Capítulo 27

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Me detuve de súbito. El tiempo transcurrió lentamente mientras veía como Aarón caía al suelo. Empuñé mi arma y le disparé, sin siquiera prepárame a apuntar, a aquél esbirro que le hirió. Cayó al suelo.

El tiempo volvió a acelerarse. Una sensación de euforia y adrenalina se extendía por mi cuerpo. Incliné y me cubrí nuevamente detrás de las cajas, protegiendo a Aarón.

Le lancé una mirada y me lanzó rápidamente un cargador.

—Ahora sí entiendes las miradas, ¿No? —Me reí por lo bajo.

Un esbirro se asomaba por la izquierda, cuando quise disparar, Aarón ya le había asesinado.

—Cuando uno está a punto de morir—Jadeó—uno es menos estúpido.

Todavía quedaba un esbirro. Me levanté con lentitud y corrí hacía una columna. Tenía que asesinarle y después salir de este maldito lugar.

De repente mi aliento se cortó ante la presión de dos manos sobre mi cuello.

Le dí un codazo que rebotó sobre su mentón. Llevé mis manos a sus dedos, retorciéndolos, soltándome de su agarre. Me giré para encararlo respirando desesperadamente.

«Control, Daemon»

Estaba eufórico.

Le lancé un golpe directo a la mandíbula. Sentí una descarga eléctrica en mi puño derecho  que se extendió por todo el hombro. Quería asesinarle con mis propias manos, quería sentirle exhalar su último aliento.

Pero no era el momento de disfrutar. De un rápido movimiento empuñé el arma y disparé.

Corrí hacía de vuelta a dónde Aarón. Le encontré jadeando con pesadez. Le revisé las heridas. Tenía una maldita bala en el muslo y otra en el hombro dónde el chaleco no le había llegado a cubrir.

¡Maldición, espero no haya tocado ningún nervio o tendón importante!

Rasgué mi camiseta con fuerza, y le vendé el hombro pasando por debajo de su axila. Aarón cerraba los ojos con fuerza.

La herida en su pierna era lo que más me preocupaba. Se veía horrible. Y malditamente profunda.

Sin pensarlo, metí dos dedos en la herida. No lo disfruté, no quería hacerlo.

—¡Hijo de tu puta madre!
—Exclamó ahogado. Una pequeña sonrisa se extendió por mi cara.—Esto es por la maldita caja de hierro que dejaste caer sobre mis pies.

—No me arrepiento de nada.

Seguí hurgando hasta dar con la maldita bala. Se la saqué se un tirón mientras Aarón gemía de dolor por lo bajo. No podíamos hacer más ruido.

Le vendé la pierna con lo último que quedaba de mi camisa, quedándome con el chaleco antibalas. Teníamos que salir de aquí, rápido.

—¡Vamos, vamos, vamos! —Le ayudé a Aarón a levantarse.— Eres una maldita nena dramática, no es tan grave.

Mentí para enervarle, inmediatamente Aarón frunció el ceño enojado y se deshizo de mi agarré. Sonreí internamente al escuchar sus palabras.

—¡Yo puedo solo!

Recogí los paquetes, a pesar que eran malditamente pesados. Todavía quedaba la caja, ya regresaría por ella.

Aarón daba saltos en una pierna siguiéndome el paso. Miré por encima de los paquetes en cuánto llegué a la barandilla.

A un lado del barco se encontraba una pequeña lancha lista para el cargamento. Miré al hombre encargado y asentí. Lancé uno por uno los paquetes.

Daemon PetrovWhere stories live. Discover now