III: Respetable alfa.

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La tarea era simple; tenía que esperar que una omega le trajera las frutas recién recibidas para que pueda lavarlas y las ponga en las bandejas. Una vez hecha su tarea, Sakurah le informó que tenían que ir al pueblo para recoger unas telas encargadas para los vestidos y túnicas de los alfas divinos.

Louis no sabía que Sakurah había llorado y le había implorado de rodillas a los pies del príncipe para que tuviera compasión de él, Harry se negó rotundamente a ceder ante esa súplica, pero la beta llorosa le explicó con desesperación que todavía el omega era un niño y que era nuevo en el templo sagrado. Le comunicó que no sabía lo que se debía hacer o no hacer. Ella se ofreció a hacerse cargo de Louis y si algo pasaba ella tendría culpa absoluta, pero por favor tuviera misericordia. El príncipe ya exasperado por las palabras de la beta dictó una nueva orden.

"¿Qué piensas, Louis?" preguntó Sakurah.

"Nada realmente." se sentó en la silla libre de aquella tienda. Estaban esperando las dichosas telas por más tiempo de lo establecido. Louis se estaba aburriendo y tal vez si se hubiera quedado en el templo estaría ordenado la pieza que se le otorgó. Pero al parecer todos los esclavos debían estar activos hasta que los cuatro alfas sagrados cerraran los ojos para descansar. "¿Por qué la demora?"

"Sé que te aburres, pero tenemos que esperar, me dijeron que se perdieron las telas y no sabían que se entregaban hoy." suspiró. Se concentró en Louis y al verlo tan quieto y mirando a un punto decidió hablar de nuevo. "¿Estás bien?"

No podía creer lo que sus ojos están viendo, simplemente no podía ser cierto. La mujer que le dio la vida tenía el rostro cubierto de golpes y su piel estaba pálida como la de un muerto.

"¡Mamá!" gritó y se levantó de golpe de la silla para ir corriendo donde estaba su madre. Dos guardianes lo siguieron de inmediato. Uno no tardó en sacar un látigo y enroscarlo en sus tobillos. "¡Mamá!"

Meiht, por los gritos se giró y vio a su hijo que estaba con lágrimas bañando su rostro. No dudó en correr hasta él y lanzarse al suelo para abrazarlo. Jamás pensó que lo volvería a ver, pero lo tenía ahí, en sus brazos nuevamente. Cogió su rostro en sus manos temblorosas y no vio el brillo de sus ojos ni la alegría que le caracterizaba. Lloró, el guardián lo soltó pero manteniéndose con aire de advertencia.

Las personas que se encontraban cerca miraban todo con el descaro de no tapar su disimulo. Ambos omegas se encontraban sollozando y aferrándose entre si cada vez más. Sakurah llegó corriendo con el alma en la boca y con las canastas llenas de sedas bien dobladas. Estiró sus brazos para entregarlo a uno de los guardianes alfas.

"Hijo mío." Sollozó Meiht. "Cariño."

Ambos se separaron y fue Louis el primero de hablar.

"¿Qué te hizo papá?" Su madre le sonrió con melancolía. "Dime."

"Louis, tenemos que irnos." Sakurah le habló y lo ayudó a levantarse. Meith hizo lo mismo y la miró con duda, pero cuando vio que Louis le regalo pequeña sonrisa sincera, las dudas a esa mujer se desvanecieron. "Olvidé una canasta, ve a traerla, por favor."

Louis abrazo a su madre y le dejó un beso en su frente.

"Adiós, mamá. Ven a verme cuando puedas. Te extraño mucho."

Meiht miró como su hijo se alejaba y le rompió el corazón. ¿Cómo había sido capaz de dejar que su alfa entregara a su hijo como esclavo?

"Cuídalo, por favor." Susurró con la vista nuevamente nublada. Se arrodilló frente la mujer y estiró sus brazos para agarrar las manos de la beta. "Te daré lo que quieras, pero por favor cuidalo."

Awmygha [Omega] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora