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Sophie

―¿Te ha quedado claro? ― Nicholas volvió a presionar mi cara contra la almohada― no te oigo.

―s-sí.

Mi voz salió profunda y ahogada. Con dolor; porque eso es lo que él me había causado: dolor.

―no saldrás de esta habitación a menos de que sea conmigo, ¿Entiendes? ― siguió. Esta vez, se alejó y salió de la cama, dejándome tirada como una cosa sobre el colchón en que había vuelto a lastimarme― y tampoco verás de nuevo a ese idiota― recalcó― aunque a esta altura ya debe ser comida de peces, ese imbécil― se rio.

Aguanté las lágrimas hasta que él salió de la habitación. Cuando cerró la puerta, mis ojos se abrieron como dos grifos y solté todo lo que tenía dentro.

Lo había vuelto a hacer. Me había vuelto a lastimar físicamente. y ni hablemos de cómo estaba mi cabeza. Quería hundirme en ese colchón inservible y desaparecer para siempre. Quería dejar todo eso atrás. No merecía esa vida.

¿Tan pecaminoso era querer ser feliz?

Dos golpes suaves fueron dados contra la pesada madera de la entrada y tardé unos cuantos segundos en despegarme de la cama e ir a ver.

―¿Quién es?

Nadie respondió. Un papel pasó lentamente por debajo de la puerta y lo tomé con esfuerzo al agacharme. Era una pequeña nota que sólo rezaba dos palabras: sigo vivo. El alivió recorrió cada poro de mi cuerpo y logré mantenerme de pie por la simple esperanza de que volvería a verlo.

No abrí la puerta. Sabía que no era él quien la había dejado. Rápidamente, acerqué el papel a la vela que Nicholas había dejado encendida en el escritorio. Tenía que quemar las evidencias de que William y yo seguiríamos en contacto. No necesitaba a Nicholas volviendo a explicarme cómo debía comportarme y diciendo cuál era mi papel en su vida.

Debes obedecerme, ¿Lo entiendes? Si te pido que lamas el suelo que piso, tú lo haces. Tuve que sacudir la cabeza para sacar sus crueles y estúpidas palabras de mi mente. Me puse ropa para cubrir todo rastro de lo que él me había hecho y esperé.

No merecía esto.

Pasé un buen rato sentada en la silla esperando. No sabía qué esperaba, pero sabía que estaba esperando algo. Tenía el candelabro cerca y miraba la luz que proyectaba la vela sobre la madera pulida de la mesa.

―ponte un abrigo, iremos a comer― Nicholas entró a la habitación sin hacer ruido, pero sorpresivamente no me sobresalté― te he hablado.

Continué sentada en la silla frente al escritorio. Él se acercó, se paró detrás y me miró a través del reflejo del espejo― ¿Necesitas que te explique las cosas nuevamente, Sophie? Creí que eras una mujer inteligente.

―no me toques― no creo que me escuchara. Mi voz salió demasiado baja para que lo hiciera.

Él había puesto una de sus manos sobre mi mejilla y comenzó a bajarla hasta mi cuello, presionando algunos puntos con marcas, donde tenía mi dolor asegurado.

―¿Crees que diciendo eso harás que me detenga? ― se mofó ― todavía no te han quedado claras las cosas.

―basta― imperceptiblemente y casi contra mi voluntad, mi mano se acercó al candelabro. ¿Era capaz de hacerlo? ― no voy a permitir que me hagas daño de nuevo.

―¿Y tú crees que puedes detenerme? ― se burló, completamente seguro de que mis palabras no tenían valor― ponte alguna cosa abrigada y sal del camarote en tres minutos porque te juro, y hablo en serio, Sophie, que si no sales, entraré a buscarte y no querrás que te encuentre.

Ámame.Where stories live. Discover now