Inevitable (Sforza #2)

Capítulo 4

Cayden se sentía inquieto por el evidente fracaso en que se estaba convirtiendo su cometido de convencer a Stella para que se casara con él. Su frustración alcanzaba cotas inimaginables al saber que ella no había cedido para salir con él ni una sola vez más.

Había insistido tanto que se sentía estúpido. Se estaba burlando de él, era obvio. Pero rememoraba la conversación que habían mantenido en la cena una y otra vez. No parecía haber ido mal, un perfecto acuerdo de negocios. Entonces, ¿en qué se había equivocado?

Cinco días y ella no le había devuelto las llamadas. Ese día trabajaría hasta tarde y así olvidaría a esa mujer absurda y cambiante. Había otras, tan buenas o mejores que ella, de seguro.

Solo tenía que buscar. Y eso, era precisamente lo que no quería.

Además, estaba el asunto de su padre. Como era natural en él, se había mantenido informado de sus actividades y conocía que su elección era Stella Torrenti. Había manifestado su entusiasta acuerdo al respecto –bueno, entusiasta era algo que no se podía aplicar a Vincenzo Sforza pero aun así–. Él quería emparentar con una familia influyente y Stella tenía a su favor que no solo provenía de una familia influyente y noble, sino que su otra rama familiar era igual de importante en Italia: los Ferraz.

Por lo que no solo no quería buscar a otra sino que quería que la elegida fuera Stella. Tenía que averiguar una manera de que lo aceptara. Curvó la comisura de sus labios al recordar un fragmento particularmente gracioso de su conversación con Stella aquella noche que le divertía aún ahora.

–No creo que tu padre tenga suficientes hijos como para que el matrimonio sea un plan B efectivo en cada negocio –comentó Stella en cuanto Cayden detuvo el auto frente a su casa–, ¿cierto?

–No –Cayden soltó una leve carcajada–. Lo cierto es que solo contemplamos estas posibilidades en acuerdos grandes y que pretendemos perpetuar.

–Ah, una alianza en toda regla –murmuró Stella.

–Sí. ¿Cuándo podré verte de nuevo? –no quería sonar ansioso pero necesitaba conocer sus posibilidades.

–No lo sé. Lo pensaré –Stella le regaló una pequeña sonrisa antes de abrir la puerta del auto y marcharse. Sin mirar atrás.

Su nula experiencia con los sentimientos de una mujer no le hacían el candidato adecuado para descubrir qué podía ofrecerle a Stella, que nadie más podría, para convencerla.

Dudaba que se dejara tentar por dinero o posición social, porque eso asumía que ya lo tenía asegurado. ¿Placer? ¿Libertad? ¿Amor?

Tendrían que ser los dos primeros, o al menos uno de ellos suponía. El tercero estaba descartado. Sin duda él no sería capaz de amarla, ni a ella ni a nadie. Y, no sabía por qué, pero no creía que Stella aceptaría su amor tampoco... Amor, como si él pudiera ofrecérselo, como si pudiera sentirlo.

¡Nunca antes su oficina se había visto invadida por tan absurdas reflexiones!

Era indignante. Esas cuestiones sin sentido no las había tratado nunca antes y menos en su oficina. ¿Qué le sucedía?

Es que era obvio. Era un negocio y él no perdía nunca en los negocios. Nunca. Stella sería su esposa, solo era cuestión de tiempo, decidió abriendo con un golpe seco la carpeta que tenía frente a él.

***

Stella meneó lentamente la cabeza, sabiendo que solo a Cayden se le podría ocurrir quedarse hasta esa hora en la oficina. No es que presumiera de conocerlo, pero él había dejado claro que su trabajo era lo primero en su vida. "Todo está en segundo lugar. Todo."

Pensó en golpear la puerta pero no le pareció adecuado ya que la puerta se encontraba entreabierta. La empujó con suavidad y se deslizó al interior de la oficina. Cayden estaba tan concentrado en los documentos que leía que ni siquiera la miró.

–Hola –saludó Stella y él se quedó quieto, con lentitud apoyó la documentación en el escritorio a la vez que elevaba sus ojos de mirada oscura y penetrante–, ¿puedo hablar contigo por un momento?

–Hola –pronunció con tono hosco. Evidentemente no esperaba, ni quería, ser interrumpido–. Yo...

–Solo será un momento –aseguró y él pareció cansado–. Te interesará –prometió.

–¿Ah sí? –Cayden se apoyó en el respaldo de su silla y soltó el aire–. Bien pues, pasa y siéntate.

–Es una contraoferta –habló Stella con decisión antes de tomar asiento frente a él–. Tengo presente el recuerdo del emocionante relato de nuestra relación –soltó con tono mordaz– un par de meses de compromiso y luego una gran boda. Está bien, buena idea, pero... –aclaró antes de que él pudiera decir lo que tuviera pensado al abrir la boca. La volvió a cerrar– pero tengo una condición. Quiero un noviazgo y si después...

–¿Qué? –Cayden la miró como si hubiera perdido el juicio–. ¿Un noviazgo?

–Sí, no me arrojaré de cabeza al matrimonio sin conocerte de nada ¿no te parece?

–¿Por qué no? –cruzó los brazos con calma– ¿qué cambiaría un noviazgo?

–Mucho –afirmó Stella con seguridad. Él suspiró, parecía exasperado.

–Si eso es todo... –Cayden entrecerró sus oscuros ojos verdes– ¿qué te parece un punto intermedio?

–¿A qué te refieres? –ladeó el rostro y él asintió satisfecho, al haber captado su atención.

–Nos comprometemos –explicó Cayden– no es un noviazgo, como tú quieres, ni es el matrimonio que yo quiero. Solo un compromiso.

–Nos comprometemos –repitió Stella y sonrió– es una idea.

Se estrecharon las manos para cerrar el trato. Él parecía querer preguntar algo más pero no lo hizo.

Era tan irreal lo que aceptaba, pensó Stella.

–¡Ah! –Stella volvió sobre sus pasos, pues ya dejaba la oficina de él– quiero conservar mi prerrogativa planteada al inicio.

–Y esa es... –preguntó con tono irritado Cayden. Definitivamente quería que lo dejara trabajar tranquilo.

–Que al concluir el compromiso, yo puedo decidir si seguimos adelante con la boda o no.

–¿Qué? –él sonó incrédulo– ¿por qué me arriesgaría por un futuro incierto?

–Precisamente por eso es un riesgo. O lo tomas o lo dejas –sonrió radiante Stella.

–Acepto pero ya vete –gruñó Cayden esbozando una extraña sonrisa. Stella se marchó en silencio, tal como había venido.