La chica de ojos violeta

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(Por: Axel)

El café era amargo pero me lo tomé sin quejas. Había pedido un expreso precisamente para distraerme.

—Recuérdame cómo terminamos aquí.

—Hicieron un pacto suicida y decidieron que hablarían con el diario de Delossi —respondió Franco dándole un sorbo a su café—. Luego Fátima dijo que los vería en Starbucks a las cuatro y...bueno, aquí estamos. Les quedan aproximadamente cuatro minutos de vida.

—Eres un dramático —sentenció Abi mientras le daba vueltas a su celular, intentando conseguir una toma decente de su frappucino. Me sacó una sonrisa el hecho de verla concentrada en una tarea tan banal. ¿Ya no había pasado de moda hacer eso?

—¿Ah sí? —Dijo Franco—. Veremos quién termina vivo al final de esto.

—Si eres tú, espero que al menos denuncies a la policía nuestras trágicas muertes a manos de los periodistas.

Franco decidió ignorarnos y mirar su celular. Eché una mirada alrededor por puro reflejo y casi se me cae el café. No recordaba haber visto antes a Fátima Solier en vivo y era una experiencia un poco desconcertante.

Por primera vez, me alegré de que Abi me mirara constantemente como si quisiera atravesarme con un cuchillo, porque de otro modo no hubiera sido capaz de sostenerle la mirada a Fátima. Había imaginado que solo se había pasado con los filtros, pero ella en realidad tenía ojos violetas. ¿Serían lentes de contacto? Su rostro también incluía una piel perfecta y una sonrisa de dientes blancos.

—Buenas tardes —nos saludó al alcanzar nuestra mesa.

—Eres muy bonita —fue la respuesta de Abi, que tenía la boca cómicamente abierta—. ¿Tus ojos son realmente violetas?

Fátima soltó una risa fuera de control y la chica que venía con ella nos miró escandalizada.

—Cien por ciento naturales —respondió finalmente—, igual que los famosos ojos grises de Axel.

En realidad, los ojos eran de mi madre. Ella incluso bromeaba con que la hicieron ganar el concurso de Miss Primavera tres veces consecutivas cuando era joven.

—Bueno, quisiera ser famosa por algo más que suerte en la genética, así que mis comunes ojos marrones y yo trataremos de no ponernos celosos —interrumpió Abi.

Fátima le sonrió con aprecio.

—¿No se van a sentar? —Agregué en tono amable. Estábamos sobreviviendo a los primeros momentos, así que albergué esperanzas de que esto saldría bien.

—No, venimos a llevarlos a otro lugar. Starbucks es demasiado fácil de encontrar.

Iba a bromear con eso hasta que capté la mirada asustada de Franco. Seguro que ya nos estaba imaginando atados en un sótano.

—¿Y a dónde se supone que vamos?

—Les explicaré en el camino, vámonos antes de que empiece a llegar la gente.

Abi me lanzó una mirada que claramente decía: ¿De qué rayos está hablando?

Me encogí de hombros y seguí a Fátima, que ya nos había dado la espalda y se dirigía a la salida.

—¿Estás seguro? —Susurró Franco.

Ni Abi ni yo nos detuvimos para tranquilizarlo. Unos segundos después estábamos frente a un auto de segunda, manejado por un chico que nos echó una mirada lánguida antes de encenderlo.

PROHIBIDO tener citasWhere stories live. Discover now