Capítulo 1.2

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Miré por la ventana de mi habitación.  No podía dormir,  sentía tanta tristeza y angustia...

Nunca me había imaginado que esto me pasaría. 

Miré mis manos.

¿Qué le había hecho para que me hiciera daño?

Negué con la cabeza.

Hasta donde sabía, nada.

Me picaban los pies de las ganas que tenía de ir a la iglesia y pedir posada; pero no podía dejar a mi bebé y menos como estaba de frágil aún.

Me acerqué a la cuna y lo observé dormir. Él no podía volver a pasar por lo mismo,  si yo me iba, quizá cosas peores le harían.

Negué,  no, yo lo cuidaría sin importar lo que pase conmigo.

No puedo dejar que lo vuelvan a lastimar.

La puerta se abrió y por ella entró una joven muy guapa vestida de sirvienta. Tenía un traje gris con un delantal negro.

Traía un montón de ropa apilada en sus manos.

-Aquí está tu ropa, el patrón dice que bajes a cenar con él ahora- tiró la ropa en la cama y varias prendas se cayeron al suelo-. Apúrate,  no le gusta esperar- frunciendo el ceño me acerqué a ella.

-¿Por qué me hablas así? - no entendía su antipatía.

-Porque no debiste regresar- miró a ambos lados antes de continuar-. El patrón y yo estábamos muy bien hasta que llegaste- me sorprendió esa afirmación-. Debiste morir, pero no te preocupes,  estando aquí vas a desear haber muerto.  Todos te odiamos- salió de la habitación y me quedé pasmada.

¿Qué había hecho para merecer tanto odio?

Negué con la cabeza.

Debía averiguarlo.

Recogí la ropa del suelo con dificultad y observé qué fue lo que me habían dejado.

Habían trajes y pantalones,  camisas y una bolsa con tres pares de zapatos. Todos bajos.

Fui al armario y encontré algunas perchas con las que podría colgar la ropa y evitar que se arrugara.

El bebé despertó y yo fui hasta su cuna.

Lo saqué y fui hasta la cama,  me recosté y procedí a darle de comer.

Esta vez no dudó y se prendió de mi pezón ávidamente.

-Quizá se moleste conmigo,  pero yo no quiero verlo. Prefiero quedarme aquí contigo... siento que tú si me quieres o necesitas- acaricié la cabeza del pequeño Alfonso. Era asombrosa la conexión que había desarrollado en tan poco tiempo con el bebé.

Luego de un rato, lo cambié al otro pecho.

Me acomodé el sujetador y me concentré en el bebé nuevamente.

-Eres un bebé hermoso... - acaricié sus pies desnudos y resolví buscarle algo de ropa ya que no tenía nada para ponerle-. No tienes ropa... bueno... debo buscar algo en tu antigua habitación y lavarlo... no creo que alguien quiera hacerlo por mi- tomé su mano y la llevé a mis labios.  Besé sus deditos y comparé su mano con la mía-. Eres tan pequeño... un bebé lindo...- empecé a buscar semejanzas de él para conmigo y su cabello fue lo primero que saqué. Era igual de rizado que el mío y sus ojos... bueno sus ojos se parecían a los de su padre... la forma de su rostro se parecía a la mía-. Te pareces a mamá... - me acomodé mejor en la cama y gemí. Me dolía la cadera y la pierna.

Me imagino que fue por la forma en que caí en la cama.

El pequeño Alfonso se quedó dormido y como sentía mucho dolor, lo dejé a mi lado en la cama.

Acaricié mi pierna y traté de flexionarla. Me dolía demasiado.

Aunque no quisiera verlo, tendría que ir hasta Alfonso y pedirle unas cuantas pastillas para el dolor.

Me senté y cuando intenté ponerme de pie, casi caigo de no ser por unos fuertes brazos que me sostuvieron.

-Te tengo...- miré a Alfonso y desvié mi atención a otro lado.

Él me dejó en la cama y apenas toqué esas superficies,  alejé sus manos de mi cuerpo.

-Lo lamento... fui un animal contigo- no lo miré a los ojos-. Voy por algo de ropa para el niño y unas pastillas para ti... También voy a cenar aquí con ustedes- fruncí el ceño.

¿Por qué de repente tan atento?

Suspiré.

-Gracias- lo miré a los ojos y vi arrepentimiento en los suyos.

-De verdad lo lamento- negué con la cabeza.

No quería hablar con él,  pero tampoco quería que me volviera a tratar mal.

-Ya no importa... no te preocupes-  él se acercó y me dio un beso en los labios.

Me iba a apartar, pero él me retuvo ahí y fue intensificando el beso.

-No...- logré alejarlo y él asintió.

-No sé qué me pasa contigo... me vuelves loco... siempre lo has hecho-  acarició mi rostro y yo con cuidado tomé sus manos y las aparté de mi cara.

No quería que me tocara.

Es decir,  me trataba mal y me hacía daño aludiendo que yo me lo merecía y luego venía y me pedía disculpas y trataba de actuar como si no me detestara cosa que empezaba a sospechar.

-Antes no era así... ahora es completamente distinto... cuando te beso... todo es tan diferente... no puedo pensar en otra cosa que no sean tus labios y tú...- intentó besarme, de nuevo,  pero logré esquivarlo.

-Por favor dame una pastilla... me duele mucho-  él asintió.

Salió de la habitación y yo me concentré en mi hijo.

Lo cubrí bien con las mantas y esperé a que él volviera.

Él regresó seguido de la misma sirvienta que hace un rato tiró mi nueva ropa.

Ella traía una bandeja con comida y Alfonso traía ropa para el bebé y medicamentos.

- Deja eso ahí, Olivia...  ya puedes irte- dijo señalando la mesa de noche.

-Como usted diga señor- decidí no mirarla y concentrarme en lo que él me tendía.

-Gracias- me tomé las pastillas y luego procedí a vestir al bebé.

-Patrón... si usted así me autoriza yo puedo encargarme del cuidado del bebé de ahora en adelante- negué con la cabeza.

-No... yo ya estoy aquí y es mi hijo... no- la miré directamente a los ojos y vi ira en ellos.

-Voy a pensarlo Olivia-  desvié mi mirada hacia Alfonso. No iba a tolerar esto.

Esa mujer acababa de decirme un montón de cosas.

-¿Cómo de que vas a pensarlo? Esta mujer vino y me tiró la ropa, tras eso, me dijo que yo debería estar muerta y que todos me odian, que tú y ella estaban muy bien antes de que yo regresara- negué con la cabeza. Todo era muy injusto.

-No es cierto señor... yo sería incapaz de algo así- tomé al bebé entre mis brazos y él se acurrucó contra mi pecho.

-¡No mientas!- exigí.

-Patrón...  yo...

-¡Ya estuvo bueno!  Olivia... toma al niño y tú,  Alicia, me das asco. No puedo creer que seas tan hipócrita y mentirosa- me arrebataron a mi hijo y él tomó la bandeja con comida y salió de la habitación.

-¡No! Por favor... dame a mi hijo- rogué.  Ella se fue y cerró la puerta.

No sé cómo,  pero me puse de pie y fui hasta la puerta. Tenía llave.

Golpeé,  pero nadie me hizo caso.

¿En qué rayos me había metido?

Serie Inocente #4: Cautiva Inocencia.Where stories live. Discover now