Un año

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Invierno

Capítulo doce

Un año

El pequeño despojo humano en que se había convertido Amethys durante aquel encierro,se hallaba acurrucado en un rincón de la fría celda.

Todo un año,aquellas cuatro paredes fueron su mundo. Su refugio,el príncipe no ponía un pie en ese lugar y eso lo agradecía. Así no tenía que soportar su helada presencia.

Pero una prisión es una tortura, lo peor que un ser humano puede perder es su libertad,su independencia. Pero jamás su espíritu, eso no se lo podían arrebatar.

Amethys dejó de llorar después de un tiempo, y posteriormente dejó también de gritar.
Ahora cantaba,canciones tristes llenas de melancolía.
Su voz triste hacia vibrar hasta las armaduras de hielo que resguardaban el palacio. Recordándoles por un segundo que alguna vez también fueron humanos.

Cuando la puerta se abrió, un intenso miedo sacudió todo su cuerpo.

«Ha llegado mi hora» pensó,cuándo dos guardias la obligaron a levantarse.

Le colocaron cadenas en las muñecas y los tobillos, y la obligaron a seguirlos.

Su cuerpo sucio desprendía un hedor a rancio que prefería no identificar.

Descendieron por una escalera en forma de espiral,para llegar a un enorme corredor que llevaba a otro edificio.

Después de caminar por un largo pasillo y de hacerle pasar por un grueso bloque de hielo que debía ser una puerta que al abrirse, una suave melodía se desprendió de ella,un sonido dulce y envolvente como el tintineo de una pequeña campana de cristal.

Nada más entrar, la arrojaron con fuerza al suelo.

Una enorme mesa cubierta con un delicado mantel hecho de escarcha, ocupaba el centro de la sala. Del otro lado se podía ver a su celador.

Su rostro carecía de expresión. Iba ataviado con su traje real, de color blanco y turquesa. Sus penetrantes ojos azules,la miraban con tal fuerza que daba la impresión de que podía ver bajo su sucia piel.

Fue en ese momento que fue realmente consciente de su aspecto.
Su antes sedoso cabello rojo,estaba grasiento y en rígidas madejas. Sus pies endurecidos y amarillentos al igual que su piel sucia por la falta prolongada de contacto con el agua y la luz del sol,mostraba algunas abrasiones ovacionadas por el frío. Y el espléndido vestido que en otro tiempo había sido negro, no era ahora más que un raído camisón deslavado, lleno de jirones.
No quedaba mucho de lo que una vez fue una hermosa damisela.

—Levantate — ordenó aquella voz gélida y arrogante que la persiguió algunas noches en sus pesadillas.

Amethys se echó a temblar.

¿Qué nueva injusticia habría preparado esta vez para ella?

El príncipe habló de nuevo:

—Ponte de pie y toma asiento.

Aquellos días en prisión le enseñaron a obedecer aún en contra de sus deseos. Las esculturas de hielo no tenían mucha paciencia a decir verdad.

La joven se puso de pie,incapaz de seguir en el suelo y caminó arrastrando los pies,bajo la mirada atenta del señor del invierno.

—Te preguntarás qué pasará contigo ahora — prosiguió él,adivinando sus pensamientos — Si yo estuviera en tu lugar me lo preguntaría. Entenderás que tus acciones no podían quedar sin un castigo...

Si no hubiera quedado un poco de orgullo en ella,se habría desmoronado frente a él sobre el suelo pidiéndole piedad. En vez de eso inclinó la cabeza para evitar mirarlo a los ojos.

—Supongo que ahora querrá decir que se arrepiente — dijo él recostándose en su silla.

—No señor. Supone mal — susurró la joven. Pero él la escuchó perfectamente.

—¡¿Perdón?! — su respuesta lo tomó por sorpresa.

—No me arrepiento de haber huido,en todo caso, lamento más no haberlo conseguido — dijo entonces con firmeza, más fuerte y más claro,tanto
que sus cuerdas vocales vibraron, lastimando su garganta.

El demonio la mirto con dureza. Parecía estar luchando una batalla interna que no estaba ganando,la miro a los ojos y pudo ver su determinación en ellos.
No parecía que el cautiverio le hubiera doblegado el carácter, era todo lo contrario... Sí físicamente estaba hecha pedazos, pero su ánimo, su voluntad eran inquebrantables aquella pelirroja resultó ser tan fuerte  cómo un diamante ( aunque podría jurar que esa fuerza no era otra cosa que terquedad )

Sintió una gran satisfacción, de que el encierro no la hubiera cambiado, eso habría sido una lástima.

—Regresaras a tu habitación, cómo corresponde.

El príncipe tomó una decisión.

—No me interesa,ya estoy aclimatada a mi celda — señaló Amethys con un poco más de fuerza y orgullo.

Él,la miró con una mueca en los labios. ¿Cómo se atrevía a seguir desafiándolo?

—No es tu elección, Amethys —dijo él recalcando su nombre con firmeza — Quién manda aquí soy yo...

Lo miro boquiabierta, el corazón le saltaba en el pecho, era un arrogante no tenía dudas de eso, pero si de tener la cabeza dura se trataba Amethys le ganaba en ello.

—Retirate — ordenó — la señora White se ocupará de ti.

Incapaz de controlarse por más  tiempo, obedeció. No quería dar rienda suelta frente a él, a la emoción que la embargaba.
Aquella era una oportunidad que no podía despreciar. Una oportunidad para escapar.

La puerta se estaba abriendo cuándo Diamante agregó:

—Otra cosa. No intentes escapar, o la gente del pueblo pagará las consecuencias.

Amethys salió despotricando mentalmente de aquel lugar.

«¡¿Cómo diablos sabe lo qué estoy pensando?!»

Diamante la miró alejarse, aún no estaba muy convencido de estar haciendo lo correcto.
Un año entero escuchó su lamento esparcirse por cada rincón del palacio
Y su corazón se estrujaba con cada lágrima que derramaba y saberse culpable de aquel sufrimiento a él también,en cierta forma le hacia daño.

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Parece que el hielo se está comenzando a derretir. 😁

Besitos congelados 💋💋💋💋💋

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