Lauren

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Las tradiciones para algunas familias pueden ser lo más importante, sin embargo, lo que prevalece con frecuencia son las costumbres; hay decenas de cosas que son transmitidas de generación a generación, están esa que hacen sentirte orgulloso de ser parte de dicha dinastía, sin embargo, existen aquellas que si tuvieras la oportunidad lo borrarías de la lista. Se pueden heredar casas, carros, dinero, anillos, artículos de colección, en general, bienes, valores, historias... pero no siempre se suceden cosas buenas y agradables; en ocasiones nuestros antecesores se mantienen presentes en nosotros por deudas o en el peor de los casos, por enfermedades.

Las tardes de otoño en aquella ciudad eran una constante repetición, cuando el reloj marcaba las 20:00 horas el pueblo se quedaba desierto, salvo a uno que otro carro que cruzaba para llegar a la ciudad. Algunos restaurantes permanecían abiertos junto a las tiendas de autoservicio, el ambiente era acogedor y sereno.

Pese a la calma, la mente de Lauren no dejaba de tener tempestad tras tempestad, sus ataques de pánico habían aumentado notablemente en el último mes. La dificultad para decir palabras en voz alta era un nivel extremo y le resultaba el doble si de formar oraciones se trataba.

Llevaba un par de días evitando estar con personas, buscaba algo que le diera calma, pero claramente ese algo nunca llegaba, su mal humor estaba tocando el cielo junto a sus ganas de llorar y las de romper todo, las lagunas mentales estaban presentes en cada día, pese a que ella no lo notaba o simplemente lograba olvidarlo con facilidad.

Faltaba una noche para que el invierno arribara, pero en su interior ya todo era frío. La chica de cabello oscuro caminaba desorientada, sobre la línea del pavimento, poniendo un pie justo frente al otro, meneando sus brazos para no perder el equilibrio. Sus botas negras llevaban los cordones desamarrados, pero no se detenía a arreglarlos, porque eso era algo que aquella tarde había olvidado por completo. <<Un moretón más, un moretón menos>> pensó.

El viento helado golpeaba sus mejillas, provocando rubor en su piel pálida, mientras su aliento producía una enorme cantidad de vaho, sus ojos verdes estaban irritados y un poco hinchados, su cuerpo titubeaba, pero no sólo por el frío, sino por las luces de los autos que venían hacía ella y lograban esquivarla en el último momento. Su cabeza era una constante revolución, una lucha entre lo real y lo falso. Agitaba su melena levemente y cerraba los ojos con fuerza, como si eso fuera a ayudar, pero definitivamente, no había forma de detener lo que sucedía, ella mejor que nadie lo sabía.

Su celular llevaba las últimas dos horas sonando, llamada tras llamada, pero se negaba a contestar, después de todo era su canción favorita la que se reproducía, aunque en ese momento ignoraba que fuera su preferida, pero la melodía le producía una sensación agradable. Su estómago rugía con fuerza, pero ella lo ignoraba al igual que al teléfono, hasta que sintió sus piernas flaquear; el poco sentido que le quedaba, le hizo decidirse por comprar un bocadillo, entró en el restaurante que tenía una hamburguesa enorme en su entrada, la cual era iluminada por leds, el lugar no le resultó parecido, sin embargo, como si algo dentro de ella lo supiera se sentó en la barra donde se hacían los pedidos para llevar.

Su orden no se llevó más de 15 minutos, tomó la bolsa de papel y dejó un par de centavos como propina. Su boca estaba completamente seca, al igual que su garganta, por lo que decidió que tenía que comprar algo camino a su destino -el cual desconocía en aquel momento-.  Se detuvo al llegar a la gasolinera que visitaba, sería una vez o tal vez dos, quizá tres veces por semana, ni siquiera eso podía recordar aquella noche.

Entró con cierto nerviosismo a la tienda de autoservicio, un "Lauren" lleno de alegría se escuchó desde el mostrador; una morena de 1.67 sonreía amablemente, pese a que en sus ojos se notaba un poco de preocupación. La chica pálida sólo asintió con la cabeza, mientras por dentro trataba de encontrar las palabras correctas para saludar, pero su intento fue en vano, no llegó nada a su mente. Caminó a los refrigeradores, pero se detuvo antes de llegar, "¿Galletas? en serio robarás ¿galletas?" habló en el oído de la chica que había metido un par de paquetes a su hoodie, inmediatamente ésta se dio la vuelta algo exaltada por ser descubierta, pero su respiración se regularizó tras darse cuenta que se trataba de la joven de ojos verdes.

Sus miradas se mantuvieron fijas, una en la otra. Lauren sintió su corazón volverse loco al ver esos ojos chocolates iluminarse, mientras las ganas de besar a aquella chica crecían y crecían. Sus pestañas eran largas, y unas pronunciadas ojeras se hacían presentes; su cabello era castaño y estaba alborotado, su rostro tenía algunas manchas de suciedad, sus labios resecos estaban entre abiertos, era un completo desastre, pero aun así a la ojiverde le parecía la pieza de arte más hermosa. Es como si hubiera encontrado esa calma que había estado buscando en los últimos días.

Dejó atrás a la chica y continuo con su camino a los fríos, tomo un refresco de cola, y volvió al mostrador, puso los billetes sobre la barra y señalo a la chica de las galletas, la morena que cobraba, negó con la cabeza y le entregó una caja de cigarrillos, Lauren se encogió de hombros, pero no articuló palabra, "Cuídate por favor, Lolo" dijo temerosa la chica de la tienda, mientras la otra abrió sus ojos con fuerza tras escuchar aquel apodo, algo que también había olvidado aquella noche, pero de apoco cada recuerdo se volvía fresco en su mente. Le regaló una sonrisa fingida que obviamente ninguna de las dos la creyó. Tomó sus cosas y salió del lugar.

¡No Dispares! (camren)Where stories live. Discover now