Capítulo 10

8.3K 1.1K 21
                                    

Cayden no recordaba haberse sentido tan ridículo como en esa extraña búsqueda del tesoro que hacía la familia Torrenti. No le encontraba sentido alguno y todos parecían tan entusiasmados que mirar a su alrededor le resultaba irreal.

¡Por todos los cielos! ¿No se suponía que los hombres de la nobleza eran rígidos y formales? Pero no, en esa familia al menos. El duque de Torrenti, Ian estaba mirando a través de una estrecha rendija con su esposa junto a él riendo. El futuro duque de Torrenti, Oliver, se encontraba levantando en brazos a su novia Lucianna que observaba sobre un estante en la pared. Los duques de Benfield, Tristán e Isabella, estaban desordenando la cocina entre risas y quejas del ama de llaves.

¿En qué clase de institución mental se había metido a sí mismo? ¡Rayos, esto no iba a ser fácil! Había intentado ser amable y encantador, pero aquella interminable conversación sobre las navidades familiares casi le había hecho enfermar. ¿Cómo se suponía que toleraría a semejante familia política?

Intentó pegarse una sonrisa a su rostro al cruzarse con cada miembro de la familia, como si entendiera lo que estaban haciendo todos. Stella lo condujo hacia los jardines parloteando acerca de la importancia de las tradiciones y la familia... ¡Qué cansado se sentía!

No veía la hora de que la cena terminara y poder ir a su departamento, revisar documentos, tomar una ducha y descansar. ¡¡Volver a la realidad!!

–Estás muy callado. ¿Es por qué no conoces la casa? –Stella chasqueó la lengua y miró a su alrededor–. Sé que debe estar en el jardín.

–¿Eh? –Cayden la miró con extrañeza, disfrazando sus sentimientos con habilidad, para dejar la expresión en blanco–; sí, seguro.

–Solo dilo –murmuró Stella tomando un pasaje que conducía a un jardín interior. Ahí se ubicaba una fuente que estaba tenuemente iluminada.

–¿Decir qué?

–Lo que sientes. Estás aburrido, te parece tonto, no quieres estar aquí, preferirías estar trabajando... lo que sea que se te pase por la mente.

–No podría decirlo mejor –Cayden se encogió de hombros y ella lo miró, ofendida–. ¿Qué? Tú fuiste quien me preguntó y pensé que te gustaba la honestidad.

–Eso no es honesto, es grosero.

–Pero si las opciones me las diste tú.

–Y se suponía que negaras el sentirte así.

Cayden resopló con impaciencia, no pretendiendo siquiera simular que entendía a qué se refería Stella. ¡Ella lo había dicho, no él! ¿Y ahora se enfadaba?

–Pensé que tu familia era diferente.

–¿Diferente? –los ojos verdes de Stella brillaron peligrosamente–. ¿A qué te refieres, Cayden?

Él sabía que pisaba terreno frágil y debía ir con cuidado, pero ¡demonios que estaba cansado de esto!

–Son aristócratas, ¿no? De clase alta, influyentes, inteligentes. ¿Qué se supone que hacen? ¡Es tan absurdo e infantil! Ni tan siquiera por tradición se deberían permitir hacer juegos de niños como este y pretender que todos sus invitados participen, como si fuera...

–Tú podías negarte a participar.

–¡Ni siquiera me dieron la oportunidad! Se organizaron en parejas y ¿cómo se suponía que te dejaría sola? ¡Debo integrarme!

–Quizás no. Todo esto bien puede ser pasajero –Stella negó lentamente y se alejó. Cayden soltó el aire incrédulo.

–Debes admitir que es absurdo que...

Inevitable (Sforza #2)Where stories live. Discover now