Capítulo 13: Sólo un beso.

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Su confesión me sorprendió ¿No estaba prohibido decírmelo? ¿Qué quería decir con que lo era? ¿Acaso ahora era uno de las tinieblas?

-Escucha. Dirigí a mi ejército por años, hemos ganado más batallas de los que puedo contar. Hay cosas que sólo los mayores pueden controlar y en ese caso soy uno de esas cosas. He sido enviado por la orden de los arcángeles. Hice algo mal que no sé. Ellos no van a decírmelo. Para redimirme me han dado un trabajo en la tierra, me han dicho de ti. No sé por qué estoy aquí, sólo sé que debo mantenerte a salvo y acabar con quien tenga que hacerlo.

Digerí la gran pieza de información que me estaba dando.

-¿Cómo un ángel guardián?

Él asintió con disgusto. Pensé que no le gustaba cuidarme, por eso la mueca en su rostro.

-¿Puedo verlas?

Como si leyera mi mente asintió de mala gana. Se levantó de la silla y me esquivó. Me quedé ahí, arrodillada y sin poder moverme por miedo a que cambie de opinión.

Empezó a desabotonarse la camisa de mi padre que le traje antes. Pude contemplar sus músculos en su torso desnudo. Sus pantalones negros colgaban bajos, por lo que tuve una vista de esa brecha a ambos lados de su cadera que desaparecían por debajo del elástico de sus pantalones.

Tomó una respiración profunda y alcé la vista a sus ojos grises que me contemplaban.

-No tienes que hacerlo si no quieres- susurré.

-Quiero hacerlo por ti.

Entonces, sin previo aviso y antes de que pudiera preguntar lo que significaba, sus alas se extendieron de golpe, como un paracaídas siendo jalado de la cuerda. Era fascinante, genuino y más que hermoso. Las puntas se extendían, y parecían más grandes que antes, una punta casi tocaba un lado de la pared y también la otra. Parecía suave y sabía que lo era a ciencia cierta.

Me levanté y, con lentitud, fui hacia él para observarlo de cerca. Quería pasar mis manos de nuevo sobre él, pero eso parecía demasiado íntimo ahora.

-Puedes tocarlos, Annabelle, ya lo has hecho antes.

Miré a sus ojos y me encontré con una súplica silenciosa.

Extendí mis dedos y con las yemas rocé el arco que formaba sin apartar mis ojos de los suyos. Pude ver el estremecimiento en su cuerpo y cómo cerró los ojos en una expresión relajada. ¿Esto derribaba sus fuertes muros y lo debilitaba?

Recorrí mis dedos mirando, esta vez, como las plumas se sentían atraídas a mi tacto. Casi llegaba al punto de unión en sus espaldas cuando se tensó y dio un paso atrás retrayendo sus alas detrás de él. No parecía algo malo porque no los escondió esta vez.

-¿Sucede algo? -Pregunté.

-Es mi talón de Aquiles.

Comprendí. Todos teníamos un talón de Aquiles por más de que algunos decían no ser así.

-¿Te duelen cuando salen?

-Nunca lo hicieron, pero en este lugar lo hacen.

Entendía a lo que se refería. El lugar era algo. Estaba segura que tenía que ver con las cosas oscuras, podía sentirlo, sentir el mal que provocaba un estremecimiento en su cuerpo. Como aquella cosa que siempre estuvo detrás de ella, hiriéndola cuando nadie estaba cerca. Era la misma cosa que se acercó en el baño del instituto. No iba a decirle que esa cosa la habló, podía verse fácilmente retenida por Julian. Él la protegería. Optó por una pregunta menos expresiva.

Disparar A Un ÁngelOù les histoires vivent. Découvrez maintenant