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Nicholas se quedó dormido luego de hacerlo. Se resignó a la idea de que yo jamás estaría con él por voluntad propia, pero eso no lo detuvo de tener sexo conmigo y repetir que iba a quedarme con él el resto de mi miserable existencia. Y que esperaba que fuera cierto eso de estar embarazada, porque si no, tendría que soportarlo sobre mí hasta concebir un hijo. No tenía alegación a alguna a ese pedido. Mi edad era la correcta, estaba casada y la economía de mi esposo era muy buena. ¿Qué más podía pedir?

Me removí ara sacar su brazo de mi cuerpo y poder salir de la cama. Nicholas murmuró algo, suspiró y se giró, lo que me permitió moverme con mayor libertad. Pude destaparme — mientras hacía las ya recordadas muecas de dolor— y entrar al baño. Observé mi reflejo en el espejo amurado a la pared gris del baño y quise llorar. ¿Qué mi había pasado? ¿En dónde estaba Sophie Witerpool? Esta no era yo. No era yo en lo absoluto. Luego, bajé la vista a mi pecho. Había claros hematomas ahí. Todavía se podía ver el contorno de los dientes de Nicholas clavados en mi clavícula.

—Nunca entendí por qué las mujeres tienen el afán de observarse tanto a sí mismas— me giré asustada, tapando lo que pudiera tapar de mi cuerpo con mis manos.

—Estabas dormido— me quejé.

—pero saliste de la cama— Nicholas atravesó el espacio que separaba la habitación del baño y se acercó— me desperté en el momento exacto en el que pusiste un pie fuera.

—Solo iba al baño— me defendí de posibles acusaciones en mi contra— no hice nada.

—¿Te reclamé algo, Sophie? — Nicholas vaciló a mi alrededor— no te he dicho nada, no sé por qué te apresuras.

—siempre encuentras algo de qué culparme— dije, observando su cara a través del reflejo del espejo.

—¿Y de qué puedo culpar a Sophie esta vez? — pareció meditar mientras se paraba detrás de mí. Mi cabeza llegaba a su hombro y me sentí un pequeño enano cunado sacó mis brazos para descubrir mis pechos— ¿Qué tenemos aquí? — todo parecía retórico.

Dejé de observar el reflejo y miré la puerta. No quería verlo. Ni a él ni a mi cuerpo magullado por su culpa. Esto no era sano, ¿Pero qué podía hacer yo?

—Nicholas...

—mírate— con su mano agarró mi quijada y aprisionó mi cara para detenerla frente al reflejo— quiero que te mires y observes bien— la otra mano la usó para apretar uno de mis pechos y sacarme un gemido de dolor— estos, Sophie— volvió a presionar— son míos y estas marcas— con el dedo recorrió mi clavícula— son mi sello, son mi firma sobre tu cuerpo, ¿Lo entiendes?

—Sí— dije rápidamente, solo para conformarlo— lo he entendido.

—no, no lo has hecho— me giró, apoyó mi espalda contra el frío cristal y me presionó contra él— solo lo dices para que te deje en paz.

—Basta— presionó su mano contra mi abdomen y tuve la necesidad de gritar de dolor— me estás lastimando.

—¿Realmente estás embarazada, Sophie o solo lo has dicho para intentar librarte de mí?

—estoy embarazada— repetí— y créeme que soy la persona que menos quiere esto, pero es así.

—Bien— me soltó— vamos a dormir. No es bueno que estés mucho tiempo parada.

—no me va a pasar nada por estar embarazada— rebatí— es más probable que me mates a golpes que por un embarazo— le escupí las palabras con odio.

—tienes suerte de llevar a mi hijo en tu vientre, porque si no ya te tendría arrodillada frente a mí y lo sabes— gruñó. Agarró mi pelo y me levantó varios centímetros del suelo— no me provoques, Sophie, porque encontraré otras formas de lastimarte sin hacerle nada a mi hijo.

Me soltó y caminó a la habitación.

—¿Acaso lo quieres?

—¿Por qué no lo haría? — arqueó una ceja— a juzgar por tu abdomen, te embarazaste antes de siquiera conocer al imbécil de Williams. Ese hijo es mío, Sophia— sonrió— no hay forma de que te liberes de mí.

—¿No quieres ver cómo se repite la historia? — le chillé— ¿Cómo crías al hijo de un pirata, al igual que tu padre cuidó de ti?

Quería hacerlo enojar, quería sacar toda la mierda de mi sistema, aunque eso me costara algunas zurras.

—no me provoques, Sophia— miró mi panza, que para mí, en realidad no tenía tamaño— porque lograrás algo que no quieres.

—tú ni siquiera sabes lo que quiero, Nicholas— le grité— ni siquiera sabes algo sobre mí.

—sé todo lo que necesito saber, lo demás no me interesa— gruñó— yo no te quiero, Sophia. Ni jamás te querré.

—creo que es la primera cosa que sale de tu boca que me alegra oírte decir— salí del baño, pasando por su lado, importándome poco que ambos estuviéramos desnudos— buenas noches— me metí en la cama, tapándome hasta el cuello y cerré los ojos.

—mañana veremos a un médico.

—mañana no veremos a nadie.

—no nos subiremos a un barco contigo preñada— graznó— así que estaremos aquí hasta que el bebé nazca, luego nos iremos.

—no me interesan tus planes de vida, Nicholas. Para cunado dé a luz, tú y yo ya no estaremos juntos.

Por unos buenos minutos, él no me respondió. Caminó, bordeó la cama y se metió en ella. me separé lo más que pude de su cuerpo.

—Que duermas bien, Sophia—musitó— mañana iremos a ver un médico, quieras o no.

—es mi cuerpo— rebatí.

—eres mía, por ende tu cuerpo es mío, tu hijo es mío y toda tú eres de mi maldita propiedad— graznó un poco furioso— has que eso te entre en tu cabeza y ahórrame el quebradero de cabeza.

Cuando volví a despertarme, ya era de día. Nicholas no estaba en la cama y agradecí internamente que no fuera su cara lo primero que viera en la mañana. Ni siquiera fui al baño. Salí de la comodidad del colchón y me puse un vestido, el primero que encontré. Era verde agua y blanco y daba aires de inocencia. Dejé mi cabello suelto luego de desenredarlo un poco y bajé la escalera. Como el vestido cubría mis pies, no me puse zapatos. Odiaba los zapatos. Podría haber vivido descalza mi existencia entera de no ser porque eso estaba mal.

—Miren quién despertó — Nicholas, su padre y Gretel estaban sentados en la mesa para reuniones con tres hombres más, a los que no conocía— cariño, ellos son Sebastian, Albert y Owen Peterson— mi esposo se paró, señalando a cada uno— trabajarán en la contaduría de la empresa.

Fruncí el ceño. Ninguno de los tres rostros me daba confianza. Sin embargo, traté de recomponer mi gesto.

—es un gusto— me incliné un poco— amor, ¿Puedes venir un segundo, por favor?

Nicholas me miró descolocado por mi simpatía para con él, pero no opuso resistencia cuando caminé agarrada de su brazo a la cocina.

—¿Acaso te has golpeado la cabeza?

—no dejes a estos hombres en donde sea que quieras ponerlos.

—no me vas a decir qué hacer.

Una maldita vez que quiero hacer las cosas bien, ¡Él no me deja!

—traerán problemas— le adelanté— no sé cómo, pero traerán problemas. Nicholas, mira. Sé que no confías en mí y ni siquiera entiendo por qué estoy tratando de salvarte el culo, pero no los contrates.

—no vas a decirme qué hacer, Sophia— se obstinó— y ve a ponerte zapatos, en media hora iremos a ver a un médico.

—¿Cómo supiste que...?

—tú dices que yo no te conozco— sonrió socarronamente— pero te observo más de lo que crees— se giró, volvió al comedor con los hombres y su familia y yo subí las escaleras, segura de que esos tres iban a traer problemas. Tenía que encontrar la forma de hacer entrar en razón a Nicholas.

Me parece que eso de "son los últimos capítulos" fue una mentira involuntaria... La novela todavía no termina :)

Ámame.Where stories live. Discover now