28. Soltando

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Cuando el funeral terminó, Carolina quedó allí abrazada a Rafael, sintiendo una sensación extraña abrumándola por completo. La gente se fue yendo, de a poco. Algunos se acercaban a darle el pésame, otros ni la conocían. No le importaba, ella no se sentía parte de todo aquello.

Contempló el pasto fresco sobre la tumba de su padre y la lápida contigua, la de su madre. Una persona normal sentiría orfandad, incluso siendo adulta, sin embargo ella había vivido toda su vida en ese sentimiento, y no era nuevo para ella, aunque ahora sí era real. Rafael le abrazó y la besó en la frente. La pequeña Frieda había quedado al cuidado de Taís.

—¿Estás bien? —le preguntó y ella asintió. Esperaron que todos se fueran y se dejaron envolver por la paz del campo santo.

Carolina se sentó en el suelo a los pies de las tumbas de sus padres y tomó una flor en sus manos, jugó con ellas mientras pensaba, meditaba un poco acerca de todo lo que había acontecido a lo largo de toda su vida.

—Qué rápido pasa la vida, ¿no? Cuando una la mira desde aquí... y qué lenta cuando la estás viviendo. —Rafael solo asintió, ella continuó—. Parece que fue ayer que encontré a mi madre muerta, o que te conocí... parece que fue ayer cuando mi padre me hamacaba sin saber que nuestra vida pronto sería teñida por el dolor y el sufrimiento... Parece que fue ayer cuando me llevó de los cabellos por encontrarnos juntos... Parece que fue ayer que te encontré de nuevo, que volvimos, que nos alejamos... Y ahora estamos juntos... y está Frieda... y ya no es una bebita recién nacida, ya tiene dos años y habla... Pronto será una niña y luego se hará adolescente y se meterá en problemas —rio—. Todo pasa demasiado rápido y nos quedamos en cosas que no tienen sentido... perdemos tiempo en situaciones que no valen la pena.

—Es cierto, amor... pero también es cierto que todo lo que nos pasa nos hace crecer. Tu vida no ha sido fácil, pero eres quien eres gracias a todo lo que viviste... malo o bueno... Es lo que te trajo hasta aquí —susurró abrazándola.

—Es cierto... —murmuró—. Mi vida es una eterna lucha contra fantasmas que viven en mi cabeza y a quienes tengo que mantener encerrados todo el tiempo, una lucha en la que a veces siento que pierdo... pero no lo hago, me vuelvo a levantar... porque estás tú, está Frieda... porque son mi soporte, mi cable a tierra. —Rafael sonrió.

—Estoy orgulloso de ti, Caro. Amé a la chica que fuiste y amo a la mujer en la que te convertiste... ya te lo había dicho —sonrió—. ¿Vamos?

La mujer asintió y antes de marcharse miró de nuevo la tumba de sus padres. No podían volver, las pesadillas de su madre muerta colgando del techo diciéndole que se veía gorda, ni los dolores infringidos en su cuerpo por su padre... todo aquello ya no existía más que en sus recuerdos, y aunque los tenía casi siempre encerrados, aún pesaban como un ancla que no la dejaba liberarse del todo.

Ya llevaba algunos metros hacia el frente, pero entonces se volteó y caminó de nuevo hasta allí. Rafael no la acompañó, solo se quedó esperándola.

—Los perdono, los perdono a ambos... y los libero... entierro aquí a su lado mis recuerdos, lo que dolió, lo que me marcó... y me libero —repitió.

Se agachó haciendo un pequeño pozo en el pasto y enterrando la flor que hacía un rato tenía en la mano y que había quedado medio marchita allí cuando se levantó. La enterró y cubrió con tierra aquello, se levantó, se sacudió las manos y sonrió.

Entonces corrió hasta Rafael riendo, y se vio a sí misma en todas sus etapas mientras lo hacía. Desde una niña pequeña, convirtiéndose en adolescente, joven y adulta... Mientras corría sentía que los miedos y fantasmas quedaban atrás, que salían de ella, la abandonaban... Se sentía ligera, se sentía sana, se sentía a salvo... Rafael abrió sus brazos al verla llegar alegre y chispeante, como aquella muchachita de la cual se había enamorado hacía tantos años atrás. La abrazó y la levantó haciéndola girar.

—Te amo, te amo —repitió ella abrazándolo y besándolo.

—Te amo también —susurró él sonriendo.

Cuando llegaron a la casa vieron a Taís escribiendo nombres tras las invitaciones. Lina estaba con ella ayudándola y la pequeña Frieda dormía en el sofá muy cerca de ellas. Aún faltaban dos meses para la boda.

—¿Por qué invitan a tantas personas? —preguntó Lina riendo.

—No son tantas —se quejó Taís—. Calla y escribe que tienes una letra preciosa —ordenó.

—¿No podías imprimir los nombres? —dijo Lina y Taís sonrió.

—Shhh sigue trabajando —insistió.

Las siguientes semanas transcurrieron entre los preparativos para la boda y la mudanza. Taís estaba emocionada y Carolina y Lina no la dejaban ni a sol ni a sombra.

Con el dinero de la herencia Carolina compró una casa en las afueras de la ciudad, allí viviría con su familia. No era lujosa pero sí confortable, tenía un jardín grande y cuatro habitaciones, una era de Taís, la otra de Frieda —aunque aún dormía con ellos—, la tercera e ellos y la cuarta de huéspedes que en realidad pertenecía a Nikolaus y su familia cuando venían a visitarlos. Además había un estudio para Rafael y una biblioteca donde ella se disponía a escribir un nuevo libro. Lina les regaló un pequeño perrito al que llamaron Mimo.

Rafael preparó los papeles necesarios e hizo la transferencia del departamento a nombre de Taís, ella pronto se mudaría allí para vivir con su futuro marido, Rodrigo, con el que estaba a punto de casarse.

Frieda crecía sonriente rodeada del amor de las personas que conformaban su familia. Nikolaus y Berta estaban siempre al tanto de todo e intentarían viajar para el casamiento de Taís. Adler también crecía feliz al otro lado del mundo y ambas familias eran felices cada vez que se reencontraban y compartían. La distancia física no era nada cuando los corazones estaban tan unidos.

El fin de semana antes de la boda, Carolina, Lina y Paty llevaron a Taís celebrar su despedida de soltera.

—¡Yo también me quiero casar! —dijo Lina mientras se divertían en una discoteca.

—¡Y yo! —exclamó Paty soñadora.

Carolina observó a Taís sonreír divertida ante el entusiasmo de las mujeres y se preguntó a sí misma por qué ella no quería hacerlo. No tuvo respuestas a su pregunta, sin embargo la idea ya no le parecía tan imposible.

Se divirtieron hasta altas horas de la madrugada y luego volvieron rendidas al departamento en donde esa noche dormirían todas ya que Rafa estaba en la casa con la niña. Esa sería una noche de chicas, de charlas, de fiesta, y de diversión.

Ya estamos tan pero tan cerca del final

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Ya estamos tan pero tan cerca del final... No lo puedo creer...

Les invito ya a buscar mi nueva historia, que comenzará justo el mismo día que termina esta, o sea el miércoles... y tratará sobre Frieda y Adler. Se llama "Ni príncipe ni princesa". Espero verlos por ahí. Ya subí sinopsis y dedicatoria.

Lo que tengo para ti © (#3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora