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La desesperación hizo presencia en mi cuerpo dos segundos después de que nos metiéramos a una de las carrozas. Nicholas no hablaba y parecía echar chispas, pero no estaba segura de porqué.

Cuando el carro se detuvo en la entrada de la casa VanDaner, quise que la tierra me tragara.

—ve entrando.

—Nicholas...— intenté razonar.

—entra a la maldita casa.

Opté por no hacer un berrinche y caminé a la escalera. No miré atrás y entré a la casa, agarrando el vuelo del vestido para no tropezarme. Todos debían estar ya dormidos o, al menos, ignorarían todo lo que Nicholas y yo fuéramos a hacer.

Subí las escaleras y busqué el cuarto. No quería entrar, no quería meterme ahí dentro y saber que repetiría mi historia, que dejaría y permitiría que él volviera a hacerme daño. Luego de entrar y quedarme parada frente a la puerta, esperando por unos cuantos minutos a que Dios o el destino o quien manejara mi vida— que claramente no era yo— decidiera qué pasaría.

Las pisadas retumbaron contra las paredes cunado Nicholas subió las escaleras. Igualado en ritmo, mi corazón parecía salirse del pecho.

—Me has hecho caso— ni si quiera me miró — estás aprendiendo— parecía que felicitaba a un niño pequeño por al fin aprender a escribir.

Cerré mis manos, clavándome las uñas en mis propias palmas. ¿Realmente iba a permitirle que volviera a hacerme daño?

Se detuvo frente a mí, sin tocarme, solo me miró. Observó mi pecho subir y bajar de manera arrítmica. Frunció el ceño y estiró lentamente la mano.

—Espera— frené su muñeca, enroscando mis dedos en ella, intentando no temblar.

—Quita— puso su otra mano sobre la mía.

—Te prometo que no haré nada— tragué saliva— no me moveré, no me quejaré, no haré nada que te moleste...— clavé mis ojos en los suyos, buscando algo— solo... solo no me lastimes de nuevo, por favor— mi voz fue disminuyendo cada vez más.

—Sácate el vestido— dijo como toda respuesta.

—Nich...

—Dijiste que no te quejarías— masculló— no pidas algo a cambio de algo que no estás cumpliendo.

Acerqué ambas manos al frente de mi vestido y comencé a desatar los lacitos azules y negros. El corsé se abrió a la mitad y lo apoyé en el borde de la cama. Seguí con la falda y la enagua. Esto último se me dificultó un poco, porque una de las mujeres se había encargado de ajustarlo lo suficiente para dejar marca en mi piel.

Nicholas se había girado y estaba mirando algo en el escritorio, con el ceño fruncido. Solo había papeles y plumas sin afilar, así que no entendía qué lo tenía así. Me quedé quieta, intentando ocultar mi presencia para poder dilatar lo mayor posible lo que ya sabía— y había asumido— que pasaría.

—¿No les has escrito cartas a tus padres? — preguntó volviendo a acercarse.

Observó las prendas en el borde la cama y luego a mí, en la ropa interior.

—No, no les he escrito nada.

Bajó el tirante de la camisa y luego el otro. Se estaba tomando las cosas con calma, como si realmente fuera a cumplir mi pedido y eso— por más loco que sonara— me daba más miedo a que lo hiciera como siempre.

—¿Por qué? — se detuvo cunado el algodón cayó hasta el comienzo de la ropa interior.

—No lo sé— musité— no quise hacerlo.

—Cuando estuviste en el barco pirata...— comenzó.

—No...

—¿Lo hiciste con él?

—Nicholas...

—¿Sí o no? No des vueltas, Sophia, es una pregunta directa— graznó en voz baja— ¿Sí o no?

—Sí.

—¿Tuvo que forzarte o te abriste a él? — indagó mientras rompía lo que quedaba de camisa para luego proceder a la ropa inferior.

—No...

—¿Te entregaste al pirata, Sophie? — apretó la mandíbula, un poco más enojado por mi falta de respuesta.

¿Realmente iba a admitirlo? ¿Iba a decirle a mi esposo que me había metido en la cama de su enemigo voluntariamente y que, por si fuera poco, lo había disfrutado?

—Nicholas...

—¡Es una pregunta simple, mujer! ¿Sí o no? — inquirió un poco más brusco.

—Ya sabes la respuesta— musité bajando la cabeza, sin querer enfrentar el bullicioso azul de sus ojos.

—Quiero que lo digas— agarró mi cara, poniéndola a su altura— quiero que de tu boca salgan esas palabras que me han atormentado todas estas noches.

—por favor...— intenté soltarme de él.

dilo.

—lo hice, ¿Sí? — modulé rápidamente— me he acostado con él porque quise.

—Y te ha gustado— dijo— lo has disfrutado. Te has metido en su cama y lo has disfrutado— siguió— ¿Sabes, Sophie? — me soltó — ¿Qué si yo quisiera podría mandarte a la horca por esto? Podría acabar con tu maldita existencia.

—lo sé— algo en mí comenzó a temblar— pero no lo harás.

—¿Qué te hace creer eso? — ladeó al cabeza.

—No lo has hecho hasta ahora.

—Pero podría— dijo como si anda— podría incriminarte y hacer que te ahorquen y lo sabes.

Tragué saliva. Nicholas sonrió al verme nerviosa— pero no lo haré, por ahora, siempre y cuando cumplas con tu palabra.

—lo estoy haciendo— mascullé.

—quiero que te entregues a mí.

—sabes que eso no pasará— rebatí.

—me diste tu palabra de que te comportarías como una verdadera esposa, como una esposa fiel durante todo un mes— repuso.

—Nich...

—Sophia— presionó sus dedos aprisionando mis dedos— estoy seguro de que eres una mujer de palabra y que harás lo que prometiste. Me quedé estática contra sus palabras y no fui capaz de mover un pelo siquiera, cuando comenzó a sacarse la ropa— Así que dime, ¿Eres una mujer de palabra o no?

—sí, lo soy— esquivé sus ojos.

—muy bien, muy bien— me felicitó.

En ese momento, quise vomitar.

¡¡¡Yyyy ya falta poco para terminar! la historia!!

Ámame.Where stories live. Discover now