Modo Abogado

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(Por: Axel)

Papá me miraba desde el otro lado de la habitación, con la mirada de halcón que seguramente pondría nervioso a cualquier criminal.

—¿Qué pasa, Axel? ¿A quién asesinaste?

Intentó reírse de su propio chiste, pero solo le salió a medias.

—No he asesinado a nadie.

—Todavía —señaló él.

—Estás siendo dramático.

—Es muy difícil ser un abogado penalista flemático —dudó un segundo—: ¿Por qué estoy aquí?

—Yo...hice algo muy malo.

La preocupación de papá se volcó sobre mí.

—¿Estás bien? ¿Qué pasó? ¿Cómo te descubrieron? ¿Esas pruebas pueden haber sido manipuladas? ¿Fue un testigo?

—Cálmate.

—¿Tú dijiste algo? Dime exactamente cuáles fueron tus palab...

Lo sacudí hasta que salió del "modo abogado". Sus ojos lucieron perdidos un segundo, como si no supiera cómo quedarse en "padre preocupado".

—Robé un libro de la biblioteca.

Eso captó por completo su atención. Frunció el ceño y parpadeó confundido.

—¿Las bibliotecas no se supone que te prestan los libros...gratis?

—Una chica me pidió que lo consiguiera. Fue una especie de reto, porque eran las cinco de la tarde y ella lo necesitaba con urgencia. Me metí a la escuela y saqué el libro. Realmente no pensé que fuera tan importante, pero ahora sé que me pueden expulsar por eso.

—¿Por qué no me ha llamado el director? ¿Cuándo se enteraron?

—Pues...la verdad es que nadie lo sabe todavía.

Bueno, casi nadie.

Papá abrió y cerró la boca cinco veces, sin poder encontrar las palabras correctas. Lo sentí como un logro personal: es uno de los mejores abogados de la ciudad, pocas cosas consiguen sorprenderlo. Vi el momento en que recuperó el habla y me adelanté para terminar la historia, solo por el placer de verlo en shock unos segundos más:

—Esto pasó hace tres meses aproximadamente....pero quiero confesarlo mañana en la escuela.

—Eso...eso no tienen ningún sentido —dijo papá finalmente.

Buscó un lugar donde sentarse y se dejó caer sobre mi cama señalando cosas en el aire como si intentara armar un diagrama mental.

No solía darle problemas a mi padre: nunca había recibido siquiera una citación de algún profesor. Sacaba buenas notas, hacía las tareas, cocinaba, no me metía en peleas y era cuidadoso incluso para llevar chicas a la casa. Es muy difícil ser un adolescente rebelde cuando has visto morir a tu madre frente a tus ojos, y a tu padre pasar de ser un abogado ocupado a un alma en pena deambulando por la casa.

La primera vez que los ojos de mi padre habían recuperado un poco de su viejo brillo después de ese mes en blanco y negro, había sido cuando volví al colegio y había que pintar algo para la clase de arte. Dibujé lo único que todavía parecía real: el rosal de mamá, en medio del patio, como un colorido monumento a su memoria. La profesora, que no sabía nada de lo que había pasado en mi casa (y quizás no lo llegó a saber nunca), pensó que era el dibujo de un niño feliz, y me puso la calificación más alta.

PROHIBIDO tener citasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora