Capítulo 28

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Stella estaba encantada de pasar unos días en Inglaterra. La casa ancestral de los duques de Benfield era grande y hermosa, con una estructura clásica que había sido restaurada innumerables veces para adaptarla a la modernidad. Su habitación era encantadora y la felicidad que se sentía alrededor no tenía igual.

Isabella lucía radiante y feliz, totalmente feliz al igual que su esposo, Tristán, quien no dejaba de cuidarla y estar atento a sus pedidos. Eran una pareja de ensueño. Sonrió una vez más, en verdad no recordaba un solo momento en que no hubiera sentido un absurdo impulso de sonreír. La alegría era contagiosa y se sentía muy bien.

Habló un par de veces a casa. Para su sorpresa, Cayden estaba tomando su recuperación mucho mejor de lo que había esperado. No pasaba tantas horas en la oficina como normalmente lo hacía y el ama de llaves le había informado que estaba prácticamente recuperado. Eso era un alivio.

Sin embargo, no había hablado con Cayden desde la noche en que lo había buscado en el trabajo. Él le había deseado buen viaje antes de irse a dormir y, claro, seguramente eso era una idea de despedida para él. Lo que no debería extrañarle. Ese era Cayden y no esperaba que se pusiera sentimental solo porque ella se iba. No era como si a él le importara.

Al contrario. Lo que más quería era estar solo, tener su espacio y con ella ahí parecía que no se sentía cómodo en casa. ¿Así que las escasas horas que pasaba en casa no se debía solo a su devoción al trabajo? ¿Acaso era que tampoco la encontraba soportable a ella?

Inspiró hondo y decidió dejar de lado aquellos pensamientos. No era hora de empañar su alegría con eso.

–No puedo creer que mañana te marches –Isabella suspiró y tomó la mano de su hermana– ya te extraño. Realmente, los extraño a todos. Creo que es lo único que no me gusta de vivir aquí. No los puedo visitar con la frecuencia que me gustaría.

–Pero Isa, tú puedes visitarnos siempre que quieras. Además no creo que nuestros padres tarden en venir. Su primer nieto, están más que felices.

–Sí, Ella –sonrió y ladeó el rostro– ¿y tú para cuando?

–¿Yo? ¿Un bebé? –Stella carraspeó y soltó una risita incómoda– dudo que... Cayden siempre está ocupado y la librería absorbe mucho de mi tiempo. No creo que sean condiciones justas para un niño ¿no te parece?

–Bueno, sí. Más adelante, entonces –Isabella clavó sus ojos dorados en ella– te ves muy feliz. No estaba totalmente segura de... –resopló– aunque al parecer estaba equivocada. Todos lo estábamos ¿verdad?

–Sí –se encogió de hombros y asintió. No había mucho que decir tampoco.

El viaje de regreso a Italia se le antojó corto y sin siquiera pensarlo, Stella se encontraba frente a su casa. Una de las doncellas se encargó de su equipaje y fue directamente a tomar un baño, antes de irse a la librería.

Todo se encontraba en orden. Puso al día las cuentas y verificó los inventarios, realizó un par de anotaciones y se quedó hasta que cerraron. Le encantaba estar de vuelta. Sí, había disfrutado su estancia en Inglaterra pero no había nada, ningún lugar, que se pudiera comparar con Italia.

La cena estaba siendo servida cuando escuchó a Cayden llegar. Se sorprendió pero colocó un gesto impávido en su rostro para recibirlo. Él venía distraído, mirando su celular y no notó que ella estaba ahí hasta que se sentó y elevó sus ojos oscuros. Arqueó las cejas con sorpresa, pero solo fue un momento fugaz. De inmediato, su rostro volvió a ser el mismo, inexpresivo.

–Buenas noches, Stella.

–Buenas noches, Cayden.

–Confío en que hayas disfrutado de tu visita a Inglaterra.

–Bastante, gracias.

Teniendo el plato frente a sí, Stella ya no tenía tanta hambre. Cayden estaba particularmente distante, frío... no es que antes no lo fuera. De hecho, siempre lo había sido. Solo que... bueno, no había esperado eso. En realidad, no tenía la menor idea de qué había esperado. Quizás, algo diferente.

No sabía qué. Solo algo más.

–Veo que te has recuperado.

–Totalmente –asintió Cayden y clavó sus ojos con intensidad en ella– gracias.

–De nada –murmuró Stella y desvió su mirada incómoda.

Un nuevo silencio se extendió entre ellos. Era evidente que, a pesar de los días pasados, la tensión entre ellos no se había desvanecido.

–¿Cómo está tu hermana? –inquirió sin tocar su plato aún.

–Feliz. Le encantan los niños.

–Ah.

–Sí.

Comieron unos bocados. Los dos parecían atragantarse y carraspeaban continuamente. Sin duda, el turno de la conversación le pertenecía a Stella.

–¿Y a ti te gustan?

–¿Disculpa?

–Los niños. ¿Te gustan?

Cayden pareció a punto de atorarse y bebió un largo trago de su copa.

–No especialmente.

–Oh.

Stella removió la comida sin atreverse a cruzar su mirada con la de Cayden. No tenía la menor idea de por qué se lo había preguntado. Pero ya lo había hecho, no había vuelta atrás.

–¿A ti te gustan?

–Supongo.

–¿Quieres tener un hijo?

Stella y Cayden se miraron largamente tras esa pregunta. Él elevó la comisura de sus labios y Stella maldijo estar tan lejos como para notar si él estaba burlándose de ella o... bueno, lo que fuera que pretendiera. Quizás si lo miraba de cerca, podría tener alguna certeza, por muy pequeña que fuera.

–¿Es una propuesta?

Cayden soltó una carcajada y negó enérgicamente, una vez.

–No me opongo a intentarlo pero no estoy seguro de desear ese resultado en particular.

–Qué poco delicado de tu parte decir eso.

–Bastante delicado de tu parte expresarlo así.

–Sabes que no necesito decirlo en voz alta para que entiendas lo que pienso de tu propuesta –exclamó Stella y se levantó– si me disculpas, perdí el apetito –se alejó hacia su habitación con paso firme.

Inevitable (Sforza #2)Where stories live. Discover now