En edición:
Romance y fantasía.
Amethys Lord nunca imaginó que el día de su boda sería el más horrible de su vida...
Cuando el señor del invierno, uno de los cuatro demonios que habitaban la montaña llegó a la pequeña capilla de Endless snow reclamá...
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Capítulo uno
La boda
Era invierno... Hace mucho...
En lo más recóndito del mundo, en una extraña y misteriosa montaña, en la que ningún ser humano es bienvenido junto a un bosque inexplorado por nadie, un bosque que alberga una magia oscura, así como criaturas con las que comparte esa magia. Ahí se encuentra un pueblo conocido por sus habitantes como Endless snow. Un pueblo maldito que se ve afectado por las cuatro estaciones del año. Aquí en Endless cada estación dura diez años a causa de una maldición.
Hace un año exactamente, el primer copo de nieve que anuncia la llegada del invierno por diez largos años besó esta tierra por primera vez en treinta años y desde entonces, el pueblo de Endless snow ha estado cubierto por una fina manta de nieve que refulge igual que cientos de diamantes con los ocasionales rayos del sol que se filtran de vez en cuando entre las nubes grises que adornan el cielo de esa extraña región.
Pero hace no mucho, de repente dejó de nevar y el sol brillo de nuevo para los habitantes de Endless dándoles un inexplicable respiro.
Todos en este pueblo se pusieron muy contentos por esto y por otro motivo. Pronto se celebraría una boda, una de las jóvenes más lindas y de un corazón noble contraía nupcias con un gallardo jóven del pueblo, la pureza de ambos los hacía muy queridos por todos en Endless.
Ella, era la hija del zapatero. Él, el hijo de los joyeros del pueblo.
Todo Endless se engalanó para celebrar la gran ocasión. Las flores tradicionales adornaban las calles hasta la pequeña plaza, cientos de velas en linternas de cristal iluminaban el blanco paisaje bañandolo con su cálida luz dorada. E incluso un inesperado invitado arribó al pueblo. Alguien que ni siquiera estaba contemplado que asistiera.
Iba vestido todo de blanco. Teníaun aspectomuyangelical. Seguia el sendero empedrado que llevaba hasta la pequeña capilla de la aldea.
El fuego en las farolas encendidas se iba apagando una por una conforme él iba pasando, incluso aquellas cuya cera provenía de los bosques de Cloverwood.
La plaza donde se celebraban las fiestas, estaba adornada con guirnaldas de ponssetias blancas que solo florecían durante esta estación del año, todo listo para una celebración, pero no había nadie a su alrededor. El pueblo estaba completamente solo.
