Capítulo 7

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Porque, a pesar de todas las caricias que ésta reciba, la piel solo es dueña de aquel que la eriza

La brisa helada del amanecer me erizó el cuerpo y me cortó el aliento. Un extraño hormigueo subió por mi espalda y brazos, poniéndome aún mas nervioso. Pronto Ámber despertaría, y no sabía como lo iba a tomar. Seguro estaría feliz pero totalmente pérdida. Jamás había estado aquí, nunca la había traído a mi casa, y la primera vez no debería haber sido así.

Una opresión en mi pecho apareció, de todas las veces que la imaginé entrando por esa puerta, durmiendo junto a mi, abrazándola toda la noche, jamás pensé que sucedería así.

Pero lo mas importante ahora, es que Ámber está segura, y que desde ahora siempre lo estará. Me ocuparé yo mismo de ello.
Estoy ansioso de que despierte, pero al mismo tiempo tengo miedo. Miedo a su reacción.

La toqué sin su consentimiento, le cambié la ropa y estudié así piel detenidamente, mi querida Ámber odiaría eso.

La culpa me carcomía pero, en mi defensa no podía dejarla dormir incómoda, quería que descansara plácidamente y ver que tan grave eran sus heridas, eso no es malo.. ¿O si?

La estrella del alba lentamente desaparecía con los primeros brillos del sol.
Respire profundo, dejando que el aire fresco de la manada purifique mi alma y calme todos mis miedos.

Entré al salón a paso tranquilo, pero pulso rápido. Pasando la cocina y los baños, con la luz del sol iluminando la estancia y cada paso que daba. llegué al cuarto en que dormía Ámber. Mi cuarto, ella dormía en mi cuarto.

De pronto me quede paralizado. No podía respirar, el corazón me latía desbocado en las costillas y me tamborileaba detrás de las orejas, aturdiéndome.

Mi mano se quedó congelada en el pomo de la puerta y una extraña desconfianza se instaló en mi.

¿Que me estaba pasando?
¿Que me estas haciendo, Ámber?.

Tenía miedo. Estaba malditamente aterrado por su reacción, ayer no había pensado en como afrontaría su presencia.
Después de todo lo que sucedió ayer o, mejor dicho, hace unas horas, no me había preparado para éste momento.

Mi pequeña había cambiado y no sabía que reacción esperar.

Respire profundo, tan fuerte que sentí como me quemaba el aire.
Mis ansias de ver aquella cara tan dulce, aquellos ojos tan profundos y aquellos labios tan carnosos le ganaron al miedo que sentía. Giré el pomo y lentamente abrí la puerta.

¿Seguiría dormida? ¿Estaría despierta? Mis dudas rápidamente fueron respondidas ante la mirada aturdida de Ámber.

Mi corazón se salto un latido y mis manos adquirieron un ligero temblor ante el nerviosismo. Un nudo se me había formado en la garganta impidiéndome respirar, maldita sea pequeña, tienes todo mi ser en tus manos, querida.

Ámber emblaba ligeramente y estaba encogida en la cama, abrazaba sus piernas con una fuerza me parecía que intentaba protegerse.
No se había percatado de mi presencia, estaba muy ocupada mirando con cautela toda estancia.

Sus ojos pararon en una de las fotos que tenía de Ámber. Pero en ésta salíamos los dos. Yo tenía los brazos al rededor de su pequeño cuerpo, mientras ella me mordía juguetonamente la mejilla.

Aún a ésta distancia, podía ver como se le erizaba el cuerpo a Ámber lo que me produjo una extraña satisfacción.

Porque, a pesar de todas las caricias que ésta reciba, la piel solo es dueña de aquel que la eriza.

Ámber debió de haber caído en cuenta de donde estaba.

-¿Recuerdas cuando nos tomamos esa foto? - Ámber se sobresaltó, pero no me miró.

Se abrazó aún mas fuerte sus piernas, atemorizada.

Algo se rompía lentamente dentro de mi al sentir su rechazo y temor.

Mi pequeña Ámber me rechazaba.

No, eso no puede ser. ¡Yo la salvé! ¡Yo la saqué de ese maldito lugar!.

-Pequeña..

Me acerqué a ella lentamente. Con cada pasó que daba se encogía aún mas y oprimía mi corazón con ella.

El pánico me inundó, la estoy perdiendo. Estoy perdiendo a lo único que me queda.

-Ámber, no me hagas ésto- Supliqué. - Te necesito.

La necesitaba, necesitaba todo de ella.
Lentamente enloquecía, desesperado por una respuesta.
Ámber no me miraba, aumentando mi temor.

El dolor que se me instaló en el pecho lentamente me hacía agonizar, no aguantaría sin ella a mi lado.

- Ámber-Sollocé.

-Qui-ero irme.- Fue apenas un susurro tembloroso, pero logre escucharlo.

Me costaba respirar, todo a mi alrededor daba vueltas. El vértigo se me instaló en el estómago aumentando su intensidad cada segundo. El vacío en mi pecho se hacía mas profundo, amenazándo en tragarse todo lo que quedaba de mi.

¿Así se sentía un corazón roto?.

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Espero les guste, que os pareció?

Daemon PetrovDonde viven las historias. Descúbrelo ahora