación de asco y odio hacia sí misma bullendo en su interior. Rafael la contemplaba asustado, algo le sucedía y no sabía qué era. Su rostro se había desfigurado al observarse al espejo y parecía ansiosa, asustada, adolorida. Él pensó que había algo mal con el bebé o que ella se sentía mal, y entonces vio sus lágrimas cayendo por sus mejillas. Ella lo sabía, el monstruo que había ocultado por tanto tiempo —tanto que incluso había pensado que estaba muerto—, amenazaba con despertar.

«Esta es una enfermedad que no te dejará nunca». —Le había dicho antes de salir de la clínica una de esas chicas internadas por anorexia. En aquel momento Carolina solo la observó y se dio media vuelta para salir, sentía que podía con el mundo entero, sentía que había recuperado sus fuerzas y su vida y que quería salir para adelante. Sin embargo sabía que en cierta forma aquello era cierto, que estaría como un fantasma siempre rondando su alma, mostrándole en el espejo una idea errada de su cuerpo.

Nadie lo sabía, nadie se había percatado de ello, pero durante todos esos años ella había evitado los espejos, al menos los de cuerpo completo, y aunque en la peluquería estaba lleno de ellos, nunca se detenía a mirarse en uno por más de tres minutos, era una regla personal que ella había adoptado para mantenerse a salvo. No quería alimentar al monstruo, no quería fallarse a sí misma, volver a caer, no quería tener ni la más mínima intención de regresar a aquel martirio que la había acompañado a lo largo de toda su vida.

Pero allí estaba, luego de haber vomitado por primera vez durante su embarazo, observándose al espejo y sintiendo que el monstruo despertaba y se burlaba de ella, que le arrojaba ideas mentales sobre cuánto engordaría en el embarazo y lo mal que quedaría luego de aquello.

Un fuerte tirón en el estómago la llevó de nuevo a váter, volvió a vomitar, volvió a sentir que las entrañas le salían por la garganta quemándole, dejándole sin aliento y sin fuerzas. Rafael se acercó a ella y recogió su cabello alborotado, colocó una mano en su hombro y esperó a que terminara. Estaba asustado, sabía que era normal que le dieran esos estados, pero aquello le estaba pareciendo demasiado agresivo.

Lo que tengo para ti © (#3)Where stories live. Discover now