Capítulo 8

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Subí al tejado de nuestra estancia en donde me quedé sentada por unos largos minutos, quizás horas.

Usualmente mantengo mis pensamientos en orden y centrados de acuerdo a las misiones programadas o por haber, pero esta vez todo me resultaba ajetreado. Repentinamente recuerdos de mi pasado me abrumaban y comenzaban a bombardearme, como aquellas extrañas conversación que mi padre mantenía con él doctor Jaeger. Esa era la clase de pensamientos que cruzaban tan de manera repentina mi cabeza.

Realmente quería convencerme que mis padres habían muerto, pero reitero, esas conversaciones me hacían creer lo contrario y que en realidad mis padres conocían el mar y algo más. Entre aquellos pensamientos, también mantenía de manera muy presente e insistente a mis difuntos hermanos, George y Raiggen. A lo mejor si hubiera seguido un camino tranquilo como el que Carla Jaeger alguna vez llegó a decirme, solo quizás, hubiera podido evitar su muerte.

Ya saben.

Salir con un hombre más viejo que yo, contraer matrimonio, movernos de casa, quizás de Muralla junto con mis hermanos, tener hijos... Si, aquella vida de la que tanto me hablaba la madre de Eren sin duda alguna hubiera sido una opción, una opción mediocre, pero si aquello iba a salvar la vida de mi hermanos, quizás hubiera válido totalmente la pena.

Pero satisfacer la felicidad de mis hermanos y mantener alimento en una mesa, era mi mayor prioridad. No era la manera adecuada de ganarme la vida, pero ver las sonrisas de mis hermanos, hacían olvidarme de cualquier cosa, por ejemplo, como el que un enano me persiguiera cada que me acercaba al cuartel a robar tanques de gas o cambiar las cuchillas y antes no había ninguna molestia, nadie iba detrás mía hasta que de manera espontánea el Ackerman apareció dentro del grupo de los cadetes.

Él se había convertido en un obstáculo.

— Tch, menudo enano —susurré entre dientes en queja, recordando aquellas veces que intento hacerme la vida de cuadritos.

— Espero no te estés refiriendo a mi con ese calificativo despectivo —la voz de Levi me hace pegar un brinco del susto por su tan repentina aparición.

El alma casi se me sale por la boca.

Coloco una mano a la altura de mi corazón y por inercia lo busco con la mirada.

— ¡Oi! —me quejé —bueno, si me metes otro susto de este grado, igual se me da por dirigirme hacia ti con ese calificativo despectivo que tú dices  —cerré mis ojos suavemente, intentando de tranquilizar mis emociones— enano... —mumuré arrastrando mis palabras— siempre tu y tus apariciones esporádicas.

— Cállate, no iba a quedarme a escuchar las aventuras de la cuatro ojos —se excusó él y como si no tuviera otra mejor cosa que hacer, tomó asiento a un lado mío.

— Ah, ¿y crees que mis historias son más interesantes? Bueno, pues puedo resitarte el como un sujeto quería matarme, sin embargo, nunca lo hacía, creo que le divertía el simple hecho de arruinar mis acciones clandestinas —me encogí de hombros —pero lo que nunca supo es que aprovechaba sus horas de almuerzo y comida para hacer de las mías.

— ¿Le robabas a los mercaderes las ganancias de todo el día, mientras tenía mis turnos libres? —me interroga Levi con una ceja arqueada, pero sin parecer sorprendido.

— Bueno, la verdad es que tuve que cambiar de estrategia —expliqué serenamente— las últimas veces que nos encontrabamos, eran realmente una coincidencia —sonreí de lado, mirando perdidamente el brillo de las estrellas— también quería creer que el que nunca me hayas puesto bajo arresto haya sido igual por pura mera coincidencia —le mire de reojo.

espontáneo; Levi Ackerman [En Edición] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora