5. Una chispa de encendido.

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Estaba furiosa. ¿No podía siquiera, esperar a que ella se fuera, antes de traer a una chica a su piso?
Aunque no tenía porqué sentirse de esa manera, no podía controlarlo.

Tenía que salir del lugar e ir directamente a su apartamento para hablar con Yess sobre todo. La que la entendería y controlaría la rabia que provocaban aquellas risas en esos momentos.

Tenía que ser fuerte para no desmoronarse, y para que el clavo que Adam puso en su corazón no la atravesara completamente.

Con sus manos alisó y limpió su delantal de basuras invisibles; era para superar el nerviosismo y armarse de valor. Funcionaba en su cabeza. Podía hacerlo.

Caminó por aquel lujoso apartamento hacia las voces. 

Tenía miedo de lo que podía ver cuando llegara a ellos. Se arrepentiría, lo sabía. Con cada paso las voces se hacían más fuertes.  Y, cuando llegó a una sala de estar, pudo ver una puerta abierta que daba a una cocina.
Caminó hacia allí, sabiendo a quienes encontraría.

—¿Por qué no lo superas? Nunca quise que vieras ese lado de mí.

—Es muy tarde, lo he visto todo. Tengo memoria fotográfica, recuerdo todo, y eso es algo que ni en un jodido millón de años se borrará de mi memoria.

La chica rió.

No pudo evitar escuchar el tono divertido de Adam. Lo usaba con esa chica también, ella no era la única que lo escuchaba cada viernes y domingos. En su estómago se formó un nudo.

La chica rubia estaba revolviendo algo en una sartén, estaba parada frente a una estufa por lo que sólo podía ver la parte trasera de su cabeza.

Adam estaba, de nuevo, frente a su computadora en la mesa de comer. Hojas estaban esparcidas por toda la superficie de cristal.

Él alzó la cabeza cuando Stephanie entró en la habitación.
Ella no se perdía de cómo él la sentía llegar cerca. No esperaba que él dejara lo que estaba haciendo. Pero entonces, lo estaba haciendo.
Iba hacia ella en grandes zancadas. La preocupación nublaba su perfecto rostro. Con el ceño ligeramente fruncido. Cuando se acercó puso una pesada mano en su hombro, y con el dorso de la otra acarició su mejilla.

—¿Te sientes mejor?

No.

Stephanie asintió. No estaba para nada bien, algo oprimía su pecho en una sensación indescriptible cuando vio a la chica girarse y lanzarle dagas con los ojos.

Era una reacción justificada, pensó. Ya que Adam, ahora novio de Amanda, estaba preocupándose por otra, sin respetar la distancia o espacio personal.

—Yo... Eh...gracias por todo. No quiero incomodar, me tengo que ir.

La mirada de satisfacción en el rostro de la chica y  la sonrisa triunfal, era lo peor que le podían haber mostrado a Stephanie.
Hizo una mueca. Se sentía mal en muchas maneras, y la chica no paraba de asesinarla con sus miraditas.

Adam apretó sus hombros y él tenía su completa atención.

—He llamado a Amanda para hacer la cena. Debes estar con hambre.

Stephanie miró a Amanda quién tenía arqueada una perfecta ceja; estaba desafiándola con esa mirada de chica engreída.

No entendía cómo Adam podía estar con una perra como aquella. Y desde luego, por muy hambrienta que estaba, no iba a probar nada de lo que aquella chica estaba cocinando. Podía haber envenenado la comida. No estaba segura.

Algo detrás de Amanda estaba echando humos. Literalmente. Salía humo.

—Oh, mierda.— La chica rubia con cerebro pequeño, maldijo.

Seduciendo al mejor escritorWhere stories live. Discover now