Capítulo 5

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Stella deslizaba el pincel a través del cielo de su paisaje, al que estaba proveyendo de una intensa coloración azul. Suspiró ladeando la cabeza para contemplar el lugar exacto en que la luz de un rayo de sol se abriría paso por una lejana nube hasta la ladera.

–Señorita, la buscan –interrumpieron su meditación con un toque en la puerta de su estudio. Stella sonrió brevemente a la joven, indicando que la había escuchado y dejó a un lado el pincel junto con su delantal para acudir hasta el salón. Su hermano la esperaba.

–¿Oliver? –inquirió con extrañeza porque él se hubiera quedado ahí en lugar de buscarla directamente–. ¿Está todo bien?

–Sí, solo quería hablar contigo en un lugar donde... –él chasqueó la lengua–. ¿Podríamos tomar alguna bebida?

–Claro que sí –Stella sonrió, divertida. Su hermano tenía hambre, lo que no era nada extraño por supuesto. Pidió que incluyeran junto con el té unos sándwiches–. Siempre dicen que heredaste el apetito de tío Marcos.

–Es cierto –rió Oliver y le tomó la mano–. ¿Cómo estás?

–Bastante bien –entrecerró sus ojos verdes con suspicacia– y algo extrañada.

–¿Por qué, hermanita? –le dirigió una sonrisa encantadora.

–Tus visitas son bienvenidas, hermanito –contestó en idéntico tono ligero–, pero procuras que nuestros padres también se encuentren en casa cuando lo haces. Y ahora, claramente sabes que no están.

–¿De verdad? Debo haberlo olvidado –su voz despreocupada le dio un matiz de evidente mentira a sus palabras. Ninguno de los dos intentó simular que no lo notaron–. Sabes por qué estoy aquí, ¿cierto?

–¿Yo lo sé? –frunció el ceño confundida–. No creo...

Un rayo de comprensión cruzó su mente cuando lo entendió. Aquel destello hostil en su mirada era idéntico al que había visto la noche de la fiesta de Mía. Ah, así que era eso.

–¿Lo conocías de antes, Stella? –preguntó con falsa suavidad. Ella se sentó y lo miró extrañada–. ¿Por qué me miras así?

–Te ves... molesto –comentó, como si la idea fuera absurda.

–Sí, a veces también me sucede –bufó por lo bajo Oliver.

–Ya veo –Stella reprimió una sonrisa que no sería bienvenida–. Creo que...

Fue interrumpida por la llegada de la bandeja del té y el aviso de una nueva visita. Al levantarse, giró hacia Oliver.

–Suéltalo –dijo sucintamente– ¿qué está sucediendo, Oliver?

–¿Cómo puedes estar enamorada de alguien a quien apenas conoces?

–Oliver... –soltó el aire con irritación– ¿quién te lo dijo?

–Eso no tiene importancia.

–Ciana –proclamó Stella con seguridad. Él desvió la mirada. Así que había acertado–. Pensé que estaba en confianza.

–Soy tu hermano gemelo –recalcó Oliver–. ¿Crees que no me interesa todo lo que te sucede?

–No de esto, nunca antes de esto –puso en blanco los ojos Stella, aunque se sentía satisfecha de la incomodidad que le producía el tema a su hermano–. De cualquier manera, veré quién ha llegado.

Encontró en la puerta a Mía, quien estaba acompañada de Ciana y Bianca. Observó a sus primas una a una, deteniéndose un segundo más en Ciana.

Inevitable (Sforza #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora