Capítulo 4:2

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Miré a Amaya y sonreí. Estaba dormida y con una sonrisa en sus labios.

Suspiré.

Por fin había logrado que se durmiera, luego de las pesadillas que había tenido.

Besé su mejilla y me puse de pie.

Necesitaba conocer toda la historia.

Me sentía mal por esconderle la verdad y sabía perfectamente bien que las mentiras no eran un buen cimiento para una relación sólida.

El problema es que no podía llegar de buenas a primeras y decirle que ella no era la madre del bebé.

¿Qué le respondería si me preguntaba por su hijo?

Sabía o creía saber que su hijo había muerto,  asesinado por un tal Marcos.

Maldije internamente.

¿Cuánto has sufrido Amaya?

Negué con la cabeza y decidí ir a preparar el desayuno.

Cuando llegué a la cocina,  me encontré con Leticia, mi ama de llaves.

-Hola Lety- la saludé.

-Hola Alfonso... - sonrió y señaló una canasta con pan recién hecho-. Carmela te los envía y también a Alicia - asentí y tomé uno.

Aquí me sentía a gusto.

El terreno en el que estaba mi casa,  me lo heredó mi madre y era bastante extenso con una tierra muy productiva.

Mi casa se encontraba en el punto más alto y a mi alrededor estábamos trabajando en distintas plantaciones y todas se vendían muy bien tanto nacional como internacionalmente.

Había creado un sistema que me ayudaba mucho y la gente que trabajaba conmigo,  era muy leal y comprometida.

Costó mucho dinero,  pero gracias a lo que me heredó mi madre, pude lograrlo.

Trabajaba con personas que habían sido adictas,  pero que se rehabilitaron. Les di la oportunidad que casi nadie me dio y la mayoría seguía limpia y algunos hasta ya habían formado familias.

El que trabajaba conmigo, tenía buenos salarios,  un hogar garantizado y sus hijos recibían educación y todos tenían seguro médico.

Yo tenía por así decirlo una ciudad dentro de la ciudad.

Me acomodé en uno de los asientos de el bar y miré al horizonte.

-Debes decirle la verdad, Alfonso- llevé ambas manos a mi rostro.

Leticia lo sabía todo.

-Pero no lo sé todo- me puse de pie y caminé por la habitación.

Fui hasta la nevera y saqué lo necesario para un desayuno sustancioso.

-Cuéntale lo que sepas... no es justo que la engañes de esa manera. Ya ha sufrido mucho y si no es capaz de recordar es porque su vida de seguro fue un infierno- me sentía impotente.

-No quiero lastimarla...

-Si no le dices la verdad,  ella te va a odiar y la lastimarás mucho más - asentí. Ella tenía razón.

-Después de comer- ella asintió y se fue de la cocina.

Preparé el desayuno y lo llevé a la terraza.

Sentí que acariciaban mi brazo y me encontré con su mirada relajada y tranquila.

Su cabello estaba húmedo por la ducha que se había dado y sonreí al verla.

Serie Inocente #4: Cautiva Inocencia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora