Capítulo 16

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Durante cuatro meses Cayden y Stella continuaron con su compromiso y los preparativos de la boda. Asistir a aquella ceremonia en Canadá había establecido una tregua intrínseca entre ellos, evitando que Cayden interrogara a Stella sobre los sentimientos que había revelado.

No que Stella creyera que Cayden lo habría hecho si tuviera oportunidad, pero había sido un alivio que no fuera así. Continuaron como si su corta estancia en Canadá nunca hubiera sucedido.

Un mes antes del día señalado, Stella conoció a la familia de Cayden. Al menos a una parte de su familia. Y se sorprendió de la verdad existente en las palabras de Cayden, porque estuvieron presentes sus padres y dos de los cinco hermanos de Cayden: Christabel y Dante.

Vincenzo Sforza era un hombre intimidante y formidable, aunque se mostró sorprendentemente afable con ella. Isabelle Sforza era una mujer delicada y sumamente bella, que hablaba muy poco y nunca se dirigía a Cayden. Christabel conducía una conversación con éxito y no parecía sentirse intimidada en ese medio. Dante tampoco decía demasiado, excepto para darle la bienvenida a la familia. Cayden era... bueno, él mismo de siempre. Irónico, encantador y frío.

Aunque Cayden deseaba una boda fastuosa, Stella lo persuadió de la conveniencia de realizar una ceremonia íntima con una fiesta de compromiso previa en que sí asistiría toda la sociedad italiana. Lo que mostró ser una gran idea al tener menos personas antes quienes simular una gran complicidad y amor que estaban lejos de sentir.

A Cayden realmente no le importaba lo que pensaran de los motivos para su boda, pero a Stella sí. Toda su familia y amigos íntimos estuvieron presentes, aunque el desacuerdo general era patente. Incluso su padre había insistido en que se estaba precipitando.

Y, por supuesto que tenía razón –reconoció Stella. Al fin que, no había pasado ni un año desde que conociera a Cayden y ya estaba casada con él. Sin embargo, cuando lo notó, la ceremonia, las cenas y celebraciones habían pasado hacía mucho tiempo.

Llevaba un mes de matrimonio con Cayden. Y su vida no había cambiado en lo más mínimo. Excepto su lugar de residencia. Ah, y la frecuencia con la que veía a Cayden. Las citas semanales terminaron con la boda y ahora apenas pasaban tiempo juntos. Era un arreglo... insólito.


***

Cayden se llevó la taza de café a los labios mientras revisaba su celular con distracción. Escuchó a Stella mientras charlaba con el ama de llaves, solicitándole algo y sonrió al despedirse. Él arqueó una ceja.

–¿Sucede algo? –inquirió con curiosidad.

–¿Por qué? –habló en tono risueño. De inmediato entrecerró sus ojos y soltó–. Buenos días, Cayden.

–Buenos días, Stella –contestó él con una leve sonrisa–. ¿Dormiste bien?

–Perfectamente –untó su pan con mantequilla y comió en silencio.

Él estaba sorprendido por lo poco que había variado su rutina desde que había contraído matrimonio. Se había preparado mentalmente para una catástrofe, pero le agradó descubrir que apenas notaba la existencia de Stella. Era una persona excepcionalmente independiente y, después de la primera semana, había dejado de pedir su opinión para asuntos internos de la casa, lo que él agradecía enormemente.

–¿Querías hablar conmigo? –preguntó, dejando de lado el teléfono. Stella asintió y bebió un sorbo de zumo de naranja–. ¿Está todo bien?

–He notado que recibes... recibimos invitaciones a cenas, eventos y bailes. Algunos de beneficencia y otros, no sé por qué –se encogió de hombros, riendo–. ¿Te importaría si yo asisto?

Inevitable (Sforza #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora