Capítulo 11

9.2K 1.1K 19
                                    


Cayden pasó la mano por su cabello castaño con gesto descuidado, intentando concentrarse en las cláusulas que estaba redactando. ¡Más valía que el maldito circo por el que había pasado sirviera para algo!

Nada, absolutamente nada lo había preparado para compartir una cena con su futura familia política. El cielo sabía que él no podría volver a hacerlo, no de nuevo. No con otras personas. ¿Siempre sería así? ¡Esperaba que no!

Y eran aristócratas, nada más y nada menos. ¡Aristócratas! No, no pensaba que pudiera encontrar una familia menos parecida a la aristocracia que ellos. Sin embargo, tenían dos duques y un futuro duque en la familia. ¡Demonios!

Él necesitaba emparentar con esa familia. Sin duda, le abriría todas las puertas que no estaban ya abiertas por ser un Sforza. Era un sueño de vida, y él la iba a tener.

El costo no era importante. Él lo pagaría sin dudarlo porque los beneficios que le reportaría tener por esposa a Stella Torrenti serían incalculables.

–Las causas para dar por terminado el presente contrato prenupcial son... –frunció el ceño levemente, intentado por décima vez suponer cuáles podrían ser– ¿traición? –sonrió. No, a él poco le importaba eso como le había dejado claro a Stella– Aunque a ella podría importarle –murmuró dejando reposar su mano sobre el escritorio por un momento– sí, quizás debería ponerlo. Pero ¿cómo?

¡Por Dios que nunca se había imaginado redactando un contrato de ese tipo! Cayden puso en blanco los ojos con exasperación y pensó que quizás era momento de hablar con Stella. Preguntarle al respecto. Sí, bien podía estar perdiendo su tiempo al redactar las cláusulas pero quizás no.

Lo había llevado a su casa, a una cena en una ocasión íntima y familiar. ¡Prácticamente le habían dado la bienvenida a la familia! ¿O no?

¿Y si se estaba confiando? Al fin que hacía más de una semana de aquello y él no había tenido ni un solo encuentro con Stella. A él poco le importaba y a ella menos. Pero, es que a él SÍ debía importarle. Tenía que recordar que su objetivo aún no estaba alcanzado, a pesar de que le habría gustado que sí.

–Stella –Cayden saludó a través del teléfono. Ella no parecía alterada en lo absoluto por su ausencia–, ¿puedo verte esta tarde?

–¿Esta tarde? –Stella se quedó en silencio por unos segundos–. No lo sé...

–Necesito verte para que discutamos respecto a nuestro acuerdo prenupcial.

–¿Nuestro... qué? –se escuchó una inesperada carcajada al otro lado de la línea–. Eres increíble, Cayden. ¿Lo sabías?

–Sí, por supuesto que lo soy –dijo con tono divertido, relajándose contra la silla–. ¿Aceptas?

–¿Cómo no voy a aceptar? Quizá si me niego a ir, encontraré que he accedido a casarme sin siquiera recordarlo.

–Es probable. Podría lograr tantas cosas que tú no imaginas.

–Podrías lograrlo todo –aseveró Stella con una risita– está bien. Pero debe ser breve.

–¿Por qué? ¿Tienes otro compromiso?

El silencio que se formó hizo que Cayden pensara por un momento que la llamada se había cortado. A punto de hablar, escuchó a Stella de nuevo.

–Algo así. Estamos preparando un viaje.

–¿Estamos? ¿Quiénes?

–La familia –respondió sucintamente Stella y Cayden creyó que su animación se había reducido perceptiblemente– a Canadá.

Inevitable (Sforza #2)Where stories live. Discover now