La línea entre el amor y el deseo

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Abrí la puerta con sigilo, aún procesando las últimas palabras que Finn me susurró. Cerré y me dejé caer al suelo, arrastrándome por la puerta. Crucé los brazos por debajo de las rodillas, y allí me quedé. No tenía fuerzas para nada más.

Quería estar sola, pero entonces recordé que Clarkeestaba aquí. Al oír el murmullo que la puerta, apareció en unos instantes a milado. Se echó al suelo, pude ver su sombra y sentir el calor que su cuerpoirradiaba. No me apetecía nada mirarle a los ojos, no lo soportaría. Nosoportaría ver compasión o pena en su mirada, o una sensación de agradecimiento.No. Lo que yo quería no estaba a mi alcance. Eso estaba reservado para alguienmás. 

Sentí sus brazos rodeando mis hombros, dándome calor. Quería despegarme de la puerta, pero yo no tenía fuerzas para ir con ella. No quería. Si pudiera, saldría a la calle, en pleno invierno, en plena nevada, y me quedaría en medio de la carretera, esperando que bien el frío, o un coche acabase con mi vida.

A pesar de mi negativa a su cercanía, ella seguía allí. La dejé entrar en mi capullo improvisado, y me abrazó hasta que el sueño pudo con mi cabezonería y yo caí en el mundo del subconsciente. No supe más de ella.

Al día siguiente, al despertar, aún era de noche. Caían copos de nieve desperdigados, como si les diera pereza caer en ese mundo podrido de humanos insensibles. Entonces sentí un cuerpo caliente cerca del mío, y una ola de pánico me recorrió entera, cuando vi el cuerpo semidesnudo de Clarke hecho un ovillo, a mi lado.

Tuve la tentativa, otra vez, de alargar el brazo y comprobar que estaba allí, que no era un sueño. Y esta vez, aunque oía las voces en mi cabeza que me gritaban ¡No, no lo hagas!, no pude evitarlo. Su piel era suave como el tacto de una pluma sobre una indefensa pompa de jabón, cálida como el fuego fatuo después del amanecer, y deseable como los demonios añoraban el cielo, lejos de sus corruptos crímenes que les impedían llegar a tal perfección.

Cuando mi mano se dispuso a quitarle un rebelde mechón rubio para colocárselo tras la oreja, ella ronroneó en su sueño, y los ojos empezaron a abrírsele. En ese momento sentí la mayor vergüenza de mi vida, incluso mayor que aquella vez en el bar, en el que casi la deleito con mis bellos insultos propios de un barrio de mala calaña.

Quise retirarla, pero ella no me dejó. Comenzó a despertarse, y el agarre fue aún más fuerte. Me sentí empequeñecer. Finalmente, cuando sus orbes azules me miraron, no tuve otra opción que retirar mi mirada, aunque me era imposible hacerlo.

-¿Por qué eres tan vergonzosa conmigo? –preguntó ella, que en un rápido movimiento me obligó a tumbarme en la cama, y ella se sentó a horcajadas sobre mí.

Mi corazón empezó a latir con fuerza, violentamente y con dolor en mi pecho. Quería hablarle, quería decirle que no podía evitarlo, que lo llevaba en la sangre. Y que ella era una especie de catalizador para que la vergüenza y la timidez que llevaba dentro saliesen al exterior. Muchas palabras, demasiadas, para lo que mi boca fue capaz de pronunciar.

-Porque me gustas.

No era exactamente lo que tenía en mente, pero si quizá lo más directo. Aplaudía mi capacidad de síntesis, y de objetividad. Porque quizá todo se reducía a eso, quizá todo lo que hice anoche fue a causa de ella.

"Tú la quieres, por eso vino aquí"

Recordé en ese instante las palabras de Finn, las pocas que intercambiamos. A lo mejor él tenía razón, pero no quería hacerme ilusiones. Porque cuanto mayor fuese, mayor sería la caída, el dolor.

Sweet dreamsWhere stories live. Discover now