XXIII: Un príncipe.

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Tres días han pasado

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Tres días han pasado.

El emperador Hemmings y el faraón Styles aún se encontraban hablando sobre esos supuestos problemas que la reina ya había comenzado a sospechar por lo recientemente feliz que ha estado su marido. Y también por cómo la hermana y la madre del emperador estaban nerviosas con ella.

Gemma no dormía. El olor a vino se convirtió en su perfume, las bandejas que eran llevadas a sus aposentos cada mañana y cada tarde con exquisitos postres no eran tocados ni un poco. La palidez de su rostro era coloreado por sus ojeras oscuras. El verde hermoso de sus ojos no había aparecido, ese dorado puro e intenso lo había matado cruelmente, sin remordimiento. Harry estaba preocupado por ella, no hablaba, no comía, solo se emborrachaba con ese líquido oscuro. Su padre y su madre no habían emitido una palabra de lo de Gemma. Ella solo se movía cuando el faraón gruñía que fuera a la sala del trono para mostrarse con la familia romana. Sus pesados ojos siempre estaban en el sonriente rostro de Luke, imaginando como es que se movería rápidamente para agarrar un cuchillo y clavarlo en alguna parte de ese alfa.

Tan tentador.

Luke Hemmings no se había olvidado del plan que tenía, Athan siempre se lo recordaba y él siempre lo agradecía. En dos soles y dos cielos oscuros no había vuelto a ver a ese omega que se enteró que era el acompañante de Harry, pero al tercer día, cuando fue a saludar en la mañana a los alfas divinos lo vio a un lado del trono del alfa egipcio. Con la mirada en sus pies y sus manos juntas hacia adelante. Momento después sintió que una carcajada quería salir de su boca en cuanto a su nariz le acarició el aroma de esa preciosidad. Aroma que estaba mezclado con el del gran príncipe de Egipto.

Me has ayudado bastante, príncipe Harry. Pensó.

Aquella noche, donde Alfa y Omega se conocieron, Harry no dejó que Louis se vistiera o saliera de la cama cuando su nudo había bajado. Lo acorraló contra el colchón y sus brazos. Se encargó que Louis abriera su boca y dejara salir unos maravillosos sonidos mientras se agarraba de sus hombros cuando sentía su lengua húmeda paseándose por cada lado, trasando caminos una y otra vez en las zonas más sensibles de su cuerpo. Tampoco dejó que se quitara su corona. Al tercer día, con gruñidos de parte de Harry, fueron al estanque. El príncipe ordenó que los pétalos más suaves adornaran las aguas cristalinas. Cuando los guardianes se habían marchado con su mirada centrada en el suelo por temor a que el divino ser los asesinara ahí mismo por atreverse a ver la desnudez de Louis, desnudez que solo era tapada por una sábana roja que era sostenida por las manos del omega.

Cuando se quedaron solos... Louis soltó la tela.

Y Harry gruñó satisfecho.

También se encargó que los sonidos maravillosos hicieran eco.

°°°

Mordió la uva.

Bebió el vino de la copa que le ofrecía el alfa.

Awmygha [Omega] Where stories live. Discover now