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—Peter, déjame concentrarme, por favor— pidió la chica por quinceava vez. Él castaño rió y negó.
— No hasta que me hagas caso— la chica gruñó y él sonrió— por favor, Maya. Puedes escribir más tarde, ahora yo necesito atención.
— Ajá, sí— respondió la chica de ojos castaños. Su mejor amigo la estaba atormentado y ella no se podía concentrar. Cerró la laptop y la dejó a un lado— Bien, Parker, ¿qué quieres?
— No, ya nada— respondió de manera resentida. La chica bufó y giró los ojos.
— O sea que haces que deje de escribir y que se me vaya la imaginación ¿sólo para decirme un "no ya nada"?— preguntó la chica enojada. Él sonrió un poco pero ella se levantó de la cama, pretendiendo irse.
— No, Maya, no te enojes— pidió Peter, tomándola de la cintura y arrastrándola con él a la cama.
— Suéltame, Parker, no me toques— respondió la chica y el de ojos marrones negó.
— No hasta que me digas que no te irás— replicó, ella resopló y asintió— Promételo.
— Lo prometo— ella giró los ojos cansada. Él chico sonrió y acarició su cabello. Ella suspiró y dejó de moverse.
— Eres muy enojona— rió él.
— Lo sé— contestó ella distraída. Él sonrió al verla adormilada.
— Y a veces eres adorable.
— Lo sé — repitió, Peter sintió que era el momento de decirle lo que sentía, aprovechando también que estaba adormilada.
— Te amo— murmuró sin esperar a su respuesta.
—Ya lo sé— murmuró ella.
— Desde hace tres años— continuó él sin prestar atención por completo—¿Espera, qué?
— Lo sé— contestó ella suavemente.
—¿Qué?— preguntó él y ella sonrió brevemente.
— Lo sé, Parker.
— Eso fue muy a lo Han Solo y Princesa Leia— bromeó Peter— Aunque para ser sinceros, ¿sabes qué esperaba otra respuesta?
—Entonces, vamos de nuevo, yo también te amo— ella se giró y capturó sus labios en un beso que tomó al de ojos marrones por sorpresa. Él le devolvió el beso y ella enredó sus dedos en su cabello. Sin darse cuenta, ambos estaban en una posición comprometedora.
La puerta fue abierta por una mujer de cabellos ondulados y castaños, ocasionando que ellos voltearan rápidamente.
— Peter, Maya, la cena está lista— avisó y fue entonces que se percató de la situación— ¡Ben! ¡Vamos a tener que darles "la charla"!
— No otra vez— se quejaron al mismo tiempo. Ambos fueron guiados al comedor, donde el tío Ben estaba sonriendo, le hizo un gesto a Peter.
— Te dije que terminarían juntos, quiero mis cinco dólares— Peter gruñó y su tío sólo rió.
Maya al oír aquello sólo pudo contener la risa, mientras la tía May se preparaba para darles un gran y aburrido discurso.
