Un corazón que se hace trizas

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Dos semanas después ya podía valerme por mí misma. Aún me molestaba el brazo, y no tenía la fuerza de antes, pero al menos ya estaba completamente curado. A la gente de la clase le importó poco, o nada lo que me ocurriese. A mí tampoco. Tenía a Lincoln, y con eso me bastaba. Y en secreto, a Clarke.

Yo misma le había obligado a que mantuviésemos las distancias, pero estábamos demasiado bien juntas. Me dolía tenerla sólo como amiga, pero quizá fuese mejor que el trato inhumano que tenía antes conmigo. Me dolía ver que era feliz con Finn, que él podía probar sus labios y recibir sus caricias, ser el causante de sus anhelos, sus suspiros y sus gemidos. Él era dueño de un lugar que para mí estaba vedado.

Quizá me había alejado un poco de Lincoln. Con la mejora del tiempo, apenas cogía el autobús, prefería irme en la moto a clase. Me seguía ensimismando como antes, y él se callaba para sí sus problemas. Por una parte me aliviaba, pero por otra... lo echaba de menos. Porque me sentía un poco lejos de él, y aunque sólo fuese un poco, lo necesitaba cerca.

Durante los descansos no podía esconder mi fascinación por Clarke. Siempre estaba rodeada por un séquito de chicos y chicas, algo que yo jamás había experimentado. Oía las voces de mis amigos (conocidos, más bien), mientras yo me mantenía en silencio, admirando la belleza de esa diosa griega de cabellos de oro, que aún seguía atormentándome en sueños, me partía el corazón y esparcía los pedazos alrededor del mundo. Me veía obligada a servirla, sólo para poder recuperar los pedazos y ser libre. Mientras tanto, vivía con la flecha de oro clavada en mi pecho, hiriéndome y haciéndome esclava de ella.

Con el tiempo empecé a ser menos cuidadosa respecto a mis propias reglas. Empezaba a darme igual que nos vieran llegar juntas, aunque seguía despidiéndome de ella lejos de la escuela. Cuando nos encontrábamos por los pasillos no podía evitar sonreírle como una idiota, como si compartiésemos un secreto tan íntimo que sólo ella y yo conocíamos. Ella también se quedaba embobada en clase por mi causa, a lo mejor le gustaban los desastrosos dibujos que hacía mientras los profesores daban clase.

Y la gente empezó a darse cuenta, de que Clarke se comportaba de manera extraña. Poco a poco la altivez y exclusividad que respiraba fue menguando, siempre le rodeaba ese halo de misterio y soberbia, pero ahora parecía más humana, más... real. Más accesible. Muchos mocosos se acercaban a ella, y para no ser cruel con ellos, aceptaba sus regalos. Y en mi pupitre podía verse cómo mi mano derecha se abría y cerraba compulsivamente, las venas se me marcaban de rabia y los nudillos se me volvían blancos de tanto apretar el puño. Me volvía inquieta, lanzaba miradas de odio hacia todo aquel que se le acercaba.

Me estaba volviendo demasiado obvia, lo sé. Y además estaba perdiendo a mi mejor amigo. Así que después de meditarlo mucho, decidí plantarle cara a la situación, e intentar llevar ambas vidas a un ritmo paralelo, sin que nadie resultase dañado.

Se acercaba mi cumpleaños, y quería hacer algo especial con Lincoln. Sólo él y yo. Era un gran amante del cine, así que alquilé una de sus pelis favoritas, y acomodé el salón para hacerlo casi un salón de juegos. Y cerveza, mucha cerveza. Si al menos no salía contento de mi casa, al menos se llevaría una feliz borrachera.

Cuando llegué a clase, le esperé, inquita en mipupitre. Estuve garabateando en la libreta, abstraída de lo que ocurría a mialrededor. Sin embargo, Clarke tenía un extraño poder sobre mí. Podía sentir supresencia, mucho antes de que llegase a clase. Empecé a sonreír como unaidiota, y cuando atravesó la puerta y dejó su carpeta y su bolso sobre su mesa,y me miró, todo lo demás que me rodeaba dejó de existir.

No podía apartar mis ojos de ella... por más que lo intentase, era algo demasiado difícil. Tendrían que cegarme como hicieron con Miguel Strogoff, y aun así sería capaz de verla. Tendrían que matarme para que dejase de sentir esto que me recorría las entrañas cada vez que la tenía cerca de mí.

Sweet dreamsWhere stories live. Discover now