35

2.7K 230 11
                                    

Hacía menos de tres días que esa mujer estaba en la casa y yo ya no veía la hora de que se fuera. Su presencia era realmente molesta.

—Recuerdo que cuando éramos niños solíamos pasear por el campo del tío Elías y una vez robamos una de sus botellas de alcohol — narró.

Creo que no era la única a la que sus historias le parecían la cosa más aburrida del mundo. Nicholas bostezó, Gretel siguió tejiendo y el único que parecía atento al relato era Elías VanDaner.

—lo recuerdo, ¡Un Jack del siglo pasado!

Tuve que sacudir mi cabeza para no quedarme dormida. Nicholas tenía una de sus manos sobre mi hombro y el peso de su brazo me hizo creer que era una cobija, porque cada segundo que pasaba era un centímetro que mi cabeza se acercaba a su pecho. En algún momento, sin querer que fuera así, me dormí en su hombro.

—¿Sophie? — Nicholas se movió un poco para despertarme— ven, te llevaré a la cama, anda— me susurró.

Me acurruqué sin querer moverme en lo absoluto.

—al parecer no soy lo suficientemente interesante para tu esposa— la voz venenosa de Katherina me hizo espabilar.

—no, no lo eres— musité entre sueños, sin abrir los ojos.

—Sophie— Nicholas me advirtió, pero sabía que él pensaba igual que yo.

—tengo mucho sueño— descargué más mi peso contra su cuerpo.

—lo sé, vamos a dormir.

—no quiero caminar — murmuré.

Elías y Gretel se rieron. Nicholas suspiró e hizo algún movimiento extraño para pararse y cargarme a mí sobre sus brazos.

—¿Desde cuándo se comporta así? — oí que decía la mujerzuela— Nicholas, nunca te he visto tan dominado por una mujer.

¡Ja! Él me prefiere a mí.

—eso es porque no le diste lo que quería— murmuré, aunque ella no me oyó. Estaba segura porque mi voz se ahogó contra el cuello de mi esposo, que posteriormente vibró por la leve risa.

—compórtate, perezosa— me apretó el brazo. Luego le habló a los demás— creo que voy a llevar a esta señorita a la cama, nos vemos mañana— dando por finalizado el aburrido monólogo de la prostituta que no era prostituta pero que lo parecía, Nicholas me cargó a la habitación y realmente se lo agradecí en mi interior porque no me veía capaz de mantenerme en pie o con los ojos abiertos, siquiera.

—gracias— cuando me recostó sobre la cálida cama, me acomodé y me dispuse a dormir.

—deberías sacarte ese vestido, no es bueno que duermas con algo apretando tu abdomen— murmuró. Su voz sonaba más lejana, como si estuviera en el escritorio.

A duras penas, me desaté el frente del vestido y sin importarme mucho más el resto del vestido me tapé y me acurruqué entre las sábanas.

—¿Puedo hacerte una pregunta? — farfullé. Él hizo un sonido desde el fondo de su garganta, diciéndome que sí —¿Por qué rompiste tu compromiso con la pro... con Katherine? Ella parece dispuesta a tirarse delante de un carruaje por ti.

—ese fue el motivo, en realidad— el peso de su cuerpo cayó en el otro lado del colchón y abrí mis ojos, observando su perfil— Katherine es una mujer bastante fuerte, pero se enamoró y perdió su... su autenticidad— me miró— por eso rompí el compromiso.

—eso que ella dijo, de mi padre, ¿Es verdad?

—¿Tú qué crees? — observó mis ojos detalladamente.

—que tú no eres capaz de amar— le dije— o al menos no a una mujer. Creo que ella confundió el que tú estuvieras enamorado con el que necesitaras de la hija de Jeremías Witerpool para los negocios.

Su mandíbula se tensó, pero no dijo nada por unos cuantos minutos.

—tienes razón, yo no soy capaz de amar.

Luego, me quedé dormida. Muy, muy dormida, hasta bastante entrada la mañana, que el ruido de risas me despertó. La risa de la mujerzuela.

Estaba teniendo suerte— bastante— con el embarazo. No había tenido más vómitos ni nauseas en general, desde hacía casi un mes y estaba ya entrando en mi tercer mes de embarazo. A Dios gracias, los corsé servían y ayudaban bastante a ocultar la diminuta hinchazón que ya se comenzaba a formar en mi abdomen.

Bajé las escaleras con precaución, luego de cambiarme el vestido y hacerme un rodete a la altura de la nuca. Nicholas y su adorable prima estaba sentados, desayunando y riendo. La mujer se percató de mi presencia, pero no dijo nada.

—Buenos días— murmuré, siguiendo de largo a la cocina para buscar algo que no fuera café. Desde hacía ya algunos días, me causaba acidez al tomarlo.

—Sophie— Nicholas me habló— hoy a la noche haremos una bienvenida a Katherine — parecía jocoso por la idea— ¿Por qué no van ambas, con Gretel y se consiguen vestidos y todas esas cosas que necesitan?

Estrujé la rodaja de pan que había agarrado.

—yo ya tengo ropa, si quieren que vayan ellas.

—¡Oh, vamos prima! — me chilló la otra, emulando alegría.

Me asomé.

—no soy tu prima— gruñí— y yo estoy bien con mi ropa, gracias.

—pero...

—déjala— Nicholas suspiró— era tu oportunidad de ir a la ciudad, tú sola.

pues tienes suerte de que no quiera salir — agarré el libro que había dejado sobre el piano y le di un mordiscón al pan— estaré afuera.

Tenía que encontrar la forma de que esa mujer se fuera lo más rápido posible.

Están de suerte, esta semana voy a poder actualizar casi todos los días, porque estoy de vacaciones :) 

Ámame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora