Capítulo 19

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Nuestro amor es prohibido y nos llevará a la condena; Pero soy lo suficientemente egoísta para no dejarla ir, aún sabiendo lo que nos espera.—Daemon Petrov.

*

Empuñé mi arma con fuerza mientras veía anonadado el cuerpo de Vladimir, uno de mis mejores y más fieles hombres.

La escena era desgarradora, tenía tres balas en su abdomen y toda su maldita cara estaba despellejada a carne viva.

Me causó nauseas al ver a mi querido amigo en ese estado mientras no podía evitar pensar

¿Qué coño ha sucedido aquí?

Salí del ascensor con cautela y con el corazón lamiéndome en la lengua.

A unos metros de Vladimir había tres cuerpos más, los cuales desconozco. Una rara sensación se extendía por mi pecho, y me sentí malditamente culpable al agradecer internamente que con la ida de Vladimir, se haya llevado tres malditos cuerpos con él.

Caminé a pasó ligero hasta llegar a la esquina que cambiaba de pasillo.

Me apoyé en la pared, originalmente blanca como la nieve, pero que ahora tiene salpicaduras de sangre, al igual que casi todo el puto suelo, que también tenía pedazos de vidrios.

Respiré calmándome, la vida de mi Ámber está en juego.

Ámber...

Y pronto fui verdaderamente consiente de las de las desgracias.

Ámber en peligro.

Mis mejores hombres muertos.

Aarón, Santos, mi puto equipo en una masacre.

El dolor punzante en mi brazo.

Lentamente caía hacía aquél abismo interior que apenas logré salir. Lentamente me rompía.

Lentamente volvían a destruirme.

Pero esta vez, me encargaré de hacérselos difícil, esta vez; Encontraría al hijo de puta que me llevó a la peor de las vidas y le arruinó la existencia de un pequeño niño.

Exhalé dejando ir todos mis miedos y llevándome el arma al pecho.

Sonreí al escuchar unos pasos acercándose.

Esta vez daré pelea y me dejaré la vida en ello si hace falta.

Con el corazón desbocado de la excitación salí rápidamente de mi escondite.Tenía la ventaja de la sorpresa de mi lado y en una fracción de segundo vislumbré la sorpresa y el miedo antes de disparar a un esbirro en el pecho y al otro en el hombro, sin llegar a asesinarlo.

Ambos estaban completamente exhaustos por la pelea que seguramente dieron mis hombres.

Me acerqué amenazante al le disparé en el hombro y me aseguré de estudiarlo, ojos verdes, moreno y no más veinticinco años.

Me incliné a su cuerpo hasta estar a un palmo de su cara.

Necesitaba respuestas, necesitaba saber para quién trabajaba. Pero ni se inmutó a mirarme, lo cual terminó de enojarme.

Metí dos dedos en la herida de su hombro y mi corazón se disparó de satisfacción. El grito desgarrador que salió de sus labios al retorcer mis dedos en su herida me hizo sonreír.

Sí, era un puto sádico y me encantaba.

—¿Para quién coño trabajas?—Susurré amenazante ansiando terminar con esto.

Daemon PetrovWhere stories live. Discover now